EL MISTERIO DE LA MUERTE
IVAN DARIO QUINTERO
Zerión
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ISSN 0123—2185
Reservados todos los derechos
“Creemos
erradamente que la muerte existe, sin embargo es un nuevo nacimiento para el
Espíritu, porque siendo de naturaleza Divina, es inmortal y eterno”
INTRODUCCION
La muerte, suceso que tanto angustia al Ser humano, suceso
que nos llena de terror no tanto por él mismo, sino por el desconocimiento que
de él se tiene, es lo más natural del mundo, porque nacer y morir es
exactamente igual a dormir y despertar o a despertar y dormir, según el punto
de vista con que lo veamos.
A través de la historia, se han tejido una gran cantidad de
cuentos y comentarios acerca de lo que se cree es ese proceso mal llamado
muerte, porque en realidad, muerte no existe. Todo en la
naturaleza lleva un proceso de cambio, de transformación permanente, de
evolución; no existe muerte tal como se la suele conceptuar.
Lo muerto, muerto está; pero el hecho de que un cadáver a
las pocas horas empiece a descomponerse, implica que allí la vida continúa en
actividad; no la vida interna, no la vida espiritual del Ego, que como fuerza
álmica animó la materia, sino otros tipos de vida, inferiores quizás, pero
absolutamente necesarias en la economía de la naturaleza para la transmutación
y progresiva evolución de la materia que ha de convertirse nuevamente en los
elementos constitutivos de la forma.
EL MISTERIO DE LA MUERTE
¿Qué ha pasado con ese ser tan querido que antes le veíamos
hablar, pensar, reír, amar, actuar, sentir, en una palabra, vivir? El no ha desaparecido; ha dejado únicamente el traje que estaba usando, tal como
nosotros cada noche, que antes de entregarnos al sueño nos quitamos la ropa que
hemos usado durante el día, bien sea porque ya esté sucia, rota, etc., sin
llenarnos de tristeza por hacerlo, para luego sumergimos en la inconsciencia
del sueño, como análogamente ocurre con el proceso llamado muerte. Por lo tanto no hay nada de terrorífico en
ella.
Cuando llega el momento en el cual por enfermedad, accidente
o por secuencia natural de los años se ha de abandonar la materia en la cual
hemos estado (viviendo), el Espíritu se va sumergiendo en un sueño cada vez más
profundo, hasta que por fin logra desprenderse definitivamente de la materia
porque ya no le es útil para continuar adquiriendo experiencias.
Pero igualmente, así como cada mañana nos despertamos llenos
de energía, deseosos de continuar nuestra jornada cumpliendo con nuestros
deberes, así mismo, después de un relativo período de tiempo que dura
aproximadamente mil años en los mundos espirituales, nos despertamos a una
nueva aurora de la vida, porque necesitamos seguir adquiriendo
experiencias. Por lo tanto elegimos
aquellos que han de ser nuestros padres, nuestro medio ambiente físico y
social, el cuerpo y la salud que hemos de tener, etc., para comenzar una nueva
etapa de evolución para el Espíritu en una nueva encarnación.
Siempre el Ser humano se ha preocupado por el nacimiento y
por mantener relativamente bien la organización psico y fisiológica del cuerpo,
pero no nos hemos preocupado por la muerte; siempre nos coge desprevenidos y
nunca sabemos que es lo que vamos a enfrentar y que debiéramos hacer en ese
momento. Allí es donde debemos
prepararnos, por eso debemos aprender la ciencia del buen morir, que es la ciencia
de la muerte.
Cuando la persona se encuentra en agonía, lo que suelen
hacer los parientes es entregarse al llanto, a los lamentos y dejarse llevar
por la manifestación del dolor, que es natural, porque los sentimientos no se
pueden controlar con la razón, pero la consciencia sí puede iluminar la
sensibilidad para que esos momentos de separación de nuestros seres queridos no
sean tan difíciles ni tan dolorosos. Si
fuéramos conscientes de qué es lo que sucede en esos momentos, la separación
física no sería tan dolorosa.
Lo que debemos es mantener la calma y la armonía interior;
rodear el lecho del moribundo en silencio, con la mayor armonía posible,
liberando con nuestro interno ser, la mayor cantidad de amor hacia ese ser y si
sabemos imaginar luz, imaginarla blanca, muy radiante, rodeando a esta persona
que se está enfrentando a ese proceso de cambio, porque no hay muerte, sino
cambio.
El silencio es indispensable. Entregarse a gritos, escenas de histeria y lamentos, lo único que
hace es retener al agonizante, impidiéndole desprenderse totalmente de ese
cuerpo que ya le está pesando demasiado haciéndole sufrir, porque ya cumplió
con sus deberes y su objetivo de adquirir experiencias en esa encarnación.
Cuando ya el médico comprende que no se puede hacer
absolutamente nada por mantener más allá de un límite adecuado la encarnación
de esta persona, lo mejor es dejar que la naturaleza siga su rumbo de una
manera absolutamente natural, porque es un crimen aplicarle al moribundo
morfina y estimulantes para hacer que reaccione una y otra vez a la consciencia
vigílica, sacándolo del estado de inconsciencia en el que naturalmente se va
sumergiendo.
Al conversar con las personas que han fallecido de esa
manera, dicen:
—“El sufrimiento fue increíble, jamás en mi vida había
sufrido tanto, fue como si me retuvieran con violencia a una cárcel de la cual
quería escapar”. También al preguntarle a las personas que han fallecido y que
se encuentran en los planos suprafísicos: ¿Cómo estás? ¿Qué sientes?,
responden:
—“siento una paz muy grande”.
Cuando se llegan a recordar los instantes de fallecimiento
que se han tenido en otras encarnaciones, se encuentra que el momento de
desincorporación fue de absoluta paz, de armonía total, y que al salir
totalmente de la materia que le estaba atrapando, lo que se siente es una paz
infinita.
Si no le tenemos miedo a entregarnos al sueño, ¿por qué le
hemos de tener miedo a fallecer? Si el
proceso es exactamente el mismo; la única diferencia es que cuando nos
entregamos al sueño, tenemos la posibilidad de retornar al cuerpo en un momento
determinado. Cuando fallecemos, ya no
existe el mecanismo psico y fisiológico que nos permite vincularnos a la
materia para continuar la encarnación.
A las personas en agonía se les observa sonreír; se le ve
mirar perdidamente al espacio, ningún lugar en especial, saludar a alguien,
mientras dicen por ejemplo a sus hijos:
—“saluden a su tía, mira que vino a visitarnos”.
Las personas que están al lado del lecho de muerte, dicen:
—“está desvariando, es la agonía, ya se va a morir”.
No comprenden que realmente lo que está sucediendo en ese
momento, es que la persona al estarse retirando de su cuerpo denso, se torna
clarividente; puede ver con facilidad el Mundo del Deseo que es la región
inmediatamente superior (en
vibración) al Mundo Denso. Allá se
encuentran amigos, familiares y conocidos que ya le han precedido al mundo
tetradimensional. No es que ellos estén
desvariando, realmente es que están viendo a aquellos que ya se han marchado de
este mundo objetivo.
