CULTIVO DE LA
VOLUNTAD, LA SENSIBILIDAD Y LA IMAGINACION
IVAN DARIO QUINTERO
Zerión
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ISSN 0123—2185
Reservados
todos los derechos
INTRODUCCION
Los conocimientos R.C. son tan antiguos como la historia de
la humanidad. Los R.C. no iniciaron sus
labores en esta década ni en este siglo siquiera, el conocimiento de los R.C.
comenzó en la legendaria Atlántida; antes de desaparecer definitivamente este
continente en la zona del océano Atlántico por fuertes cataclismos, algunos de
los Iniciados que se encontraban allí, viajaron a diferentes puntos del
planeta para sembrar este conocimiento como semilla para que a través de los
tiempos no se perdiera esta sabiduría infinita y pudiera la humanidad, cuando
llegara el momento, magnificar nuevamente su existencia.
LA VIDA INTERIOR
De la antigua Atlántida surgen los conglomerados de
Mesoamérica, Suramérica, Europa, India, Egipto, donde estos Iniciados
atlantes dejaron tallado simbólicamente, parte de su conocimiento en inmensos
petroglifos, en construcciones megalíticas, para que la humanidad actual
adentrándose en el conocimiento de la Escuela R.C. pudiera derivar intacta esa
sabiduría que se encuentra plasmada en los diferentes monolitos a lo largo y
ancho del planeta.
El conocimiento de los caldeos —heredado directamente de los
sabios atlantes— dio origen hace algunos miles de años a las sabiduría de los
R.C. Tal como es la fraternidad hoy en
día, fue constituida en el antiguo Egipto hace más de tres mil años. Sus símbolos, sus conocimientos, sus
prácticas, son las mismas que entonces los hierofantes egipcios le enseñaban
muy secretamente a algunos de los discípulos que ya estaban capacitados, y les
llevaban a aquellos Templos de Iniciación como las pirámides y otros sitios que actualmente se encuentran en ruinas.
Se piensa que estas construcciones eran monumentos funerarios,
pero realmente jamás lo fueron. La gran
pirámide tenía diferentes sitios de trabajo interno en donde el estudiante
avanzado era llevado y sometido a un estado de profundo trance. Mientras se encontraba en ese estado, su
Espíritu, su vida interna se desplazaba de su cuerpo, pasaba a las regiones
suprafísicas y de allí podía derivar el conocimiento que su Hierofante-maestro
le tenía reservado en esos planos para que al
regresar al cuerpo denso pudiera pasar esa información a su cerebro físico y
luego continuar la labor de enseñanza a lo largo del tiempo con otros
discípulos.
Los R.C. tienen una serie de símbolos que no tienen que ver
con pasiones ni dogmas religiosos de ninguna índole. La Cruz, representa la armonía de los contrarios, porque siempre en
la naturaleza, en el universo y en todo cuanto existe, hay una
bipolaridad. Si no fuera porque existe
un aspecto masculino y femenino, un polo positivo y otro negativo, un aspecto
irradiante y otro absorbente, sería imposible desde todo punto de vista el
movimiento que es evolución.
Para caminar necesitamos utilizar alternativamente las dos
piernas; para que un ser humano pueda ser engendrado se necesita que dos
progenitores masculino y femenino proporcionen las semillas adecuadas que al
cruzarse, al crucificarse, den origen a ese nuevo ser; de igual forma,
ocurre en los reinos animal y vegetal, incluso a nivel microscópico, las
bacterias deben asociarse una a otra y en ese beso, en ese abrazo íntimo, hay
un intercambio citoplasmático y genético a través del cual esa entidad
microscópica que a fin de cuentas es parte de la Vida universal, va
fortaleciéndose o evolucionando. Esa es
la grandeza maravillosa el símbolo de la cruz.
La Rosa, representa
el alma, la sensibilidad, la parte estética, sublime, bella del ser
humano. Todos hemos comprobado cuán
pletóricos nos sentimos cuando estamos inundados de sensibilidad, cuando
estamos enamorados, cuando nos dedicamos al sentimiento estético de la
vida. En ese momento todo es belleza,
es maravilla, es divino encantamiento; pero cuando no estamos cultivando el
sentido estético, armonioso, viene la tragedia moral, el dolor, la tristeza,
las penas, eso lo podemos ver en cualquier momento de la vida; no es sino
observar a cualquier persona, cómo camina, cómo tiene su rostro, cómo
exterioriza lo que en un momento determinado sabe, siente, piensa, vive. Es porque tenemos un lenguaje interior.
