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LOS DIOSES DEL OLIMPO

IVAN DARIO QUINTERO

Zerión

Copyright:

ISSN 0123—2185

Reservados todos los derechos

 

“Cultivar la admiración, devoción y contemplación, rindiendo culto a los Dioses Inmortales, es divinizarse, educiendo  sensibilidad y consciencia en todos los campos de la vida”.

 

INTRODUCCIÓN

Platón decía: “rendid culto  a los Dioses Inmortales, como las sabias leyes lo han dispuesto”.  Los dioses aparecen como personificación y símbolos de las fuerzas del cosmos, de la naturaleza y del hombre.

El panteón griego está constituido por doce deidades principales llamados “dioses Olímpicos”, presididos por Zeus, padre de hombres y padre de dioses.

H. P. Blavatsky, con respecto de los dioses paganos, dice: “éste término se ha interpretado erróneamente en el sentido de ídolos.  La idea filosófica relacionada con tales dioses no fue nunca de algo objetivo y antropomórfico, sino que en cada caso se trataba de una potencia abstracta, una virtud o una cualidad en la naturaleza; potencias espirituales y sin forma pertenecientes al Kosmos invisible

Todos los conocimientos relacionados con los dioses de los panteones, se han relacionado con mitos, fábulas y leyendas del folclor popular, pero son alegorías que encierran en el fondo una verdad generalmente de orden espiritual, moral o religioso.

 

LOS DIOSES DEL OLIMPO

Mitología Griega                              Mitología Romana                   Astrología           

Helios                                                  Apolo (Febo)                           ¤

Hefesto                                                Vulcano                                  

Hermes                                                Mercurio                                 c

Afrodita                                               Venus                                      d

Gea                                                      Tierra                                       E

Ares                                                     Marte                          e

Eros                                                      Cupido                                     ¨..

Zeus                                                     Júpiter                         f

Cronos                                                 Saturno                                    t

Ouranus                                              Urano                                       u

Poseidón                                              Neptuno                                  n

Hades                                                  Plutón                                      P

 

Tanto las religiones como la filosofía han tenido su origen real en la mitología, palabra traducida del latín como el estudio de las fábulas. Para los griegos en su sentido más profundo, mito tenía que ver con el conocimiento que se transmitía de maestros a discípulos a través de los tiempos y que debía servir para el despertamiento de la sensibilidad y de la consciencia de los estudiantes de lo trascendental.

Los antiguos no eran ningunos paganos, no hablaban de dogmas ni de creencias, sino que eran grandes observadores de la naturaleza; no importa la cultura, sea egipcia, griega, india o americana, todos observaban la naturaleza y en ese gran libro aprendían las más elementales y extraordinarias verdades que la humanidad ha recibido a través de mitos, alegorías y leyendas, para que las logremos comprender por medio de la meditación, no con la razón, porque la mente no sirve para ahondar en éstos misterios.

Los griegos consideraban los dioses olímpicos como el principio de todo cuanto es, ha sido y será.  Hablaban del Caos como principio de todo; la palabra griega es CHAOS, que se refiere a los cinco   elementos    primordiales    básicos   en   la constitución del Universo, de seres y de cosas: la C, es el elemento carbono o carbógeno, es decir, generador de carbón, la H, es el hidrógeno o generador de humedad, la A intermedia es el ázoe es decir la palabra antigua que simboliza el nitrógeno, la O representa el oxígeno generador de combustiones y la S final el sulphur, es decir el azufre, el cual es absolutamente indispensable en todas las reacciones electromagnéticas y bioquímicas de todo ser en evolución.

El poeta Hesíodo decía: “En el Principio era el Caos”.  Era el Espacio, la extensión ilimitada, el Abismo.  “Súbitamente, del Caos surgió la Substancia Primordial: Gaia, quien dio un sentido y un orden al Caos”.

“Quedaba todavía sobre Gaia un espacio vacío.  Para llenarlo, ella “creó un ser igual a sí misma, capaz de cubrirla por entero”.  Así creó a Urano, el cielo”.

“Por ese entonces rondaba en el Caos el poderoso Eros, el Amor Universal.  A partir de entonces ninguna fuerza podría engendrar nada sola.  Movida por Eros, Gaia se unió a Urano, su primogénito, engendrando con él una gran descendencia”.

La palabra Chaos o Caos representa lo mismo que para la religión la palabra Dios, para el filósofo la palabra Espíritu o para el hombre de ciencia la palabra Energía; por eso esta palabra es inmensamente sagrada para el esoterista.

Todo lo que viene del Caos irá hacia el Caos, es decir, todo proviene de la esencia infinita del Universo, la cual a través de la evolución sucesiva en multitud de formas y  estados, tiene la posibilidad de que surjan los sistemas de mundos: el Cosmos.

Todo cuanto existe es el Caos; es la materia primordial, la materia ingente en su eterna dualidad representando los aspectos masculino y femenino de  la  naturaleza,  del  hombre,  del  animal  o  del vegetal, así como los polos positivo y negativo de la electricidad, del magnetismo y de todos los elementos constitutivos de la naturaleza.