A muchas personas a quienes les han fallecido seres
queridos, se dan cuenta en los días siguientes, que de un momento a otro
perciben o creen ver a la persona que
ha fallecido, pero que cuando ya enfocan su mirada, definitivamente desaparece
la visión. No es que desaparezca, es
que tenemos en nuestros ojos algo que se llama el punto ciego; es un punto
ciego para lo físico, pero es una avenida clarividente para los mundos
suprafísicos. Si supiéramos enfocar a
través de ese punto ciego, podríamos mirar lo que los ojos físicos no pueden
ver.
Se habla de los mundos invisibles; si fueran invisibles,
nadie los habría visto, pero el hecho de que haya personas que tengan la
capacidad de verlos, implica que no son invisibles, sino que son visibles a la
facultad clarividente que se ha entrenado para desarrollar la capacidad de
verlos.
Algunas personas que están desincorporando, dicen que “hay
mucha luz, demasiada luz”, a pesar de que su cuarto se encuentra en
penumbra. Es porque estamos en la
oscuridad de la materia densa y los planos suprafísicos son planos de luz,
porque allí no existe materia que pueda oscurecer relativamente ese mundo a
donde pasamos cada noche cuando nos entregamos al sueño y al final de nuestra
encarnación cuando ya hemos cumplido con nuestros deberes terrestres.
Muchas personas dicen:
—“yo me soñé con fulano de tal y él ya está muerto”.
Yo les digo: ¿Y lo viste muerto?
—“No, yo lo vi como
era, más joven quizás y hasta se veía alegre”.
Es que no está muerto; nosotros al entregarnos al sueño
pasamos al mundo donde se encuentran aquellos que nos han precedido, al momento
de la desincorporación. Si pudiéramos
recordar nuestros sueños más profundos, nos daríamos cuenta que estamos en
compañía de aquellos que decimos han fallecido, pero que seguramente están más
vivos que nosotros.
Muchas veces, aquellos que quedan con el dolor profundo por
el luto sufrido, hay días en que se despiertan muy felices y no saben por
qué. Si lograran recordar sus sueños,
sabrían que estuvieron en contacto con sus seres queridos y que esa es la razón
de su dicha.
Cuando abandonamos el cuerpo físico, estamos en el mismo
nivel de frecuencia vibratoria que aquellos llamados muertos. Por lo tanto, todas estas personas nos
pueden ver y nosotros también a ellos; nos relacionamos, compartimos,
charlamos, paseamos.
¿Cómo podemos hacer que aquellas personas que han fallecido se acerquen a nosotros y poder recordar con más plenitud esa experiencia? Si han pasado por lo menos tres días del fallecimiento nuestro ser querido o de nuestro amigo, podemos antes de entregarnos al sueño, sumergirnos en una profunda meditación, imaginando vívidamente a aquella persona que falleció, pero no imaginarla enferma, herida, sufriendo. Debemos imaginarla como en sus mejores épocas, alegre, sana, feliz.
Nos vamos quedando dormidos con esa imagen y llega el
momento en el cual, por una reacción de afinidad simpática, atraemos a aquella
persona al lado de nuestro lecho y cuando nos quedamos dormidos, que es cuando
nuestro Espíritu se retira de nuestro cuerpo por la coronilla, lo primero que
vemos es a aquella persona querida a la cual con nuestra imaginación y amor,
habíamos contactado.
Si colocamos un despertador para una hora o dos horas
después de habernos dormidos y al despertar, nos quedamos totalmente quietos,
concentrándonos profundamente en el entrecejo tratando de ver lo que hicimos en
los mundos sutiles, podremos recordar con quién nos vimos y qué hicimos.
Es un entrenamiento maravilloso que si lo verificamos con
persistencia, tanto cuantas veces nos despertemos en la noche y al despertar en
la mañana al despertar, llegará el momento en que el mundo espirituales,
llamado Mundo del Deseo, se abrirá ante nuestra vista psíquica, la
clarividencia se activará y podremos comprobar por nosotros mismos lo que
estamos recibiendo por ahora como simple teoría.
Es la posibilidad de despertar todas esas facultades, es la
posibilidad de comprender y comprobar por nosotros mismos, los asertos de la
ciencia esotérica investigados a lo largo de miles de años por cientos de
esoteristas que se han entrenado en este campo para verificar lo que ya antaño
les habían ido enseñando.
Para comprender como ocurre ese proceso, tenemos que
analizar la constitución psico- física y espiritual del ser humano, porque no
solamente somos materia. La materia tal
como la pueden conceptuar nuestros sentidos, es la reacción natural de fuerzas
muy sutiles.
Tan densa e impenetrable que vemos la materia, pero si
pudiéramos penetrar a nivel molecular dentro de ella, nos encontraríamos con
una especie de galaxia, plena de sistemas solares, en donde los átomos con sus
electrones estarían separados inmensamente los unos de los otros, pero
manteniendo la armonía de sus órbitas gracias a las fuerzas de cohesión
molecular que es lo que mantiene la dureza y estabilidad relativa de la
materia.
Por la materia y energía son solamente los dos polos de la
SOLA COSA ÚNICA Y ETERNA, que es uno de los nombres conceptuales con los que se
le suele llamar a la Divinidad, el ARQUITECTO de seres y de cosas, La
Inteligencia Cósmica que ha hecho posible la existencia del Universo, de todos
los seres y de todas las cosas.
Materia y energía, no son diferentes substancialmente. Ambas son absolutamente necesarias y están
compartiendo una actividad permanente.
Ya lo dijo el Sr. Einstein y la ciencia física lo ha confirmado: “la
materia es energía condensada y la energía es materia que sutilizado”. Es lo que sucede cuando la Vida llamada
Espíritu unas veces se encuentra condensada, sumergida en la materia llamada
cuerpo y otras veces, se libera de la esclavitud de la carne para liberarse
nuevamente a planos más sutiles, los mundos espirituales, en donde realmente es
su verdadera morada, su verdadero hogar.
Para comprender mejor la dualidad de espíritu-materia,
tenemos que saber que estamos constituidos por diferentes cuerpos o vehículos en
donde el cuerpo denso, es solo uno de los que el Espíritu utiliza para la
adquisición de consciencia. Cada uno de
éstos cuerpos, está en relación con uno de los mundos en los cuales, nuestro
Ego habitando uno de esos cuerpos o estados de vibración de la energía, debe
tener su permanencia relativa.
El cuerpo denso junto con la energía vital, nos mantiene
activos y sanos. Tienen su centro de
acción en el Mundo Físico, este que conocemos relativamente y que está
constituido por sólidos, líquidos y gases.
Pero los sólidos, líquidos y gases, mantienen su actividad, debido a la
energía vibratoria que produce el calor, la radiación que no se concibe ni como
sólido ni como líquido ni como gas, es un cuarto estado, muy sutil y
responsable de que los otros tres estados puedan interactuar.