Es la vida interior lo más importante en nuestra naturaleza,
y es esa vida interior lo que los R.C. nos enseñan a cultivar. Todo en nuestra vida es vida interior, todo
lo que exteriorizamos en un momento determinado forma parte de ese bullir de
nuestra interioridad. Si estamos
tristes, manifestamos tristeza; si continúa esa tristeza se traduce
posteriormente en enfermedad. Si
estamos alegres, manifestamos alegría, sonriendo, buscando en todo momento cómo
luchar, cómo conquistar, cómo obtener.
La vida interior es
la Rosa de los R.C. que inicialmente
es sólo un tallito lleno de espinas en donde la rosa aún no aparece como botón;
las espinas, punzan reflexivamente nuestra carne para llevarnos a
meditar, a madurar, a hacer consciencia de cuáles son los yerros que estamos
cometiendo a lo largo de la vida.
Nuestra vida no es ni debe ser de sufrimiento; al mundo
físico no vinimos a sufrir ni a gozar.
La alegría es el resultado de nuestras buenas acciones y el dolor, de
nuestros actos equivocados. Tenemos que
darnos cuenta que hay leyes inexorables que rigen constantemente la vida y el
universo, como son la Ley de Causalidad, la Ley de Evolución y la Ley de
Renacimiento.
La Ley de Causalidad implica que siempre existe una causa
génesis la cual dará origen inexorablemente a un efecto. Somos ciento por ciento responsables de
nuestro destino, no tenemos por qué culpar a nuestros padres, hijos, abuelos ni
vecinos de que seamos pobres, enfermos, de que estemos tristes. Solamente nosotros somos los únicos
responsables de lo que en un momento determinado vamos conquistando,
cultivando, recibiendo, sembrando y cosechando.
El Señor Buda nació como hijo de un rey, por lo tanto jamás
le faltó nada, era un ser bien constituido, extremadamente inteligente, a quien
se le había educado para que fuera en el futuro el gobernante del reino. Llegó el momento en que el joven creció y se
preguntó: ¿Para qué toda esta
felicidad?, ¿Para qué tanta belleza?
Jamás le habían permitido conocer el dolor, la tristeza, la fealdad, la
vejez, la enfermedad ni la muerte; un día escapó de palacio y encontró vejez,
enfermedad, muerte, sufrimiento por doquier; esto le apesadumbró tanto que
decidió marcharse. Se fue al bosque y
se entregó a profundas meditaciones, recibió instrucción de multitud de yoguis y de instructores de la época, pero estas
enseñanzas no le satisfacían. Continuó
su trabajo interno, meditando, profundizando, auscultando en su ser interior
por qué unas personas nacen con belleza, felicidad, salud, riqueza, y otras
personas vienen únicamente a sufrir. Si existía un Dios, era el más injusto de
los seres, y si era Dios no podía ser injusto, tenía que existir una razón para
eso.
Después de siete años de profundas meditaciones, llegó a la
conclusión de que no existe sino una ley, la eterna Ley de Causa
y Efecto. “El efecto sigue la causa como la sombra sigue al cuerpo”, “El
efecto sigue a causa como la rueda al caballo que tira el coche”. En ese momento comprendió que esa ley, era
la que hacía que una y otra vez viniéramos a este mundo tridimensional a
recibir justamente aquello que nos merecemos, a cosechar aquello que hemos
sembrado.
Y, ¿para qué sirve ese venir una y otra vez a este mundo tridimensional? Con el fin de evolucionar. Por eso los grandes sabios: Buda, Jesús, Hermes, enseñaron otra ley cósmica maravillosa: la Ley de la Evolución.
¿Qué es evolucionar?
Es ir de lo bueno a lo mejor, de lo mejor a lo óptimo, y de lo óptimo a
lo superior. La evolución
es una ley rigurosa, absoluta, que la vemos
diariamente en nuestra vida. Si la
evolución no existiera como algunas personas quieren hacerlo creer, el niño no
aprendería a caminar, a hablar, a leer ni a escribir ni nada, se quedaría
siempre como un niño; el hecho de que todos los días le veamos cambiar,
aprender nuevas cosas, madurar, implica que está evolucionando, porque
evolución significa cambio, mutación.
Pero para que se pueda lograr la evolución y para que la Ley de Causalidad pueda surtir sus efectos, es decir, para que cosechemos lo que hemos sembrado, para que aprendamos que cuando sembramos dolor recibimos dolor, que cuando damos amor y servicio recibimos amor y servicio, entonces inexorablemente otra ley viene unida, vinculada a estas otras dos leyes: la eterna Ley de la Reencarnación.
¿Qué es reencarnar?
Es volver a tomar carne.