El magnetismo es el movimiento de la electricidad, es el movimiento eterno que los esoteristas orientales llaman Alaya, lo que los Rosacruces llaman el Alma del Mundo o Anima Mundi y lo que las religiones llaman Dios. El Caos como materia primordial, es aquella energía en la cual subyacen latentes los dos principios: el principio eminentemente positivo o irradiante y el principio eminentemente receptivo o absorbente, que se manifiestan como luz, calor, electricidad, movimiento, etc., porque nada viene a la existencia sino a través de la dualidad  o bipolaridad.

Esto fue lo que los griegos quisieron dar a entender al decir que del Caos surgió Gaia, mal interpretada como la Tierra física.  Gaia representa el aspecto femenino del Alma del Mundo, que se ha dado en llamar a través de los tiempos la Virgen María, la Virgen Madre, la Virgen Celestial; es el aspecto femenino de la Deidad, la cual representa la Substancia-Raíz Cósmica, como dicen los Rosacruces, el polvo cósmico como dice la ciencia; es el substrato que sirve como recipiente a la presión que ejerce la Energía Universal, como fuerza, es decir, el aspecto masculino de la Deidad.

A través de esa fuerza actuando en la resistencia que le ofrece la materia, resulta el movimiento que es la Vida, porque todo aquello que tenga movimiento perenne y eterno en tiempo y espacio es evolución y la evolución es la manifestación de la Vida en grados sucesivos.

La polaridad masculina, activa, energética y sutil fue llamada por los griegos Urano (Ouranos), palabra que en la teogonía de Hesíodo significa cielo; era Urano el más antiguo de todos los dioses y padre de los titanes divinos; representaba toda la extensión del cielo conocida con las denominaciones de “Océano Celeste”, “Aguas del Espacio”, etc.

Urano  y Gaia son la bipolaridad única y eterna en el Cosmos, la eterna dualidad de Espíritu-Materia, (energía y materia) siendo el resultado de aquella interacción la consciencia  infinita de seres y de cosas.

Cuando la materia-polvo cósmico se aísla en una porción del espacio, recibe la presión de la energía primaria del Logos, dando origen a una galaxia.

Gaia y Urano se unen gracias a la fuerza del  Eros cósmico, que es la fuerza de la fusión nuclear para producir la energía extraordinaria que genera un sistema galáctico de millones de soles. De ese abrazo espiritual surgen los titanes, los cíclopes (monstruos de un solo ojo) y los Hecatónquiros (gigantes de cien brazos y cincuenta cabezas); fuerzas tempestuosas y “terriblemente destructivas” de la naturaleza.  No son una fuerza destructiva, porque no existe destrucción sino regeneración eterna.

Son la personificación de las fuerzas de la naturaleza material que siempre oponen dificultades y obstáculos al surgimiento definitivo de las formas ordenadas y constantes de la vida.  Representan los cataclismos que transformaron el Universo y el planeta, preparando las condiciones necesarias para la evolución de la vida.

Todo en el universo es producto del cambio, de la permutación y reestructuración; eso es evolución: es ir de lo bueno a lo mejor, de lo mejor a lo óptimo, de lo óptimo a lo superior y así ad infinitum.

Eros es un dios primordial, contemporáneo de Caos.  Es el dios de los orígenes: “En el seno infinito del Erebo (el crepúsculo) primero, la noche de alas negras produjo un huevo sin germen, de donde en el curso de las estaciones, nació Eros.  Ha salido del huevo que partiéndose, ha formado la tierra y su cubierta”.

En el evangelio de San Juan, el Eros cósmico es llamado el Verbo, el sonido, el hacedor o Logos, por eso en los primeros versículos del mismo, dice:  En el principio era el Verbo, el Verbo era con Dios y el Verbo era Dios, todas las cosas por El fueron hechas”; es la fuerza de Eros, del Verbo, del Logos, que las religiones sin darse cuenta llaman el Cristo; es la fuerza extraordinaria del Amor universal para mantener la armonía de los universos y de los mundos, pero también es la fuerza del instinto, como poder preservador de las especies.

Cristo no es, no fue, ni será jamás una persona humana.  El Señor Jesús, el iniciado de Nazaret, fue un ser que logró hacer contacto en muy alto grado con aquella energía cósmica del Cristo; llegó a unificarse conscientemente con todos los seres y todas las cosas, sintiendo la unidad espiritual de la vida; por eso se le llamó el Verbo encarnado.  El texto bíblico dice:  El creó el mundo mas el mundo no le conoció”.  Si el Verbo creó el mundo, no puede ser Jesús porque él es posterior a la creación del universo.

Gaia y Urano conciben a Cronos (el Saturno de los romanos), el señor del tiempo.  ¿Qué es el tiempo?  Es la eternidad que muta todas las cosas. El tiempo no perdona nada, acaba con las civilizaciones, con la juventud y con la estabilidad relativa de las cosas.  Es la transformación eterna; por eso se decía que Cronos devoraba sus propios hijos; realmente somos hijos del tiempo como eternidad.

Infinitud y Eternidad, son la bipolaridad eterna; se refiere también a la coexistencia del espacio y del tiempo, aquellas dos funciones matemáticas que el Señor Einstein logró comprender para correlacionar mejor las energías del universo.  El tiempo es eternidad, el espacio es infinitud; son los aspectos masculino y femenino de lo cósmico en lo infinito y eterno.  El aspecto masculino, el tiempo, la eternidad, está constantemente presionando a través del infinito espacio, el aspecto femenino, para permitir la evolución del universo.