Cuando a los sólidos se les aplica calor, se estimula su
vibración molecular y poco a poco se convierten en líquidos al derretirse o en
gases al quemarse y si se le sigue aplicando calor, continúa aumentando la
vibración molecular hasta que llega el momento en que es tal la separación de
las moléculas que se vaporiza o sutiliza.
Así mismo, cuando el Ego está en un cuerpo denso; puede
manifestarse, pero llegado el momento cuando tiene que abandonar la materia, en
el proceso equivocadamente llamado muerte, ya el cuerpo denso no le es
necesario en el estado de vibración relativamente superior en el cual se
encuentra.
En la llamada muerte abandonamos los cuerpos denso y vital o
la vitalidad, para abandonar el Mundo Físico.
Pero los otros mundos que no son lugares en el espacio sino estados
de consciencia, se interpenetran los unos con los otros y con el Mundo
Físico, tal como está correlacionado el Mundo Físico con los gases y con las
ondas de energía llamadas electromagnéticas bien sea de la radio, de la
televisión, de los rayos cósmicos, rayos X, rayos gama, ultravioleta y muchos
otros. Cada uno ellos tienen un nivel de
vibración particular; a mayor nivel de vibración, mayor sutilidad, pero todos
están absolutamente interpenetrados.
El mundo donde se encuentran los llamados “muertos”, quienes
en verdad están relativamente más vivos que nosotros, se encuentra aquí mismo rodeándonos,
en un grado de vibración diferente, más sutil, porque ya no tienen la materia,
la cual relativamente les condiciona para la manifestación física.
Además de los cuerpos denso y vital, tenemos un cuerpo de deseos o emocional, el cual nos permite llevar una vida muy activa durante muchas décadas, en los años posteriores a haber fallecido físicamente, en las regiones llamadas purgatorio y Primer Cielo situadas en el Mundo del Deseo.
Posteriormente nuestro Ego debe abandonar ese cuerpo
emocional en un proceso llamado la
segunda muerte, para seguir su vida relativa en el cuerpo mental, en el
mundo mucho más sutil de vibración llamado el Segundo Cielo situado en el Mundo del Pensamiento o Mundo Mental, hasta
que finalmente el Ego abandona ese último cuerpo que relativamente le servía
para actuar en ese plano, para sumergirse en la Vida Divina,
en el mundo espiritual llamado Tercer Cielo, en donde va asimilar las experiencias que logró aprovechar
en su anterior encarnación.
El cuerpo denso nos proporciona experiencias, el cuerpo
vital la salud, el cuerpo emocional es el que nos hace enojar tanto, pero
también nos hace desear y estar activos, y el cuerpo mental que es el que nos
hace pensar con más o menos claridad.
Estos cuatro cuerpos: físico, vital, emocional y mental, es lo que
constituye la personalidad; es lo que el Ego, la
chispa divina que mora en nosotros, abandona después de ese período llamado
encarnación, quedando la divina Individualidad, el Ego, Yo, el cual es Consciencia, Sensibilidad e Imaginación. Eso es realmente nuestro ser: un centro de
consciencia, de amor y de poder.
Para hablar acerca de lo que es la muerte, se han tejido
varias teorías: la materialista, la teológica y la renacentista.
La teoría materialista dice que vamos de la cuna a la tumba,
que simplemente desde el momento en que nacemos, empiezan todos los procesos
psico y fisiológicos a ir derivando la posibilidad de que podamos pensar, amar
y que la consciencia se va actualizando a medida que avanzamos en edad, pero
que cuando llega el momento de abandonar el cuerpo al morir, hasta ahí llegó todo y por lo tanto desaparecen la consciencia, las experiencias
adquiridas y la Vida.
Es la teoría racionalista, positivista, materialista. Pero si vamos a la ciencia que es la que
apoya esta idea, entonces, podemos observar, que está contradiciéndose en un
postulado muy básico, que es el postulado de la conservación de la energía, el
cual dice: “nada se crea, nada se
destruye, todo se transforma”. Entonces,
¿cómo pensar que se van a destruir las posibilidades de consciencia, de amor,
de imaginación creadora, de facultades mentales, de intelectualidad, de
composición musical, de maestría en el arte, en la ciencia, en la literatura o
en cualquier campo que se hayan adquirido, al momento de morir?
¿Para qué ese proceso de una encarnación que muchas veces es
muy corta, para que se pierda absolutamente toda la genialidad relativa que un
ser pueda lograr? Y si no se pierde
entonces, ¿a dónde va? La ciencia
material no tiene la posibilidad de dar respuesta a esta inquietud.
La teoría teológica, dice que al momento de nacer, “Dios
insufló en la nariz del hombre, y este fue un anima viviente” y que sólo al
momento del nacimiento es cuando el Espíritu viene a la existencia y que
después de la muerte, según sus actos, irá a un cielo o a un infierno
(¿hipotéticos?) por toda la eternidad.
Además esta teoría afirma que se salvarán ciento cuarenta y cuatro mil de éstos
bien amados hijos de Dios. Imaginemos a
Dios emanando parte de su Vida, de su Ser, de su Esencia Espiritual, a miríadas de Espíritus, la Vida que alienta
en nosotros, para que de los
miles de millones de chispas divinas de su ser,
¡sólo ciento cuarenta y cuatro mil se salven y los demás se vayan a al fuego
eterno del infierno ! ¿Habrá realmente razón de perfección en ese
plan divino? Además, si algún Ser
humano es malo, si es perverso, entonces, Satanás se los lleva para el
infierno. Si a Dios, le pueden ganar
almas, no puede ser Dios. Y si Dios
permite que nosotros, sus hijos nos condenemos, no puede ser bueno.
Dice la teología que “para que la Voluntad Divina se pueda
cumplir en nosotros”, es la razón por la que hay unas muy pocas personas ricas,
bellas, felices, sanas, con todas las posibilidades para satisfacer sus
necesidades y generalmente con mucho más de lo que necesitan, mientras que la
inmensa mayoría de la humanidad es pobre, fea, huraña, enferma, miserable y
triste. ¿Podremos llamar esto un plan
Cósmico y justicia Divina: enviar unos
muy pocos a ser felices y a otros, la mayoría, a sufrir? Eso no puede ser un plan Divino, porque no
es coherente, ni bondadoso, ni amoroso, ni lógico.
Pero hay más, si a la persona no le echan agua en la
cabeza, entonces se va para el limbo, un lugar que nadie sabe dónde queda, ni
para qué sirve, pero que definitivamente el niño no bautizado, no queda “ni
para Dios ni para el diablo”.
Estas teorías materialista y teológica nos llevan a
pensar que satisfacen la inquietud de conocimiento del ser humano, del
alma, que como decía Amado Nervo “es como un cáliz que sólo se llena con la
eternidad”.
Y llega el momento en que empezamos a inquirir: ¿Quién soy
realmente? ¿De dónde vengo? ¿Qué estoy haciendo aquí y para dónde voy?
¿Cuál es mi misión en esta vida? ¿Únicamente vine aquí a sufrir y nada más que
a dar tumbos? ¿Únicamente vine aquí a
comer, a dormir y a cohabitar? ¿Es
esto realmente un plan divino, un plan cósmico? ¿Voy a vivir aquí veinte, treinta, cincuenta, quizás noventa años
y se acabó todo después de sufrir o de gozar mucho según lo que
relativamente pueda suceder?