Realmente debiéramos decir reincorporar en vez de reencarnar, porque
nuestro Espíritu que es la Vida cósmica manifestada en un templo llamado cuerpo
no solamente toma carne, toma diferentes cuerpos o vehículos que le han de
ayudar a ese proceso maravilloso de adquirir experiencia a lo largo de la
evolución. De modo que no es reencarnar
sino reincorporar en diferentes cuerpos:
denso, vital, emocional, mental, imaginal, sensorial y conscientivo. Son siete grandes vehículos o niveles de
energía de los cuales el más denso es el cuerpo físico que nos sirve para adquirir
experiencia, asimilarla y a través de ella madurar y crecer más en el campo
evolutivo.
Algunas escuelas —entre ellas algunas de la línea oriental—,
desprecian la materia, dicen que la materia es insignificante, que no vale la
pena, que este cuerpo nos proporciona tristeza, problemas y dolor, que lo único
importante es la vida cósmica, la vida espiritual, el alma y los aspectos
sutiles, que por lo tanto el cuerpo es secundario.
El cuerpo, es tan importante como el Espíritu, porque son
los dos polos de la sola cosa única y eterna, es decir, de la vida
interior infinita, de la Vida cósmica, de la vida sutil y divina. Si no fuera por el cuerpo no podríamos
adquirir experiencia, no podríamos comprender la ley alternante de la
polaridad, del ritmo, de la causación, de la generación universal, y así
sucesivamente.
Se necesita tener un instrumento para que el artista pueda
mostrar la grandeza de su obra y de su capacidad. Un violinista no puede demostrar que es extraordinario y excelso
si no tiene el violín para demostrar a través de la melodía que él es un
virtuoso. Si el arquitecto no tiene la posibilidad
de construir algo, no puede mostrarle al mundo que él sabe de construcciones;
si el escultor no esculpiera la piedra no podría mostrar que el Espíritu puede
tallar la materia y convertirla en belleza y armonía; el poeta necesita el lenguaje
para exteriorizar aquello que siente, piensa y vive, por eso debiéramos
aprender a sutilizarlo, a divinizarlo y así en crescendo evolutivamente.
El cuerpo es el Templo del Espíritu y como tal, jamás se le
debe profanar; no se le debe mortificar, es decir, no se debe abusar del licor,
de las drogas, del sexo. Muchos
dicen:
—Ah, pero es que yo estoy joven y la juventud resiste todo.
La juventud lo resiste a costa de gastar el reservorio de
energía acumulada para la vejez. “¿Estás
gastando más de lo que ibas a necesitar ahora?
Tómalo de allá y tu vejez será decrépita, miserable, dolorosa y habrás
de marchar prematuramente —como cuerpo— a la tumba”.
El cuerpo es el templo del Espíritu, por eso debemos
quererlo, adorarlo, cuidarlo, darle los alimentos que realmente necesita en los
horarios adecuados, facilitar oportunamente la liberación de las escorias que
se van acumulando e intoxicando el organismo, y lo principal, actuar sobre la
parte anímica del ser que es realmente lo trascendente.
El ser humano se enferma más del alma que del cuerpo. Realmente las enfermedades del alma son las
más graves: la tristeza, el odio, la ira, la envidia, los celos, el chisme;
todas aquellas facetas negativas de la humana personalidad van progresivamente
inficionando la naturaleza psicoanímica y posteriormente la naturaleza física,
donde las enfermedades son el resultado.
Cuando estamos enfermos no queremos saber de nada ni de
nadie; es un momento de descanso, de introversión. La enfermedad provoca sufrimiento a nuestro Espíritu para que aprenda y eduzca consciencia. Posteriormente nuestro Espíritu dice:
—Yo por aquí no me quiero meter, yo de esto no quiero
abusar, yo de aquello no quiero comer más, porque entonces voy a obtener más y
más dolor.
Realmente la parte psicoanímica es la más importante para el
ser humano, porque ella dirige la materia.
Decían los filósofos que “lo más importante, es aquello que no se puede
ver”. El cuerpo es maravilloso,
perfecto, pero si este cuerpo no lo impulsaran los deseos, las emociones, las
imágenes, los pensamientos, la voluntad, la consciencia, este cuerpo se
quedaría quieto en un sitio y no haría nada absolutamente.
Es justamente la fuerza de la emoción, del deseo, de
comprender, de saber, de aprender, lo cual nos lleva hacia un sitio o hacia
otro, impulsando el vehículo físico.
Nosotros no somos el cuerpo; la materia es simplemente el vestido que
utiliza la vida interior, el Espíritu para poderse manifestar en el mundo tridimensional.
Debemos aprender a diferenciar lo que son nuestros cuerpos o
vehículos, de lo que es realmente es la vida interior. La muerte no existe, no existe sino cambio,
transformación, mutación eterna para evolucionar en crescendo, adquirir
mayor experiencia, mayor consciencia, mayor sensibilidad, mayor sentido de vida
espiritual.