Según la profecía, uno de los hijos de Urano destronaría a su padre; fue Cronos quien tuvo como misión “asesinarlo”, es decir, destronarlo para que Urano no siguiera siendo el rey y guía de la evolución.  Por eso Gaia le entregó la hoz, con la cual Cronos le cortó el centro generador.  Al caer en el mar, el órgano viril con el semen expelido, forma una espuma blanquísima, de la cual surge Afrodita (Venus), diosa de la belleza femenina y el amor.

El planeta Venus, fue llamado por los griegos “el lucero de la mañana”, también Phósphorus o lucifer; éstas palabras significan, portador de luz.  Se refiere a la energía del Cristo, del amor universal, porque el fósforo es el elemento crístico por excelencia.  Lucifer no se refiere al ángel caído, sino a la misma fuerza del Logos en su aspecto de evolución en la conquista de la consciencia a través de los tiempos.

Cronos, el titán soberano, toma como esposa a su hermana Rea (Cibeles), que es la denominación de la materia formal; esta unión simboliza la cristalización definitiva de los planetas en este sistema Logoidal.

El oráculo le dice a Cronos que uno de sus hijos ha de relegarle y será el encargado de continuar su reinado; para que no se cumpla esta profecía, Cronos devora a sus hijos cuando nacen.  Su esposa angustiadísima cuando su hijo Zeus (el Júpiter de los romanos) va a nacer, se esconde en tierra extraña y lo deja al cuidado de ninfas y nereidas -espíritus de la naturaleza-.  Regresa a donde Cronos y envuelta en un saco le entrega una piedra que él engulle pensando que es su hijo; es así como Zeus se salva y al crecer, necesariamente destrona a su padre, liberando a sus hermanos Poseidón (Neptuno) y Hades(Plutón) que se encuentran en el vientre de su padre.

Zeus, Poseidón y Hades hablan de dividir todo el universo en tres campos: Zeus reinaría en los cielos, Poseidón en las aguas y Plutón en el Hades, reino de las sombras; allí se encargaría de las almas de los muertos que al pasar el umbral de su materia física debían ser juzgados por él.  En esta trinidad observamos nuevamente el aspecto de lo cósmico manifestándose en la naturaleza, porque siempre existe un ternario. 

Zeus se convierte en el padre del Olimpo, en el rey y director de los hombres y de los dioses; se le llama Padre de hombres y de dioses, porque unas veces fecunda a las mortales y otras da origen a los dioses.

Zeus se manifestaba de muchas maneras: cuando fecundaba a una diosa, lo hacía como un cisne blanquísimo (porque aunque se sumerja en el lodo, siempre sale con sus plumas blancas, es decir la impureza no le toca).  El cisne es el ave sagrada de los Rosacruces; como símbolo, representa la sensibilidad y la pureza que el ser humano debe tener en la privacidad de su vida sexual, logrando así, sublimar sus energías y convertirse en una unidad de espiritualidad y progreso.

Cuando Zeus fecundaba a una mortal, se convertía en polvo de oro, símbolo de la fuerza espiritual y de la sensibilidad, de la fuerza crística.  Cuando fecunda a Dánae tomando la conformación de una lluvia de polvo de oro, viene el nacimiento de Perseo (Per sé), el Ego, quien logra derrotar a los titanes, la medusa, el cancerbero, el kraken, es decir, todos los intrincados problemas de la naturaleza humana, para casarse con la princesa Andrómeda que es el Alma del Mundo interiorizada en el ser humano, la divina sensibilidad estética, la armonía espiritual de la vida.

Para seducir a otra mortal Zeus se transforma en un toro blanco majestuoso, perfecto; este es un animal que tiene un poder genitor tremendo, su energía es extraordinaria; por eso los egipcios hablaban del toro Apis, que representa las energías del polvo cósmico que se entronizan en la naturaleza genésica del hombre, para que pueda perpetuarse.

Ares ( el Marte de los romanos), otro de los dioses del Olimpo hijo de Zeus y Hera (la diosa Juno de los romanos), era un dios guerrero sumamente belicoso que se mantenía luchando aquí y allá guerreando en todas partes y cuando no lo hacía, su lujuria lo acicateaba tremendamente no importándole violar cualquier ninfa o humana que encontrara.  Un día conoció a Afrodita (Venus) y se enamoró de ella; Afrodita era la esposa de Hefestos (el Vulcano de los romanos) el forjador en el Olimpo.

Ares y Afrodita vivían en comunión idílica, aprovechando que Hefestos (dios del fuego) trabajaba los metales en su forja, haciendo los cascos, escudos, lanzas y armas para todos los dioses. Hefestos era cojo y feo y tenía como ayudantes a los cíclopes.  Representa la inteligencia, que pasando de una idea a otra mediante la comprensión, permite educir la consciencia y los cíclopes, la facultad clarividente de los artesanos de la consciencia, despertado con ayuda del Fuego de la Vida.

Entre los dioses del Olimpo, Afrodita era la más bella diosa, la que brindaba el amor y lo facilitaba entre los dioses y entre los hombres.  Es la sensibilidad que debiéramos cultivar, sensibilidad que permite que adoremos a la otra polaridad, (los varones a las damas y viceversa), que amemos la vida y a todos los seres.