El destino del Ser humano no es el de gozar ni el de
sufrir, sino el de adquirir experiencia, lo que da la base para la teoría
renacentista, que es el conocimiento que el esoterista, ha logrado ir
investigando profundamente después de desarrollar la facultad clarividente, que
forma parte de las cualidades inherentes que todos tenemos.
Al investigar con la facultad clarividente, se observa en
planos suprafísicos a aquellos seres que están prestos a renacer o reencarnar y
también qué es lo que pasa con aquellos seres llamados muertos, después del
momento del fallecimiento.
Muchas personas dicen: “la muerte es un misterio tan
insondable, que nadie ha regresado para contárnoslo”. Si, si han regresado y son demasiados, han regresado a través de
encarnaciones sucesivas y ahora recuerdan sus vidas anteriores y también lo que
pasa en los planos suprafísicos. Tienen
además la capacidad de desligarse de su cuerpo en los momentos de sueño profundo
y pasar conscientemente a aquellos planos, observar a sus habitantes —los
llamados muertos— hablar con ellos y
conocer el misterio de la muerte.
La teoría renacentista explica que en el principio, la
Divinidad, Dios, emana de sí y en su propio campo áurico o campo de energía,
llamado Sistema Solar, una inmensa cantidad de chispas divinas o Espíritus, los
cuales como chispas de la llama, tienen en sí la posibilidad de convertirse en
llama.
Ese es el proceso maravilloso de la evolución: que la
chispa divina evolucione a través de millones de años dentro de la forma, para
desarrollar todas las cualidades cósmicas que tiene en sí misma. Si no tuviéramos esas posibilidades, ¿de
dónde surgiría la maestría, la sabiduría y la genialidad de los prohombres de
todas las razas? Justamente, es porque
tenemos la esencia misma de la divinidad que puede ser despertada mediante
procesos adecuados.
Gracias a la evolución, progresivamente iremos de lo bueno a
lo mejor, de lo mejor a lo óptimo y de lo óptimo a lo superior, siempre en
perfeccionamiento progresivo, perfeccionamiento que no podemos hacerlo en
veinte, cincuenta, ochenta o noventa años, si es que estamos encarnados todo
ese tiempo.
Leonardo De Vinci, que mostró la maestría en mecánica,
física, anatomía, fisiología, pintura, escultura, que era inventor, etc., le
preguntaron:
—¿Maestro, para saber con tal perfección una sola de esas
ciencias se necesita toda una vida; usted sabe casi todas las ciencias, cómo ha
hecho?
A lo que respondió:
—“Es muy sencillo, recuerdo mis últimas cuarenta vidas”.
Obviamente tenía un estado de consciencia superior; había
logrado a través de su evolución desarrollar algo de esas cualidades infinitas
que el ser humano tiene por desarrollar.
Eso es lo que debemos saber, que por medio de encarnaciones sucesivas a
través del tiempo, podemos ir desarrollando ingentes cualidades.
Encarnamos aproximadamente cada mil años y por lo
general alternadamente: una encarnación como varón, otra como mujer, etc.,
porque nuestro Espíritu es andrógino, es decir que tiene en sí el germen divino
de lo masculino y de lo femenino, sin ser el Espíritu de un sexo en particular,
pero con la posibilidad de manifestarse como mujer o como varón según las
necesidades evolutivas que esté necesitando, en un momento determinado de la
experiencia cósmica.
Cuando la persona exhala su último suspiro, es decir, cuando
se detiene definitivamente el corazón y ocurre el fallecimiento físico, el
Espíritu se retira del cuerpo denso por el nervio pneumogástrico hasta el
cerebro y luego por la coronilla, llevando consigo algunos átomos que tienen
información de la constitución de los cuerpos físico, vital, emocional y
mental. Después, el cuerpo vital
empieza a salirse poco a poco del cuerpo físico, hasta que queda flotando
aproximadamente 1metro de altura sobre el cadáver, en la misma posición en la
cual está este, siendo interpenetrado por los cuerpos emocional y mental, y su
morador el Espíritu.
Entonces el Ego (que no es posible verlo ni por el ojo clarividente
más avanzado, porque ver al Ego significaría ver a Dios), queda en un estado de
trance profundo, que va desde unas horas hasta tres días y medio, según el
tiempo que esa persona hubiera podido permanecer despierta, pero no más de tres
a tres días y medio.
En ese momento comienza el llamado proceso post-mortem o
visión del panorama, que consiste en que el Ego empieza a observar todas las imágenes de los hechos realizados en la
encarnación que acaba de terminar, imágenes que se habían acumulado
subconscientemente en el cuerpo vital, que es en donde se encuentra radicada la
memoria, pasando toda la información que está archivada en el cuerpo vital
hacia su siguiente cuerpo en grado de sutilidad que es el cuerpo emocional,
cuerpo en el cual el Ego va a continuar su existencia durante un período de
tiempo que dura alrededor de un tercio del tiempo físico vivido.
El estado post-mortem es un estado como de profunda
concentración en el cual el Ego observa su vida anterior —sin intervenir mental
ni emocionalmente— lo que hizo en los últimos años de su encarnación
(posiblemente en la ancianidad), luego en la edad madura, posteriormente en la
adolescencia, después en la infancia, finalizando en el momento en el cual nació. A ese proceso, que es una retrospección, se
le llama visión del panorama,
lo que le ha de permitir al Espíritu fijar la
información de todos los
actos de su vida (o encarnación) anterior, desde
el cuerpo vital hacia el cuerpo emocional, en donde el Ego ha de continuar en
su vida post-mortem.
Durante ese proceso, no se debe interrumpir para nada al
fallecido que se encuentra en ese estado de profunda concentración a la cual
está sometido el Ego, porque todavía, aunque parcialmente, está el cuerpo vital
interpenetrando el cuerpo denso, y siendo el cuerpo vital relativamente
sensible a los estímulos externos, reacciona ante ellos afectándolo como cuando
el cadáver se punza para inyectarle formol o cuando se le realiza la necropsia.
Incluso los cadáveres de personas relativamente obesas, sin aplicarles
formol, en veinticuatro horas no se descomponen liberando el olor
característico; por eso uno debe decir
en la funeraria: —no le apliquen formol, es mi responsabilidad—. Y ellos tienen que respetar nuestra
decisión.
En los casos en los que se prepara de esta manera al cadáver o se le realiza la necropsia, se
interrumpe al Ego sacándolo de su profunda concentración, y al no poder hacer
la visión del panorama de su vida, se retira definitivamente de su cuerpo
vital, sin hacer su trabajo.
Lo mismo ocurre si se crema el cuerpo inmediatamente,
porque al hacerlo, se destruye también el cuerpo
vital porque está formado por átomos físicos.
Igualmente, el ulular de las sirenas en los sepelios, el sonar de
campanas y los lamentos y gritos de los deudos abalanzándose sobre el cadáver o
sobre el féretro, sacan de ese profundo trance a ese ser que lo único que
necesita es paz y silencio.