La vida espiritual se dirige gracias al poder del sonido, del Verbo. Por eso el discípulo amado del Señor Jesús el evangelista Juan, dejó en pocas palabras el conocimiento de lo que el ser humano debe saber para trascender y evolucionar espiritualmente: “En principio era el Verbo, el Verbo era con Dios y el Verbo era Dios. El era en el principio con Dios; todas las cosas por El fueron hechas y sin El nada de lo que es hecho habría sido hecho. En El estaba la vida, la vida es la luz de los hombres. La luz en las tinieblas resplandece, las tinieblas no le comprendieron”.
Realmente este texto que fue traducido en pasado, debe ser
un eterno presente, porque el Verbo, no era, El ES un eterno presente.
El Verbo es el sonido, es la palabra.
Cuando estamos pensando, estamos hablando internamente, cambiando de un
tema a otro, porque la acción de nuestro cuerpo mental nos lleva a utilizar ese
parloteo interno.
Si ese hablar interior está lleno de armonía, de
espiritualidad, de belleza, de ritmo, nuestra vida se torna poética, bella,
amable, nuestra salud cada vez es mejor, nuestras relaciones interpersonales,
del hogar, con los amigos, con todos, se van tornando más afables y más
bellas. Pero si nuestros pensamientos,
nuestro hablar interior es disonante, altanero, lleno de odio, de crítica, de
ira, de envidia, de incertidumbre, de pasiones de cualquier índole, ello se
traduce en nuestra vida cotidiana porque exteriorizamos lo que estamos
viviendo.
No podemos exteriorizar sino lo que tenemos dentro. Así, podemos analizar al ser humano; ¿Qué es
lo que está diciendo? ¿Qué es lo que está haciendo? ¿Cómo se muestra en su
diario vivir? porque es la vida interior la que guía nuestra vida, nuestro
sentido y nuestra evolución.
La vida espiritual es extremadamente sencilla, pero debemos
estar atentos y para ello, debemos utilizar los poderes maravillosos del
Espíritu: La Voluntad, la Sensibilidad y la Imaginación.
La voluntad es lo que diferencia al ser humano de los
hermanos menores en la evolución, los animales; es el primum móbile, es
el primer movimiento, es la fuerza categórica del humano que le ha de ayudar a
actualizar consciencia.
La Voluntad unida a la Consciencia[1]
es la que guía al ser humano por el camino del recto vivir, del recto pensar y
del recto actuar.
Si no utilizamos la voluntad no somos absolutamente
nada. Quien no tiene voluntad es un
roca inerte, estática en medio del camino, y es más lo que estorba y lastima a
los demás que lo que puede servir en un momento determinado. La voluntad es la que lleva constantemente al
ser humano a lograr todos los éxitos que esté buscando en su diario vivir.
Necesitamos voluntad para caminar, para pensar, para ingerir
los alimentos, para amar, para vivir, para sonreír. Es ese deseo innato que el ser humano cultiva pero en un momento
determinado debe hacerlo a plena consciencia, no dejar que las cosas sucedan
porque tienen que suceder. “Que voy a
comer simplemente porque tengo hambre”. ¡No!, voy a nutrir este cuerpo porque
es necesario darle los elementos biogenésicos para que pueda mantener su
integridad físico-química. “Que quiero
ir a tal parte porque tengo ganas”. ¡No!, quiero ir porque mi Espíritu haciendo
consciencia de que es necesario ir a ese sitio a aprender, a trabajar, etc,
hace que mi voluntad me lleve hasta ese lugar.
La
sensibilidad es amor, es estética, es armonía.
El Señor Jesús haciendo referencia a la divina sensibilidad dijo: “Dejad
que los niños vengan a mí y no se lo vedéis porque de ellos es el reino de los
cielos”. El reino de los cielos es el
reino de la armonía. Los niños son
seres en los cuales existe armonía, felicidad, plenitud espiritual; en ellos no
existe la mente racional, separatista; ellos no conocen los aspectos negativos
del ser humano y si algunos parecen actuar de una manera egotista, es porque lo
ven en sus mayores, es porque sus padres se los enseñan. Cuando los niños se integran con otros niños,
no les interesa si el uno es pobre, si el otro es negro, si el otro es rubio,
si el otro está bien vestido o el otro no sabe leer o escribir; son una unidad,
ellos son sensibles, místicos, armoniosos.
“En
que os améis los unos a los otros probaréis que sois mis discípulos”. ¿Discípulos de quién? Del Cristo.
El Señor Jesús no se interesaba
por su humana personalidad, se interesaba únicamente por la divina esencia
espiritual que radica en cada uno de nosotros.