Afrodita tenía dos naturalezas, uno humana y otra divina.  La naturaleza humana es la armonía interior que se deja desquiciar por la fuerza tremenda de la emoción (Ares), quien la seduce en el campo del instinto y de la locura erótica; es la diosa del amor vulgar.  Su naturaleza divina fue llamada Urania, la noble diosa del amor puro; es la sensibilidad en el campo de la espiritualización y de la divinización del ser.

Ares representa la fuerza tremenda del instinto, de la emoción loca con la cual la humanidad ha vivido durante miles y miles de años; es simplemente la pasión, la lujuria, la lucha, los celos, la ira, el rencor, la incertidumbre y el sentido destructivo de los cuales la humanidad no se ha podido liberar todavía.  Pero Ares despierta también la acción fecunda, la fuerza tremenda que nos estimula a actuar y a obrar adecuadamente en pro de la verdad, de la belleza y del bien, como siempre debiera ser

Astrológicamente, Marte (Ares) y Venus (Afrodita) en cuadratura o afligidos por Urano, despertarán las pasiones más absurdas y terribles; es cuando el hombre se deja dominar por su naturaleza inferior, quedando sometido a toda clase de bajezas, de problemas y de incertidumbres; esto es lo que nos trae tristeza, enfermedad y decrepitud, al sacrificar nuestra vitalidad a la acción de la emoción loca , del instinto y de una mente vana, egotista e irracional.

Hermes (Mercurio entre los romanos) era un dios que siempre utilizaba su lenguaje florido para seducir o para convencer.  Su casco y sus sandalias aladas le permitían llevar rápidamente los mensajes a los dioses del Olimpo: es la imaginación guiando el intelecto -mente racional- llevando la idea para que se convierta en lenguaje.  Se le ha llamado el dios de los charlatanes, de los abogados, de los médicos y de los negociantes, porque todos ellos dependen del lenguaje en sus actividades.

Helios (Apolo de los romanos) era el encargado de todas las actividades; permitía que amaneciera y obscureciera, ayudaba a todos los dioses a cumplir sus cometidos y sus trabajos. Es el dios que lo sabe todo, pues “la mirada del dios lo alcanza todo”.  Para él no hay distancia; nada se le escapa, ni los pensamientos, ni las palabras, ni los actos.  Representa la consciencia del ser humano comprendiendo los misterios de la vida y del ser.

Gea es la divina madre terrestre siempre madre y siempre virgen, porque la Tierra por más que se multiplique en sus creaciones, jamás pierde ni un átomo de su divina esencialidad y en su múltiple manifestación de entregar a la humanidad los alimentos, nutrirle y darle lo que necesita, va tomando diferentes nombres según la cultura: Deméter (griegos), la divina madre terrestre, Ceres (romanos), la diosa que da los frutos y Proserpina (romanos), que da la semilla de esos frutos para que se inicie un nuevo ciclo.

La imaginación creadora unida a la estética, dan al hombre inteligencia, sabiduría y consciencia; eso es lo grande del ser humano, su divina individualidad; pero estamos buscando santos, talismanes, amuletos o alguien que nos de la sabiduría y nos convierta en dioses sin nosotros luchar por ello.

Nadie nos puede dar lo que no hemos conquistado; únicamente nosotros podremos llegar a las mayores alturas de la vida espiritual, si nos esforzamos.  Por más que la divinidad quisiera que en estos momentos nos convirtiéramos en dioses, no sería posible porque estamos llenos de dudas, incertidumbres, dificultades físicas y morales porque no tenemos la evolución suficiente. 

Pensamos que por el hecho de llegar a ser discípulos de algún Maestro de sabiduría, inmediatamente nos vamos a glorificar, a divinizar y no vamos a volver a la vida evolucionante, maravillosa y extraordinaria en este mundo en el cual asimilamos las experiencias de la evolución. No es posible vincularnos a la divinidad siendo inconscientes, irresponsables, instintivos, pasionales y enfermos.

Solamente el ser que ama la vida, solamente el ser consciente y espiritual va trascendiendo a través del tiempo y del espacio, para convertirse en guía de sus hermanos en la evolución.  Esa es la labor de las escuelas místicas, espiritualistas y esotéricas a través de los tiempos, mostrando el camino a toda la humanidad.

No vamos a encontrar la espiritualidad en las cumbres de las montañas, ni en la India, ni en Egipto, ni en Europa; la tenemos dentro de nosotros.   Por eso en la tradición esotérica de los kabalistas, en el Tarot, se habla de un personaje llamado el loco, quien lleva sobre su espalda una bolsa llena de fortuna pero va andrajoso e inconsciente por los caminos de la vida; un paso más y caerá al precipicio, a donde lo van a recibir  los más monstruosos animales: los instintos.  Un perro le muerde el talón, la fuerza tremenda de la pasión loca que enloquece al hombre y le convierte en un ciego espiritual; pero no comprende que tiene en sí toda la divinización, todo el poder para convertirse en el más excelso de los seres.

¿Qué estamos buscamos por fuera, si todo lo tenemos dentro?  El Señor Jesús decía: “¿Qué hacéis con decir Señor, Señor, si en cambio no hacéis lo que yo os digo?”  ¿Qué nos ganamos con darnos golpes de pecho o “pecar y rezar para empatar”, si seguimos siempre en las mismas?