Cuando alguien fallece en la casa, debiéramos dejarlo en su
lecho de muerte, cobijado, sin
molestarlo para nada, durante unas ocho horas, levantándole un poco las
piernas, con algún cojín con el fin de que se liberen más fácilmente energías
que están radicadas en debajo de los pies, contenidas en la llamada bolsa
astral.
Luego prender velas y acercar flores frescas al cadáver,
porque el calor vital de las velas y la vitalidad de las flores ayudan a la
retirada del cuerpo vital desde el cuerpo denso. Sino se tiene en cuenta este
cuidado, la vitalidad necesaria para este proceso es obtenida por el elemental
físico del cadáver de todos aquellos que se acercan a él, especialmente de los
niños que tienen un cuerpo energético muy delicado.
El elemental físico es el encargado de mantener la cohesión
molecular del cuerpo denso mientras estamos “vivos” y es el elemental físico
presente en el cadáver y no el Ego (porque él ya no es consciente de esta
situación), empieza a absorber de donde pueda energía necesaria para favorecer
la salida del cuerpo vital que ha de quedar flotando sobre el cuerpo denso y
así facilitar la retrospección o visión del panorama.
Acercarse de vez en cuando al cadáver en un estado de
profunda oración, no con rezos físicos y letanías, sino orando mística, armonía
y espiritualidad, con la lengua del pensamiento, agradeciendo a la Divinidad
porque ese proceso maravilloso llamado desincorporación se ha producido o se
está produciendo, y porque ese ser se está liberando de las ataduras de la
materia para sumergirse en las regiones del Espíritu para asimilar las
experiencias que acaba de obtener en esa encarnación.
Además imaginar una luz radiante que rodea a ese ser
querido, deseándole paz, que es lo único que debemos irradiar en ese momento y
si queremos colocar algo de música clásica muy suave con muy poco volumen,
maravilloso.
Después de unas seis u ocho horas cuando ya el cuerpo se ha
enfriado, se debe colocar en el féretro, se lleva a la funeraria si así se
prefiere, durante unas 16 horas más continuando la velación, hasta completar
veinticuatro horas. Debe tenerse en
cuenta que todavía el Ego sigue en su estado de profunda abstracción observando
los acontecimientos de su vida, por eso hay que ser muy cuidadosos de nuestra
conducta para no perturbarlos.
Si el cadáver va a ser sepultado, está bien proceder a
hacerlo, o si se desea proceder según la tradición esotérica, se debiera
depositar al cadáver durante cuarenta y ocho horas más en una nevera, para
permitirle al Ego continuar su trabajo interno (proceso que también ocurre si
se ha sepultado), para luego someterlo a cremación al tercer día.
Este proceder tiene varias finalidades:
·Que el Espíritu no quede rondando apegado a la materia densa
que dejó atrás, como ocurre con el enterramiento.
·Que los cementerios son focos de infección astral y vital para
las personas y ciudades. Por eso los
niños pequeños no deben llevarse jamás a un cementerio y las personas que allí
van o han estado en contacto con cadáveres, no deben llegar a abrazar
niños. Cuando así ocurre, los niños se
van tornando pálidos, enfermos, van adelgazando, y muchos, si son de pocos días
de nacidos, llegan a morir, porque el elemental físico de los cadáveres que se
encuentran en los cementerios, en las funerarias, se le pegan al adulto.
Como el adulto es sano y fuerte, no le alcanzan a extraer
mucha energía aunque suelen sentir frío y agotamiento, pero en algunos casos el
elemental físico se va con ellos, para luego pegársele a los niños muy
pequeños, pudiendo hacerlos fallecer.
No llevemos jamás a los niños a esos sitios y si llegamos de un sitio de
esos a nuestra casa, debiéramos darnos un baño, cambiar de ropa, para que sea
lavada o para que se asolee y así podremos cargar a nuestros niños sin ningún
peligro.
Otra razón para la cremación, es que no tengamos que estar
yendo a un cementerio, ya que no tendremos parientes sepultados. ¿Ir a un cementerio a qué? Allí sólo hay basura. Nuestros seres queridos no se encuentran allá; ellos después de algunos días de haber fallecido, de un
momento a otro despiertan en el plano astral inferior del Mundo del Deseo, y
generalmente tienden a seguir haciendo lo mismo que hacían en
vida, durante un tiempo corto o largo según la persona: ir a la casa o a
la oficina, hacer oficio, etc., como dormidos, autómatas.
Pero de pronto despiertan y dicen: —¿Qué estoy
haciendo?— y se dan cuenta de que ya no
tienen cuerpo denso, pero sienten que no han muerto sino que están más vivos
que nunca porque no están limitados por el espacio ni por el tiempo, porque a
donde ellos quieren ir, instantáneamente llegan.
Nosotros sí estamos limitados por el cuerpo. Por eso los egipcios dejaron una obra
llamada “El Libro de los Muertos”, para hacer referencia a que estamos muertos
en la fosa de la carne.
Así como nos sucede que cuando estamos en un sitio de
oscuridad, salimos a la luz y nos deslumbramos, o estando en un sitio de mucha
luz y entramos a un sitio oscuro, tampoco vemos nada durante un momento,
análogamente sucede con la persona que ha fallecido; durante un tiempo no logra
ponerse a tono con ese plano, hasta que después de un tiempo ya logra despertar
en él.
Es una buena costumbre la misa de las exequias y otra al año
del fallecimiento, si así lo desea la familia, pero después se debe dejar en
paz al alma amada. Si se siguen
haciendo misas, llorando por el fallecido e imaginándolo todas las noches, no
permitimos que aquél trascienda a las regiones espirituales, manteniéndolo en
un mundo intermedio, del cual no puede
salir, siendo un sufrimiento muy grande para el Ego que siente está rezagándose
en su evolución
Cuando el Ego abandona definitivamente el Mundo Físico
inmerso en sus cuerpos emocional y mental, entra a la región purgatorial del
mundo deseo —que es la región inferior de ese mundo— mientras que la región
superior es llamada el Primer Cielo.
Cuando se pasa a la región purgatorial del Mundo del Deseo,
usualmente se debe estar allí una tercera parte del tiempo vivido físicamente
—comparándolo en tiempo terrestre—.
Suponiendo que una persona vivió aquí noventa años, en el Mundo del
Deseo debe estar alrededor de treinta años sintiendo el dolor moral que le
causó a otros.
El Purgatorio sirve al Espíritu para cancelar todas las
deudas negativas que contrajo. Por
ejemplo, si injurió o hizo sufrir a alguien mientras estuvo encarnado, en el
plano purgatorial ha sentir el mismo sufrimiento moral que la otra persona
sufrió, pero intensificado tres veces, aunque esta experiencia dure en tiempo,
un tercio del sufrido por la otra persona.
El fin de esa situación, es que nuestro Espíritu aprenda,
que no debe nunca más volver a transgredir la ley divina de la armonía
universal; de no tratar mal a nadie, ni asesinar, ni robar, etc., lo que le
llevará en futuras encarnaciones a tener como acto de consciencia la tendencia
al buen obrar.