Y, ¿quién es el Cristo? Es el amor universal, es la Rosa de los R.C., es el sentido estético, es el compartir, el dar, el servir, el amar, el vivir cada momento en la admiración estética de lo que es la belleza en la naturaleza: admirar un amanecer, un atardecer, una caída de agua, el movimiento de las olas en el mar, la belleza de las mujeres para los varones, la virilidad, capacidad, voluntad del varón para las damas; siempre debe estar el ser humano en ese eterno devenir, absorto en la admiración estética y extática hacia todo lo que sea bello en la naturaleza. Así irá cultivando el segundo aspecto divino del ser humano que es la sensibilidad, la mística y la armonía espiritual.
IMAGINACION
Es la imaginación la que nos lleva a mirar con la visión
interna aquello que aún no conoce el mundo, mientras que la mente es
comparativa, lógica y racional. ¿Qué es
lo hacen el arquitecto, el ingeniero, el genio, el pintor, el escultor? Miran dentro de sí, aquello que su ser
interior tiene en un momento determinado y lo exteriorizan de alguna manera
determinada para que los demás puedan conocer aquello que bulle dentro de su
propia interioridad.
Voluntad, Sensibilidad e Imaginación son los tres aspectos
maravillosos de nuestro Espíritu que debemos dejar que nos guíen a lo largo de
la vida.
La humanidad ha ido evolucionando en un cuerpo denso
que es material y absolutamente indispensable, una vitalidad —el cuerpo vital—
que interpenetra el cuerpo físico y que le permite todos los mecanismos
fisiológicos, biológicos, para poder mantener la integridad del organismo; un cuerpo
emocional o vehículo del deseo que nos impele constantemente con sus impactos
internos a que nos alimentemos, a que cohabitemos, a que satisfagamos nuestras
pasiones de una manera o de otra; un cuerpo mental o vehículo del pensamiento
que por supuesto ha ayudado a la humanidad durante los últimos milenios a ir
comprendiendo mejor los diferentes mecanismos científicos de la naturaleza del
ser humano y del entorno, que es lo que la humanidad ha cultivado hasta ahora.
Pero solamente unos pocos han llegado a la genialidad; los
genios, los artistas, son los que han cultivado la Imaginación y
algunos la Sensibilidad, pero la
Consciencia, solamente Buda, Jesús, Pitágoras,
Hermes y otros muy pocos. El resto de
la humanidad estamos totalmente atrasados en ese sendero del perfeccionamiento
evolutivo.
A veces se le acerca a uno la gente y le dice:
—“Usted que es un Rosacruz, por favor explíqueme…”
Nosotros no somos Rosacruces, solamente somos simpatizantes
de esta sagrada ciencia. Rosacruces fueron Buda, Jesús, Pitágoras, Hermes, seres muy grandes que
estaban en el sendero de la rosa y de la cruz; los demás sólo somos idealistas,
aspirantes a esta divina y noble ciencia.
Esta ciencia nos enseña a cuidar el cuerpo, a cuidar la vitalidad, a que nuestras emociones sean más puras, más limpias, a que nuestros pensamientos sean más claros y más luminosos, y lo más importante, que nuestra Imaginación vaya iluminando nuestra existencia; que la Sensibilidad forme parte del sentido fraterno que debe unificar a toda la Creación, y que la Consciencia unida a la Voluntad guíe nuestra vida, todo aquello apoyado en el lenguaje interior.
El Verbo tiene su punto focal de acción en el centro
germinal, y es lo que llama al hombre y la mujer constantemente a unirse, a
fusionarse en la intimidad y que generalmente termina en abusos locos de la
energía progenésica. Cuando no se abusa
de esa energía, ella por acción divina del Amor
se revierte hacia la esfera del corazón en donde el
alma, la Rosa, debe hacer eclosión en la Cruz
del cuerpo; se revierte hacia el mundo de la
imaginación, de la inteligencia y de la consciencia actuando a través de la
laringe para exteriorizar en palabras todo aquello que bulle, vibra y vive en
aquella persona que siente la armonía de su vida interior o se convierte en fuerza conscientiva, en sabiduría, cuando
esa energía se dirige hacia el mundo de la consciencia para iluminar nuestros
pensamientos.
La Divinidad no la podemos definir porque es imposible
definir lo indefinible, no la podemos comprender porque es imposible comprender
lo incomprensible. Las religiones le
llaman a aquella Causa Causorum: Dios; los filósofos le llaman: Energía,
los R.C. le llaman: el Alma del Mundo, el Anima Mundi, la energía que anima todo
en el universo.