Debemos sublimar nuestras energías internas, convertirnos en verdaderos alquimistas, transformando nuestros odios, pasiones e instintos en armonía, sensibilidad y consciencia.  Es un proceso lento a través de la evolución; no pensemos que este trabajo lo podemos verificar en un mes, en un año o en una vida; necesitaremos múltiples encarnaciones para perfeccionarnos; es el trabajo de la iniciación y del progreso en tiempo y espacio. 

La evolución no da saltos; jamás podremos tener lo que no hayamos conquistado, somos los padres de nuestro mañana.  Si en el mañana queremos ser sabios, genios, extraordinarios místicos o seres divinizados, debemos comenzar ese trabajo de superación ahora.

En el frontispicio del templo de Delfos se leía: Nosce te ipsum -Conócete- porque realmente debemos conocernos.  Y Platón agregó: “Y así conoceréis al universo y a los dioses”.  ¿Quienes son el universo y los dioses?  Simplemente la divina energía del Logos, del cosmos, la energía que se interioriza en cada ser, para permitirle su vida diferenciada y su evolución.

Los griegos le legaron a la humanidad el culto a la verdad, a la belleza y al bien; triple culto que es un secreto de perfeccionamiento infinito.

El culto a la verdad es el culto a la consciencia, es el culto a lo que las religiones llaman  Dios, el Padre.  Siempre que digamos la verdad y  luchemos por ella, estaremos educiendo más consciencia en nuestra vida y acercándonos al ideal de la consciencia-voluntad del Padre.

El culto a la belleza, despierta el sentido espiritual del Cristo, cuando admiramos la otra polaridad de la existencia, la naturaleza toda, un amanecer, un atardecer, las flores, la belleza natural de un niño recién nacido que es sí mismo un pequeño Cristo y también cuando mantenemos la armonía con todos los seres y con todas las cosas.  Así desarrollamos el segundo aspecto de la divinidad, que es lo que se suele llamar el Cristo, el amor universal.

El culto al bien es transitar el sendero del servicio y del altruismo, es compartir con los demás los conocimientos, el trabajo, la sensibilidad, la armonía espiritual y todo lo que podamos derivar de nuestra naturaleza, para ennoblecerla.  El culto al bien nos relaciona con la energía interna de los seres y de las cosas.  Es lo que se llama en las religiones el Espíritu Santo, lo que conocen los Rosacruces como el Fuego Creativo, el Fuego de la Vida.

Este es el triple sendero que dejaron los griegos, que habían llegado muy alto en el sentido del conocimiento del Alma del Mundo, que es nuestra madre cósmica, nuestra madre espiritual, expresada en nosotros como Ego, centro de consciencia o chispa espiritual que se esfuerza por conocer la naturaleza a través de la evolución. 

El microcosmos hombre sintetiza la naturaleza Cósmica en lo que los orientales llaman chakras; son las rosas simbólicas de los Rosacruces o centros de energía de nuestro cuerpo que tienen su correspondencia neuro-endocrina y fisiológica así:

La epífisis o glándula pineal con el centro coronario (cima de la cabeza).

La hipófisis o glándula pituitaria con el centro cavernoso (entrecejo).

La tiroides y las paratiroides con el ganglio cervical espinal y plexo faríngeo (cuello).

La timo y el corazón con el ganglio torácico espinal y plexos pulmonar y cardíaco (corazón).

El páncreas con el ganglio lumbar espinal y el plexo hipogástrico (umbilical).

La esfera sexual con el ganglio sacro espinal y el plexo pélvico (zona suprapúbica).

El perineo con el ganglio coccígeo espinal y el plexo coccígeo (perineo). En la parte baja de la columna vertebral hay un segmento llamado sacro; los antiguos anatomistas le dieron ese nombre, porque allí radica la energía sagrada que va a la esfera de la generación, para permitir la multiplicación de los seres o que se dirige por el canal medular central, como energía, hacia el corazón centro de la sensibilidad, hacia la laringe centro de la inteligencia y de la elocuencia o hacia los centros de sabiduría y consciencia en el cerebro.

El centro coccígeo está en relación con Cronos, “el más antiguo” de los dioses, es decir el encargado de mantener la cohesión molecular de seres y de cosas; es el centro que canaliza las energías electromagnéticas que la Tierra ha recibido del Sol, permitiendo que estemos erguidos, que caminemos por este mundo buscando conocerlo y así adquirir experiencia y por lo tanto consciencia.

Cuando esa energía acumulada en la zona sacro-coccígea (el Kundalinî de los orientales) es dilapidada en las locuras eróticas del sexo, ese centro ya no puede canalizar o atrapar la energía electromagnética de la Tierra y por consiguiente, vemos el cuerpo decaer, enfermar y entrar en decrepitud, hasta que finalmente Cronos obliga al Ego a abandonar su materia física (el cuerpo), para ir a los mundos espirituales durante un largo período de tiempo y luego retornar a este mundo tridimensional para seguir adquiriendo experiencia a través de cada renacimiento.