Es por eso que normalmente la mayoría de personas no se
atreven a asesinar, ni robar, ni mentir, ni hacer muchas cosas negativas,
porque ya en el pasado ha verificado esos actos perversos que le ocasionaron
inmenso dolor, primero en su vida post-morten en la región purgatorial del
Mundo del Deseo, y posteriormente en otras encarnaciones por ley de causa y
efecto, debiendo sufrir en carne propia lo mismo que él hizo a otros en otras
encarnaciones.
Todos aquellos que aún continúan por el sendero del mal y
del error, es porque apenas están aprendiendo esas experiencias, pero por la
ley divina de causa y efecto deberán sufrir el dolor que eso conlleva no
solamente en la región purgatorial, sino después en futuras encarnaciones,
porque le harán inexorablemente lo que hizo.
Debemos recordar siempre las palabras del Señor Jesús: “No
hagas a otro lo que no quieras que hagan contigo”. Sufrimos en el mundo purgatorial lo que hemos hecho sufrir a
otros y luego cuando estamos encarnados, alguien nos hará sufrir tanto como
nosotros hicimos sufrir a otros en el pasado.
Así aprendemos la lección no solamente en el campo moral, sinó también
físico, creciendo en consciencia y evitando volver a incurrir en esos errores.
Por eso se habla de que hay personas “tan buenas, bondadosas
y todo lo que sufren”. Es porque
posiblemente fueron perversos en otras vidas, lo que ahora los lleva a sufrir
por ley de causa y efecto y por eso traen la tendencia al buen obrar. Así es como la humanidad va perfeccionándose
progresivamente.
En la región purgatorial también tenemos que purgar nuestros deseos errados y
negativos, porque cuando fallecemos no cambiamos para nada ni emocional ni
mental ni sensorial ni conscientivamente.
Nos llevamos exactamente las emociones, los pensamientos, las imágenes
que mantenemos acá; lo único que no tenemos es el cuerpo denso que permite
satisfacer algunas experiencias a través de procesos fisiológicos naturales o
que atempera relativamente las experiencias dolorosas, porque con sólo
entregarse al sueño se mitigan o hasta se inhiben.
Al estar en ese plano seguimos con los mismos deseos: el
borrachín quiere beber, pero no tiene estómago ni cuerpo que le permita sentir
la embriaguez, puede buscar en las tabernas el licor que quiera pero no puede
absorberlo; sufrirá, hasta que llegue como un acto de consciencia cuando
pensará: —es inútil, ya no puedo satisfacer más la bebida, realmente esto yo no
lo necesito, esto no es parte de mi evolución.
Así en futuras encarnaciones traerá la tendencia a superar el licor,
pero las tentaciones se le presentarán a granel, para ver si ha aprendido la
lección lo suficientemente bien o si va a continuar recayendo en ese sendero
equivocado. Si recae, sufrirá física y
moralmente, siendo su sufrimiento cada vez mayor.
Si por ejemplo otra persona cuando estaba encarnada tenía un
insaciable apetito sexual, al estar en la región purgatorial querrá continuar
satisfaciendo ese impulso, pero no tiene los medios fisiológicos que le
permitan hacerlo. Por más que intente
satisfacerlo no podrá y sufrirá por ello, hasta que por fin comprenderá, que su
destino y objetivo de evolución, son bien diferentes a sólo satisfacer su
instinto.
Cuando ya se ha producido el proceso de cancelar las deudas
en la región purgatorial, el Ego entra en un nivel de vibración superior, más
sutil, luminoso, radiante, pleno de felicidad, llamado Primer Cielo, que es el
Mundo de la Luz y del Color.
Así como en la región purgatorial que es la región inferior
del Mundo del Deseo se deben cancelar las deudas contraídas en la encarnación
inmediatamente anterior, en la región superior de ese Mundo llamado el Primer
Cielo, se ha de sentir toda la felicidad que se le proporcionó a los
demás. Toda la alegría, toda la
plenitud espiritual que los demás pudieron sentir por un acto bondadoso o
amable de nuestra parte, lo vamos a sentir también, pero intensificada tres
veces, aunque dure en tiempo tres veces menos, con el fin de asimilar como acto
de consciencia lo que debe ser el sendero del bien, del servicio, de la armonía
y del amor.
La razón de la visión del panorama o acto retrospectivo al
momento de morir yendo hacia atrás hasta el momento del nacimiento, es la de
ver primero los efectos de los actos realizados tempranamente en la vida, antes
de ver las causas que los produjeron; ver primero los sufrimientos y las
alegrías desde las últimas etapas de la vida y luego ir hacia atrás para ver
dónde sembramos esa alegría, ese sufrimiento, etc., y así nuestro Ego crecer en
consciencia. Los procesos cósmicos son
perfectos, todo tiene una razón matemática de por qué tiene que suceder así.
Cuando se habla del fallecimiento de los niños, muchas
personas en su dolor preguntan ¿porqué siendo tan pequeño se ha ido? Esos niños muchas veces son personas que
fueron familiares años atrás, los que al fallecer a su cuerpo se le aplicó
formol, se le realizó necropsia, se cremó su cuerpo prematuramente o se le
sometió a la angustia de gritos y lamentos al haber fallecido, impidiéndole por
alguno de estos medios realizar su visión del panorama.
Por lo tanto ese Ego debe renacer muy pocos años después y
si es posible en el seno de la misma familia, con la finalidad de hacer la
visión del panorama que no pudo realizar antes al momento de su fallecimiento.
Las personas que fallecen siendo niñas, no pasan por el
purgatorio, sino directamente al Primer Cielo en donde hay una serie de
personas que están preparadas para enseñarles a través de múltiples ejemplos,
todo lo que debe ser el buen obrar, puesto que en ese plano estas personas que
han fallecido siendo niños continúan con su estado de consciencia infantil.
Quienes enseñan a estos niños, conocen la anterior
encarnación de aquel que ha perdido sus imágenes porque le cremaron el cuerpo o
porque le aplicaron formol, entonces, lo que hacen es educarle para que siga el
buen camino en sus futuras encarnaciones trascendiendo lo negativo.
Todo eso ocurre en el Primer Cielo en el mundo de la luz y
del color. Allí todo artista, todo
pintor, todo escultor, se solaza con los colores que allí existen, con la
posibilidad de manejar un mundo que es infinitamente plástico y de inmenso
colorido, para hacer todo lo que en vida quiso hacer, pero por la incapacidad
física de la materia para prestarse a modelarse plásticamente, no lo pudo
hacer.
Después haber pasado en el Mundo del Deseo por este proceso
que dura la tercera parte de lo que vivió físicamente, abandona el Cuerpo
Emocional o de Deseos, en el proceso llamado la segunda muerte. El
Cuerpo de Deseos abandonado no se desintegra tan rápida y fácilmente como los
cuerpos Físico y Vital; se demora en desintegrarse varias décadas, es lo que se
llama “cascarón astral”, una corteza vacía, sin mente, pero que guarda la
información de los actos verificados por esa persona a lo largo de su vida,
porque a través de la visión del panorama se pasó la información del Cuerpo
Vital al Cuerpo de Deseos.