Es realmente esa energía que anima todo en el universo la
que anima nuestra vida interior; y precisamente la palabra Espíritu viene del
latín aspíritus que significa animar, alentar. Constantemente estamos
alentando. Una persona diría:
“respiramos”, el R.C. estudioso de esta ciencia dice: “alentamos”. ¿Qué
diferencia tan grande puede haber allí?
Respirar simplemente es inhalar oxígeno y botar bióxido de carbono.
Alentar es aprender a respirar con la mayor mística posible en
momentos de armonía, de paz, de solaz espiritual, imaginando que al inhalar el
oxígeno, absorbemos simultáneamente una luz blanca radiante: las energías del
Alma del Mundo, que penetran con la respiración hacia los pulmones, para inundar
todos los rincones del organismo y luego exteriorizarse con un color blanco
purísimo radiante hacia el aura.
Esta es una manera de eliminar progresivamente toda la
cantidad de impurezas, de escorias que tenemos en los otros niveles de
energía. Así como nuestro cuerpo se
mantiene lleno de escorias por el estreñimiento, por miles de enfermedades que
se suelen tener, así mismo el campo áurico se mantiene enfermo, se mantiene
oscuro. ¿Qué lo mantiene sucio,
oscuro? Nuestros pensamientos, emociones,
imágenes. Cada vez que tenemos una
imagen, pensamiento o deseo negativo de odio, de ira, de envidia hacia los
demás, el campo áurico se enferma, se obstaculiza, se llena de ganchos, se
oscurece, se llena de colores rojos oscuros, negros y cafés desagradables.
En cambio aquella persona que vive la vida espiritual, que
se mantiene plena de armonía, de mística, de ensoñación, de espíritu fraterno,
su huevo áurico se mantiene pleno de luz, vibrando de armonía y espiritualidad.
Eso es lo que induce o estimula las
auras de los demás a que también busquen el sentido espiritual.
Pero si estamos constantemente con el aura enferma, como
sepulcros —por fuera muy blanqueados pero por dentro no se sabe— cuando
entramos en contacto con otras personas, por afinidad vibratoria, los estamos enfermando,
entristeciendo, estimulando a que odien, a que critiquen, a que tengan celos, a
que cultiven los aspectos negativos de la humana existencia.
La humanidad se encuentra en un caos de odio, de celos, de
destrucción tremenda; es porque estamos enfermos en el mundo anímico. Tenemos que aprender a vibrar en armonía y
en espiritualidad.
Cada mañana al despertar, debiéramos imaginar que somos un
vórtice de luz blanca como un radiante sol, que envía su luz hacia toda la
humanidad, llevando un mensaje de paz, de armonía y de fraternidad. Así mismo, en la noche antes de entregarnos
al sueño, debiéramos imaginar esa luz blanca como un sol resplandeciente llevando
también un mensaje de luz, de belleza y espiritualidad a toda la humanidad.
Se habla de Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo,
nosotros tenemos también un ternario interior constituido análogamente con lo
cósmico: el átomo de la consciencia en el cerebro representa a Dios Padre; el
átomo de la sensibilidad, del amor espiritual, del Cristo o del Hijo, radicado
en el corazón; y el átomo sutil, divino, poderoso de lo que se llama el
Espíritu Santo, el Gran Creador porque
—no solamente la virgen María concibió por obra y gracia del Espíritu Santo—
todas las mujeres y todas las hembras en el mundo animal, conciben por obra y
gracia del Fuego Creativo del Espíritu Santo.
Son tres aspectos maravillosos que debemos ir trabajando en nuestra interioridad y para eso vamos a enseñar una meditación que nos lleve a reencontrar en el centro del cerebro el halo de luz azul radiante que está en relación con el átomo del Padre, la consciencia-voluntad en nosotros; a reencontrar en el corazón el átomo dorado en relación con la fuerza espiritual del Cristo, del Hijo, del sentido espiritual del Amor; y a reencontrar en la esfera germinal, el átomo rojo rubí de lo que se llama el Fuego Creativo del Espíritu Santo.
He allí develado el misterio que ni San Agustín ni
ninguno de los santos pudo develar: Tres personas
distintas y un solo Dios verdadero.
Realmente son
tres átomos maravillosos que unificados en nuestro Espíritu forman la divinidad
única escondida e interna, que debido a la naturaleza poco evolucionada de
nuestros vehículos inferiores es un poco torpe, pero a medida que vayamos
dejando que brille la luz interior, se irá manifestando la grandeza que todos
llevamos dentro, porque así somos; la personalidad obstaculiza la luz del Espíritu. Tenemos que ir quitando progresivamente las
costras de la personalidad, para dejar que la luz brille, pero para ello
tenemos que buscar internamente.