Somos eternos en el campo psico-espiritual como esencia almica, a través de las energías del Alma del Mundo; somos inmortales en el campo de la consciencia, a través de nuestro Ego que acumula las experiencias de la vida día tras día, encarnación tras encarnación y somos permanentes en el cuerpo denso a través de la generación, porque somos hijos a través de la semilla de los primeros seres vivos del planeta.

El olvido es un crimen contra la evolución de la consciencia; para impedirlo, debemos luchar por retrotraer a nuestra consciencia las experiencias que vamos acumulando en el diario vivir y todas las noches antes de entregarnos al sueño, hacer el ejercicio de la retrospección que consiste en revisar todos nuestros pensamientos, palabras y actos del día, en sentido inverso, tratando de que los recuerdos pasen por la sensibilidad porque todo lo que pase por ella, será asimilado como consciencia; si en algún momento observamos que hemos quebrantado la armonía, debemos tratar de sentir el dolor que le hemos ocasionado a las otras personas y prometernos a nosotros mismos no volverlo a hacer.  La retrospección es la verdadera fórmula para recordar otras encarnaciones.

Nuestro mejor maestro es el dolor; todo aquello que afecte nuestra sensibilidad es indeleble; las tristezas, las enfermedades y las penas de toda índole, pasan a través del sensorium hacia la consciencia, asimilando las experiencias para que el hombre pueda convertirse en un ser superior a través de los tiempos.

En relación con el centro generador, tenemos a Zeus, el hijo de Cronos que fue llamado Padre de hombres y de dioses, porque toma la energía del sacro-plexo bien sea para los fines de la generación o para los fines de la regeneración del ser en evolución. 

Esa energía que está presente en la semilla, no debiera utilizarse en nuestra vida para satisfacer los instintos locos de una pasión efímera, porque nos traerá tristeza, rencor, dolor separatividad de la otra polaridad de la existencia, a quien debiéramos adorar, admirar y divinizar como la divina diosa magnífica de la generación (Ceres, Proserpina, Deméter, la divina Madre, la divina Isis); debemos rendirle culto eterno al aspecto femenino de la Seidad.

La energía de Zeus es la energía de la generación.  Cuando dos almas a través del mutuo afecto, de la ternura, de la espiritualidad, del amor sincero, se vinculan íntimamente y logran llegar a los mundos más elevados del espíritu, pueden canalizar seres de mucha evolución que renacen en este mundo tridimensional para ayudarle a la humanidad en el sendero del conocimiento y de la perfección.  El resto de aquella energía debiera dirigirse constantemente a través de la estética hacia el centro mismo del corazón, donde subyace la fuerza del Cristo cósmico en nuestra naturaleza interna, para despertar la divina esencia espiritual de la vida y amar a todos los seres sin excepción.

Ese es el sendero que nos vino a mostrar el Señor Jesús, el cristificado, quien dijo: “Creced y multiplicaos”; crecer espiritualmente con esa fuerza divina del Logos y utilizarla solamente para perpetuar la especie si adoramos a la otra polaridad y si ella también está en ese divino sentido de la vida espiritual.

No existe realmente otro camino; todos aquellos que han conocido el misterio de la regeneración espiritual, se han convertido en seres divinizados.  El Señor Jesús conoció el misterio y se convirtió en un ser eminentemente superior; como supremo instructor, dijo: “Lo que yo he hecho lo podréis hacer vosotros y aun más”, es decir, que la altura espiritual a la que había llegado, también la podremos lograr nosotros, e incluso más, como él  que debía seguir conquistando planos superiores dentro de la evolución del universo.

Esa misma energía dio la iluminación de la consciencia al Sr. Einstein, para permitirle descubrir la energía que subyace dentro de la materia.  Es la misma energía que los místicos, los estetas, los poetas, los artistas de toda índole, logran canalizar hacia la esfera de Afrodita en su corazón, para que la sensibilidad, se exteriorice como arte, como ciencia, como poesía, como divino encantamiento.

Ares está en relación con el centro umbilical; es la fuerza de la emoción, las pasiones, la destrucción, la ira, el rencor, y el odio.  Si en esos momentos tremendos de pasiones inauditas y odios terribles fuéramos conscientes de la situación anímica por la que estamos pasando, sentiríamos la tremenda actividad del plexo umbilical llevándonos por rumbos negativos.  Pero esa energía, que es la fuerza del deseo, podemos guiarla a través de la actividad consciente y de la acción fecunda para aprovecharla hacia el bien.

El plexo solar está en relación con la digestión.  Allí actúa la Tierra (Cibeles, Rea, Gea, Deméter, Ceres, Proserpina), es el centro que recibe las semillas y los frutos de la naturaleza con los cuales nos alimentamos.  Es el centro donde comulga lo cósmico que nos llega por intermedio de los centros superiores, y las energías terrestres que penetran por el sacro-plexo.

Los orientales colocan la hexalfa o estrella de seis puntas en ese sitio y lo llaman Sûrya mandala, representando el lugar donde comulgan las energías cósmicas y terrestres permitiendo que nuestra madre Tierra a través de la digestión nos de el asidero bioquímico para mantener la cohesión molecular del cuerpo, aprovechando las experiencias que nuestro Ego tiene en el diario vivir.  Del plexo solar hacia abajo tenemos lo mundano, emocional e instintivo; hacia arriba, lo sensorial, conscientivo, espiritual y divino.