En las sesiones espíritas, son esos cascarones vacíos sin
alma, sin Ego, los que son atraídos; como tienen algo de memoria de los hechos
acaecidos, pueden decirle a los familiares:
—“sí, yo soy fulano de tal y yo hice tal y cual cosa, etc.
Pero no es su ser querido, es el vestido desechado por aquel en ese mundo.
No es el espiritismo la vía para comunicarnos con aquellos
seres ya idos; es a través de estados profundos de relajación y meditación,
imaginándolos, viéndolos con la vista
mental, como se va abriendo un canal espiritual que permite tomar contacto
telepático en las regiones del ultra, con ellos.
Cuando nos desplazamos de nuestro cuerpo denso durante el
sueño, los vemos, hablamos, jugamos y compartimos, siendo momentos de inmensa
felicidad tal como realmente muchos lo han sentido.
Más sutil que el Mundo del Deseo, es el Mundo del
Pensamiento, que tiene también dos regiones: la región del Pensamiento Concreto
o Segundo Cielo y la región del Pensamiento Abstracto o Tercer Cielo. Al pasar el Ego al Mundo del Pensamiento,
además de luz y color, se encuentran los sonidos de la Armonía Cósmica llamados
por Platón “la Música de las Esferas”, es decir de la fuerza del Verbo Cósmico
resonando en el cosmos.
Allí el ser humano además de luz y de color, encuentra una
serie de melodías que ayudan en su evolución a mejorar su estado interno de
progreso ad infinitum, pero allí no
se puede quedar inactivo. Durante un
tiempo, el Ego, dirigido por ángeles, arcángeles, espíritus de la naturaleza y
todos aquellos ministros y subalternos
de la Divinidad, le enseñan cómo formar el arquetipo del nuevo Cuerpo Denso que
debe tener en su futura encarnación por merecimiento kármico.
También le enseñan a formar junto con las llamadas fuerzas
modeladoras del relieve o fuerzas de la naturaleza, a modelar la naturaleza
terrestre tal como él quiere verla cuando renazca después de aproximadamente
mil años. A unos les gustan las selvas,
a otros los mares, a otros las montañas, a otros las campiñas; cada uno se
especializa en el arquetipo de aquel medio ambiente en el cual espera renacer.
Después de formar el arquetipo de su nuevo Cuerpo Denso y de
ayudar a modelar la naturaleza terrestre, por fin el Ego, abandonando su Cuerpo
Mental, se sumerge en el Gran Silencio, la Vida Divina, en la región del Mundo
del Pensamiento Abstracto, sede del Espíritu Humano, en un estado de profundo
trance.
Allí no se da cuenta de nada de lo que sucede a su
alrededor; está como cuando nos encontramos profundamente dormidos mientras el
organismo se recupera, renovándose, preparándose para un nuevo amanecer
evolutivo en otra encarnación, para que en ese nuevo amanecer pueda aprovechar
las experiencias que necesita en su sendero infinito de progreso hacia Dios.
Cuando llega el momento de renacer, el Ego siente la
necesidad de seguir adquiriendo experiencia; sale de ese trance profundo en el
que se encontraba y desde el Mundo Mental empieza a formar el arquetipo de sus
diferentes cuerpos: Mental, Emocional, Vital y Denso.
En el Mundo del Pensamiento, atrae materiales del Mundo
Mental para formar un nuevo Cuerpo Mental, luego se sumerge en un nivel de
frecuencia vibratoria más denso en el Mundo del Deseo, atrayendo los materiales
del Mundo del Deseo para formar el Cuerpo Emocional, y en ese momento se pone a
disposición de los Señores del Destino, las Jerarquías que se encargan de
nuestras deudas kármicas para que recibamos justamente lo que nos merecemos;
seres que tienen una gran consciencia y conociendo todas nuestras vidas
anteriores, saben cual es el destino que nos merecemos: en lo físico, salud,
belleza y prosperidad o enfermedad, fealdad y miseria, y en lo interno,
felicidad, inteligencia y plenitud espiritual o tristeza, ineptitud e
inconsciencia.
Al ponerse el Ego a la disposición de aquellas Jerarquías
Divinas, se le permite elegir entre dos o tres opciones de medios ambientes en
los cuales renacer y tipos de padres que le han de permitir aprovechar las
experiencias que necesita en esa encarnación, y a ver a grandes rasgos el tipo
de vida que llevará en cada caso.
Así como puede mirar los principales sucesos de su futuro,
que son los efectos de causas sembradas en vidas anteriores, así también puede
mirar su pasado, en dónde sembró esas causas favorables o adversas que ahora se
apresta a recibir. La finalidad de
éstos hechos, es que haga consciencia de la ley Cósmica de Causa y Efecto, para
que la tendencia al buen obrar logre convertirse en una norma en su vida.
Una vez el Ego eligió en dónde encarnar, no hay manera de
arrepentirse. Los Señores del Destino
colocarán en uno de los espermatozoides de quien va a ser el padre, el átomo
simiente (átomo semilla) del Cuerpo Denso, para formar su cuerpo físico, y en
uno de los óvulos de quien va a ser la madre, el átomo simiente del cuerpo
vital, que es el homólogo del otro átomo que tiene el padre, para favorecer la
encarnación de ese nuevo ser, aunque pueden no haberse conocido el padre y la
madre aún.
Hasta con veinte años de antelación elegimos a quienes van a
ser nuestros padres. Muchos muchachos
dicen:
—“es que yo no elegí nacer con ustedes.
Y uno podría decirles:
—“sí elegiste nacer con nosotros y por eso estás aquí.
Uno elige a sus padres.
Esa es la gran verdad y entonces viene un nuevo amanecer, otra
reencarnación para seguir adquiriendo experiencias. Ese es el proceso de la vida y de la muerte; pero no hay muerte,
sino vida y sólo vida.
¿Qué es lo que pasa con los suicidas, con los asesinados y
con los que mueren accidentalmente? Los suicidas, habiéndose separado de la ley
divina de la encarnación, atentando contra su cuerpo, abandonan la materia,
pero el arquetipo del Ego radicado en el Cuerpo Mental que debía mantener la
armonía de los Cuerpos Físico, Vital, Emocional y Mental, al no haberle llegado
la hora de cesar en su vibración, sigue manteniendo la continuidad de
consciencia de los cuerpos sutiles.
Por lo tanto se siente más vivo que nunca; se siente
“ahuecado” porque mantiene su cuerpo áurico unido a la Consciencia en donde
actúa el Ego, pero le falta la materia, porque la arrebató a la fuerza.
Una y otra vez, repite en su consciencia los momentos
previos al suicidio —que no deben ser nada agradables— una y otra vez, hasta
cuando llegue el momento en que por ley divina, debía fallecer. En ese momento se sumerge en el gran sueño
de la muerte; aunque se encuentra en los mundos suprafísicos, queda durante
algún tiempo en estado de inconsciencia antes de comenzar realmente su vida
purgatorial, su vida de Primer Cielo, Segundo Cielo, etc.