Si solamente vivimos una vida trivial, nos levantamos, nos
bañamos, nos vestimos, desayunamos, vamos a la calle, trabajamos, regresamos,
almorzamos, vamos a la calle, trabajamos, llegamos, comemos y dormimos, o nos
vamos a tomar trago, a bailar, venimos y dormimos, y seguimos así todo el resto
de la vida, no vamos a progresar internamente y seguiremos teniendo los mismos problemas,
la acidez estomacal y el estreñimiento.
Pero si le dedicamos algo a nuestra vida interior, si sabemos que somos
mucho más que comer, dormir y pelear con la suegra, entonces nuestra vida será
diferente.
Debemos ir dentro de nosotros, haciendo brillar el sentido
del Cristo en nuestro corazón permitiendo que la fuerza moral, volitiva del
Padre actúe en nuestro cerebro, y comprendiendo que ese fuego que se manifiesta
como semilla en un momento determinado para engendrar otro ser, debe también
como fuego, iluminar nuestro ser interno, dar su vitalidad, su ígneo poder a
nuestra vida para que podamos manifestarla hacia los demás.
Meditación en el átomo del Padre, del
Hijo y del Espíritu Santo, cultivo de la Consciencia-voluntad, de la
Sensibilidad y de la Imaginación
Primero que todo la posición. Para trabajar en meditación la posición es sentados con la
espalda perfectamente recta. Si nuestra
espalda no está perfectamente recta, podrían generarse dolores, molestias en la
espalda y la práctica no nos va a beneficiar absolutamente en nada. De manera que para dedicarse al trabajo
interno, la espalda debe estar absolutamente erguida para que ninguna vértebra
comprima a su vértebra vecina.
Por eso los orientales, haciendo tanto énfasis en esto,
llaman a la espina dorsal el bastón de Brama. Brahma, el Creador, y el bastón, la espina dorsal.
Los patriarcas bíblicos llevaban un cayado, un bastón, que
representa la espina dorsal, la cual permite que circulen energías maravillosas
y no solamente la energía que permite que actúe más o menos bien todo nuestro
organismo. Hay cosas mucho más grandes,
mucho más excelsas que se esconden en el fondo de la espina dorsal donde el Fuego
de la Vida cósmica y el aliento de la Vida, circulan en nuestra propia
naturaleza. Por eso, la columna
vertebral debe estar perfectamente recta, alineada desde la coronilla hasta la
base de la espina dorsal.
Los pies se colocan de plano sobre el piso tocándose
adelante y atrás, talones y puntas de pies, las rodillas como queden
cómodas. Las manos también deben
juntarse. La finalidad de juntar manos
y pies es aislarnos de interferencias psíquicas, emocionales, mentales y
energéticas del entorno. Porque si uno
no se encuentra cerrado energéticamente le quedará muy difícil
internarse para meditar en su propia divinidad.
Cerrar los ojos para pasar del mundo objetivo
tridimensional, externo, en el cual nos estamos desenvolviendo, al mundo
sujetivo tetradimensional, al mundo interior, a donde realmente radica la vida
espiritual. No podemos encontrar el
Espíritu a la vuelta de la esquina ni en el asiento del vecino. Sólo internamente podemos encontrar esa vida
espiritual. Los ojos entornados, la
mirada dirigida internamente hacia el entrecejo, tratando de activar ese centro
de energía.
Sentados de esta manera, relajamos el cuerpo, aflojamos el
cuello, la nuca, los hombros, los brazos, la cintura, la espalda, pantorrillas,
muslos; todo el cuerpo debe estar en perfecto estado de relajación.
Ahora, vamos al centro del cerebro, como si fuéramos de la frente hacia atrás, en el punto en donde una línea imaginaria que va desde la frente hacia el occipucio se cruza con otra línea que une el borde superior de las orejas. Ese punto cruciforme está en relación anatómica con el tálamo óptico y el tercer ventrículo del cerebro. Allí imaginamos que se encuentra radicada una luz de color azul; para que sea más objetiva a nuestra imaginación podemos imaginar una rosa de color azul añil, oscuro, —obviamente esas rosas aún no existen, pero cuando los floricultores puedan cultivarlas la humanidad habrá dado un gran paso en su estado evolutivo; algún día tendremos la oportunidad de verlas—.
Imaginar que esa rosa de color azul en el centro del cerebro
es luminosa, cual estrella que envía rayos de luz titilantes hacia todos los
puntos de la cabeza, como un sol radiante en el cosmos, irradiando a todos
lados luz azul centelleante.
La palabra Dios viene del latín deus, que significa
luz. Es justamente esa luz espiritual
la que estamos tratando de que brille en el centro del cerebro donde se
encuentra el átomo del Padre, el átomo de la consciencia. Por eso la oración del cristificado
dice: “Padre Nuestro que
estás en los cielos…” ¿Dónde quedan los cielos?