El centro cardíaco se corresponde con la diosa Afrodita; es la sensibilidad  estética que si la utilizamos siempre en su aspecto divino, nos elevará, nos convertirá en seres sensibles, armoniosos y espirituales, pero si la sensibilidad no está en armonía con la consciencia, se convierte en sensiblería, instinto y lujuria, hacemos daño a los demás y a nosotros mismos.

El centro laríngeo está en relación con Hermes; es el lenguaje, el poder del sonido que unido a la sensibilidad hace que nuestro hablar sea armonioso.  Cuando nuestro lenguaje es veraz, bello y lleva el ritmo de la estética espiritual, le llevamos armonía a los demás y les entregamos el cielo.  El lenguaje exteriorizado adecuadamente, puede hasta cierto punto influir en los otros, por eso debe ser utilizado únicamente para el bien.

El médico que tiene más éxito, es el que habla a sus pacientes con cariño, suavidad y seguridad, lo cual les genera confianza, movilizando energías y cuando el paciente sale del consultorio con la fórmula en la mano, ya se siente mejor.  No es cuestión de sugestión, es el acto mágico que ha ejercido aquella persona que consciente o inconscientemente exterioriza su poder interior a través de la palabra, para llevarle salud y armonía a los demás. 

Las enfermedades generalmente son el resultado de nuestros pensamientos, emociones, sentimientos y actos innobles, bajos y ordinarios.  Lo más importante para recuperar la salud es cultivar nuestra armonía espiritual, no gritar, ni usar palabras soeces.

El apóstol Santiago haciendo referencia a una frase del cristificado dice:  No es lo que entra por la boca, sino lo que sale de ella, lo que hace daño al hombre”.  Nuestra palabra viciosa, soez, ordinaria, falta de armonía y espiritualidad, no sólo nos daña, sino también a todos los que por ley eterna de causa y efecto deben recurrir a nosotros, produciéndoles tristeza, desequilibrios, enfermedades y problemas de toda índole.

Lo que decimos, genera nuestro destino inexorablemente.  Cuando exteriorizamos la vanidad diciendo que somos seres extraordinarios, que ya hemos superado vicios y problemas de toda clase, la vanidad, hará que caigamos en aquellos yerros de los que nos estamos ufanando haber superado.  Por eso nuestra palabra debe ser armoniosa y llevar siempre el sentido de lo estético y espiritual; así podremos algún día, a través de la evolución, ser como el cristificado a quien se le llamó El Verbo encarnado, porque con una sola palabra, calmaba la tempestad, sanaba los enfermos y resucitaba a los muertos.

El centro frontal es el centro de la inteligencia; allí se prepara la consciencia; corresponde a Hefestos (el Vulcano de los romanos), cuya cojera representa el pensamiento que constantemente salta de una idea a la otra, buscando conocer los secretos de la vida y de la evolución.  Está en relación con el centro pituitario que da la posibilidad para que los demás dioses puedan actuar.  Por eso se dice que Hefestos fabricaba las armas y los instrumentos que debían utilizar todos los dioses; es el centro pituitario el que fabrica las hormonas para que funcionen la tiroides, las suprarrenales, el páncreas, las gónadas y todo nuestro organismo.

El centro pituitario tiene dos zonas; una zona posterior o nerviosa, relacionada con Hefestos; es la inteligencia observando, analizando, recibiendo constantemente la información que llega a través de los sentidos y una zona anterior o glandular, relacionada con la Isis de la naturaleza, Afrodita, su esposa. Es el misterio que los griegos conocedores de la anatomía y fisiología ocultas quisieron entregar a la humanidad.

Por último, tenemos el centro coronario, que está en relación con la consciencia; es el divino Helios, representando al Sol como centro mismo de nuestro sistema.

Este proceso de perfeccionamiento no se logra en una sola vida, sino a través de encarnaciones sucesivas, porque la única forma de comprender la justicia de la divinidad, es entender que en una sola encarnación no somos capaces de aprender todas las experiencias de la vida, ni tampoco cosechar todo lo que nos merecemos en el campo favorable o en el campo adverso según lo que hayamos sembrado.  Por eso el renacimiento o reencarnación es una ley que los Rosacruces estudian constantemente y comprenden que siendo una ley natural, explica la bondad y la justicia maravillosas de la divinidad.

La ley de causa y efecto, es la ley de acción y reacción como diría la física; se refiere a que tenemos lo que nos merecemos, cosechamos lo que hemos sembrado, recibimos lo que hemos hecho a los demás.  Esta Ley que han enseñado todos los grandes seres, es conocida por los orientales, como la ley del Karma, palabra que viene del sánscrito kri, que significa acción; mientras que para los griegos era la diosa Némesis quien regía aquella ley.

Némesis es hija de la noche.  Reina sobre la distribución de los bienes; vela por el equilibrio, venga el orgullo y castiga la desmesura.  Condena el exceso de riqueza, el exceso de poder y todo lo que amenaza el equilibrio del mundo y trastorna el orden querido por el destino, colocando la gente en su lugar.

Sócrates decía: “conoce tu condición humana y sus límites; no te expongas por desmesura a la venganza de la Némesis divina”

Así como existe la correspondencia entre los dioses del Olimpo y nuestra interna naturaleza, así también existe con el sistema solar.  La energía Logoidal es decir la consciencia del Logos, aislándose en una porción de la galaxia da origen a un sistema más pequeño: el sistema solar.