Ese sufrimiento tan intenso, tiene como finalidad que en
futuras vidas, cada vez que se le pongan las cosas difíciles (y que se le han
de poner así porque le han de seguir probando a ver que tanta fuerza moral
tiene) el sólo hecho de pensar en el suicidio, le aterrará, le atormentará y
dirá:
—“ni de riesgo.
Y no volverá a intentar contra su Templo cuerpo.
En el caso de los asesinados, posiblemente a la persona, aún
no le había llegado su momento de fallecer, porque la ley kármica no asesina,
ni se toma venganzas. Su arquetipo
sigue vibrando, pero para las Jerarquías divinas le sumergen en un estado de
profundo trance durante el tiempo que debía durar aún su vida terrestre.
Esto sucede en la mayoría de los casos; mientras a la
persona le llega el momento de desincorporar naturalmente, pero a veces no
sucede. A veces la persona, bien sea
porque haya sido un esoterista o por alguna otra razón (que desconocemos),
logra despertar en esos planos, como despiertan rápidamente quienes mueren por
accidente, continuando su proceso de evolución en las regiones suprafísicas.
Pero, ¿qué sucede cuando esta persona no despierta sino que
queda en trance profundo? Si el asesino
fallece antes de que aquel asesinado despierte, por un fenómeno de inducción,
el asesinado estará pegado al campo áurico del asesino en esos planos, en esos
mundos suprafísicos. El asesino lo
estará viendo a todo momento y le atormentará porque piensa que estaba
muerto. El sufrimiento del asesino es
terrible y si además el asesino se encuentra con un centenar de asesinados por
él, pues imaginemos la situación en la que se encontrará.
Si el asesinado ya despertó en esos planos por llegar el
momento en que debía fallecer físicamente también, por un fenómeno de
inducción, asesino y asesinado tendrán que encontrarse y la presencia del asesinado
seguirá al asesino por todas partes y la situación es bastante lamentable para
esta persona, quien empieza a sentir en la región purgatorial todo el dolor, la
frustración, el terror, la angustia que la otra persona sufrió en los momentos
previos a su asesinato.
El asesino en futuras encarnaciones, no será asesinado, pero
sí podríamos decir que morirá violentamente por accidente, una y otra vez
cancelando las deudas preexistentes, hasta cuándo aprenda la lección de no
quitarle el Templo cuerpo a nadie en donde el Ego —Dios en nosotros— tiene su
morada.
Quien muere violentamente por accidente, despierta muy
rápido en ese plano a los pocos días y se da cuenta que ya ha fallecido, que ya
ha abandonado la materia.
¿Qué es lo que sucede en el Mundo purgatorial con los
materialistas que pensaban que “después de ésta vida no hay nada”? Es triste ver a estas personas en las
regiones más densas de Mundo del Deseo, en la región purgatorial, solas, en
medio de tinieblas, —ese es el mundo que ellos formaron en su psique—.
Se ven allí con una angustia indescriptible, sin saber qué
está pasando, se sienten vivas pero no saben a dónde ir, ni saben qué hacer,
porque siempre rechazaron la posibilidad de que existiera la vida después de la
vida. Después de un tiempo largo, en el
que comprenden que la Vida es eterna, tienen la posibilidad de pasar a las
regiones suprafísicas más elevadas y salir de esa angustia tan tremenda.
Debiéramos aprender la meditación
en la muerte; entrenarnos ahora que podemos en lo que respecta con la
muerte, preparándonos para conocer la indestructibilidad del Ego, sabiendo que
la muerte no existe.
Con los ojos cerrados, imaginar un féretro; acerquémonos a
él y oh, sorpresa ¿qué veo? Me veo yo,
pero no puedo ser yo, porque yo estoy aquí afuera, mirando. Si yo estoy aquí, ¿por qué estoy allá?.
—“Ah, no, yo estoy vivo, si estoy vivo, ese no puedo ser yo,
ese es el cuerpo que usaba”.
—“La muerte no existe, la Vida es eterna, la Vida es
perfecta.
Luego en la meditación imagino estar en el campo; un campo
rodeado de árboles, por donde pasa un riachuelo profundo de aguas
cristalinas. Hay gigantescas rocas a
lado y lado del riachuelo y una gran fogata al lado del río. Luego me digo:
—“Ajá, voy a meterme al fuego a ver qué pasa.
Con la imaginación nos metemos al fuego sin sentir nada.
—“no me quemo, sigo siendo yo, el fuego no me destruye.
Imaginarse después entrando al agua, al fondo del riachuelo,
en esas aguas tranquilas, frescas y cristalinas, y ¿qué sucede? Continúo vivo, no me ahogo, ni siento angustia
de ninguna clase.
Luego imaginarse penetrando alguna de esas gigantescas rocas
hasta atravesarla, obviamente sin sentir daño.
Luego meditar:
—“Puedo atravesar las rocas, puedo estar debajo del agua sin
ningún problema, puedo estar en el fuego y no me quemo, entonces como Espíritu
soy indestructible.
Esa es nuestra vida interior; somos perfectos, nada nos
daña, no nos pasa nada.
Perdámosle el temor a la muerte, dejemos ir a nuestros seres
queridos con la mayor alegría, con el mayor cariño posible, enviémosles amor
para que ellos no sufran y ellos lo sabrán agradecer por siempre.
También en la meditación podemos ayudar
llevar a los demás con el poder de nuestra imaginación, para que trasciendan
las penas y el dolor. Los imaginamos
frente a nosotros, mientras visualizamos que al inhalar un rayo de luz blanca
penetra por el entrecejo hacia la medula oblonga, dirigiéndolo luego hacia el
corazón, sufriendo una transmutación de luz blanca a luz dorada.
Dirigimos con el mayor sentimiento de amor,
un rayo de ésta luz dorada hacia el corazón, —centro crístico— de esa persona,
deseándole paz, armonía y felicidad.
Desde nuestro corazón que es el templo de
la energía del Cristo, del amor universal en la naturaleza del hombre,
imaginemos, que un sentimiento de amor hacia todos los seres y hacia toda vida,
nace como luz diáfana, que inunda nuestro cuerpo y nuestra aura, sintiendo que
somos el centro mismo del Universo, como un sol ingente de poder y de luz,
mientras irradiamos este inmenso amor que día tras día crece en nosotros, como
mensaje de vida, de paz, de armonía, de progreso, de espiritualidad y de
fraternidad hacia toda la creación.
Conferencias públicas:
Lunes,
Martes, Miércoles 7:00 P.M.
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¿Por quién
sufrimos cuando nos lamentamos en un funeral ? ¿Por los Egos inmortales, en su despertar brillante o por
nosotros en nuestra soledad ? Con
toda seguridad sólo lloramos por nosotros, ya que aquellos se encuentran bien:
se han ido al lugar que les corresponde y están en paz.
Dion Fortune
Publicación de la
ORDEN ROSA CRUZ KABALISTA
Apartado Aéreo 2656
Santiago de Cali, Colombia
Este libro se publica con cooperaciones
voluntarias y su distribución es gratuita.