Los cielos no es un lugar en el espacio, simplemente hace referencia a la
cabeza, al cráneo, al cerebro.
Ahora con la imaginación vamos al corazón. Imaginamos primero el órgano físico, en el tórax
en medio de los pulmones. La imagen que
nos puede servir es la lámina del Sagrado Corazón en donde una llama
sale de la cima del corazón de Jesús.
Pero vamos a ir más allá. Introducimos
esta llama al centro mismo del corazón.
Esa llama es una llama dorada que se convierte en un sol rutilante que
lanza sus rayos de luz dorados titilantes, como si fuera también otro sol en el
universo, en el espacio infinito, radiando su luz desde el centro hacia todo el
corazón. Para ayudar a la imaginación
se puede visualizar una rosa amarilla dorada brillante como un sol, llenando
con su luz el corazón. Es el sentido
del amor, es el sentido del Cristo, es la fuerza espiritual de la sensibilidad
que debemos luchar por sentir en el corazón.
Meditar largamente en cada uno de estos aspectos que estamos
comentando, permitirá en el cerebro, que la consciencia, la inteligencia y la
sabiduría vayan floreciendo y despertando.
Meditar en el radiante sol, en la rosa del alma en el corazón, nos
proporciona el paraíso; llega el momento en que se siente tal felicidad, tal
armonía, tal plenitud, que uno jamás ha llegado a sentir tal estado
estético. Empieza a fluir, la poesía,
el arte, la pintura, porque hemos tomado contacto con la fuente infinita del
arte, de la estética, de la sensibilidad.
Es el Divinum Sensorium, al cual hacían referencia los R.C. medievales.
Con esta mente plástica, utilizando la imaginación, nos radicamos
en la zona sexual, para que quede fácil comprenderlo, en la zona
correspondiente al útero en las damas o la próstata en los varones, en directa
relación con la zona púbica. Si ya se
operó el útero o la próstata no importa, el centro espiritual, el arquetipo
etérico, siempre sigue vibrando en ese sitio con un color rojo rubí mientras
estemos encarnados. Imaginamos entonces
una piedra rubí o una rosa encarnada o un sol cósmico rojo rubí en ese sitio,
radiando su luz, su fuerza y su poder en toda dirección, inundando toda la zona
germinal.
Ahora visualicemos al unísono los tres centros atómicos, el azul
del Padre en el cerebro como irradia e inunda el cerebro con su luz; el
amarillo dorado del Cristo en el corazón, vibrante, iluminando nuestra vida espiritual
y el átomo rojo rubí, del Espíritu Santo en la esfera germinal enseñándonos que
ese centro es sagrado, porque nos permite la gracia divina de ser progenitores.
Para activar aun más la energía de estos tres centros
atómicos, pronunciamos un mantram armonioso y bello por excelencia —que no le
pertenece a los orientales, es una herencia del mundo entero, guardado desde
los más remotos milenios por sabios que en últimas dejaron ese conocimiento en
el Oriente—, es el mantram AUM. Lo
pronunciamos primero haciendo vibrar e iluminar más, el átomo rojo rubí, luego
haciendo vibrar e iluminar más el átomo amarillo dorado, luego haciendo vibrar
e iluminar más el átomo azul de la consciencia.
Se pronuncia primero en tono grave, luego en un tono medio, luego en un tono alto, hasta unificar los tres en uno solo. La primera vibración en el átomo rojo rubí, la segunda en el átomo dorado, la tercera en el átomo azul añil. Y luego descender del azul al amarillo para terminar vibrante otra vez ese recorrido en el rojo.
De esta manera se vocaliza el AUM siete veces con la
siguiente secuencia:
cerebro |
3º |
AAAUUUMMM |
(tono alto) |
4º |
AAA |
corazón |
2º |
AAAUUUMMM |
(tono medio) |
5º |
AAA |
zona germinal |
1º |
AAAUUUMMM |
(tono bajo) |
6º |
AAAUUUMMM |
“Solamente el
amor y el saber dignifican la vida”.
Raghozini
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OBRAS QUE LE GUIAN EN EL CAMINO
El Sentido Ideal de la Vida Israel Rojas R.
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“El más grande
enigma de la naturaleza para la consciencia actualizada, no se halla en lo
espiritual, que está más allá del alcance de la inteligencia, ni en el polo
materia, relativamente inerte; el gran misterio de la vida subyace en el
interior del germen, la semilla, porque allí alienta el fuego cósmico, la
voluntad del Padre hecha energía y substancia, para que la vida pueda modelar
la materia, guiada por la inteligencia”.
Raghozini.
Publicación de la
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