Esotéricamente se enseña que los planetas Neptuno y Plutón no pertenecen a nuestro sistema solar, sus lunas giran en sentido inverso a las de los planetas internos.  Aquellos planetas son como Logos o fuerzas cósmicas inteligentes, visitantes de otros sistemas solares que tienen como finalidad acelerar la evolución y el progreso de la humanidad.

Neptuno tiene su fuerza de acción a través de Mercurio.  En astrología, Neptuno es la octava superior de Mercurio, es decir la fase superior en el campo mental abstracto para llegar a la divinización del ser a través del proceso de la imaginación creadora, convirtiéndolo en consciencia.  Plutón es la octava superior de Marte, es decir el punto focal en donde la energía tremenda de la acción debe convertirse en fuerza de realización.

A Urano se le considera esotéricamente el planeta más externo de este sistema, es la periferia del campo magnético del Espíritu Sol; después de mantenerse un gran período de tiempo como el planeta más externo, ha de constituirse otro planeta llamado Saturno, quien simbólicamente sacrifica a su padre, es decir a Urano y toma bajo su dirección la evolución  planetaria.

Los diferentes globos de energía emanados de las manchas solares al campo magnético representado por Urano, son irradiados del Sol a la distancia justa que necesita cada uno de los planetas para evolucionar junto con los espíritus virginales o chispas monádicas que han de estar en ellos.  Saturno se encarga de cristalizar o endurecer hasta cierto punto cada uno de aquellos planetas y permitir que la evolución en ellos se manifieste según su grado evolutivo.

Para los esoteristas, entre el campo magnético del Sol y de Mercurio se encuentra Vulcano, representante del sol espiritual, planeta todavía no densificado, por lo cual la ciencia no ha podido observarlo a través de los telescopios; le siguen Mercurio, Venus, la Tierra, Marte, Eros (la cadena de asteroides), Júpiter, Saturno y por último Urano.  Neptuno y Plutón, estarían exteriores a nuestro sistema solar desde el punto de vista espiritual, aunque físicamente dependen del sol.

El sol y los planetas están en relación con la naturaleza del hombre.  Los planetas interiores: Vulcano, Mercurio y Venus, se corresponden con la divina individualidad, es decir con el verdadero Yo. Vulcano dirige la inteligencia, Mercurio la actividad prodigiosa del lenguaje y Venus la exquisita sensibilidad del ser humano.  Los planetas externos a la Tierra: Marte, Júpiter, Saturno, están en relación con la personalidad.

Marte, influyendo en las emociones que han dominado (y dominan) a la humanidad, Júpiter con la fuerza instintiva de la generación, Saturno con los temores, vicios y negativismos; el Sol como centro del sistema dirige la consciencia y Urano actúa en la divina envoltura energética del cuerpo: el aura en sus siete niveles de luz.

¿Cómo influyen ellos en el aspecto físico y psíquico?  Los astrólogos no lo saben, quizás solo lo intuyen.  Es el electromagnetismo planetario actuando en nuestro campo de energía llamado aura, por intermedio de las sales minerales del organismo (metales en forma coloidal), que están en relación con cada planeta, de la siguiente manera:

El Sol con el oro.

Vulcano con el calor interno.

Mercurio con el mercurio.

Venus con el cobre.

La Tierra con el sílice.

Marte con el hierro.

Eros con el fósforo.

Júpiter con el estaño.

Saturno con el plomo.

Urano con el uranio (como energía radioactiva actuando en el aura).

Neptuno con la energía fohática interna (el Kundalinî de los orientales).

Plutón  con el plutonio.

Así nuestras moléculas, órganos, aparatos, tejidos y sistemas reciben la influencia energética correspondiente a cada planeta, según las necesidades kármicas y la urgencia interior de cada quien.

La ciencia piensa que Eros, entre el campo magnético de  Marte y Júpiter posiblemente fue un planeta que explotó quedando convertido en la cadena de asteroides.  Los esoteristas expresan que son las lunas de Mercurio y Venus, los planetas más evolucionados del sistema, los que llegaron a un grado tal de evolución, que ya no fueron necesarias como fenómeno de magnetización y cristalización planetaria.  Eso mismo ocurrirá con nuestra luna en un remotísimo futuro.

Todo este conocimiento tiene mucho que ver con nuestra naturaleza interna.  Lo macrocósmico, lo eterno, es demasiado abstracto para nuestra comprensión, pero conocer la correlación de los dioses del Olimpo con la interioridad de nuestro ser, es llegar al camino de espiritualización y comprensión.  El conocimiento siempre ha estado ahí pero no hemos tenido la capacidad para verlo.

Esta sabiduría nada tiene que ver con ídolos, sino con las divinas fuerzas vivientes de la naturaleza, porque el Olimpo de los dioses es el microcosmos hombre, y los dioses, son las grandes fuerzas que operan en él como manifestación activa del Logos Solar en la naturaleza del hombre.

Los dioses del Olimpo no se encuentran teóricamente miles de años atrás, ni en el infinito universo, sino en la interioridad de nuestro ser.  Eso es lo que debemos buscar, para tomar contacto con aquellas energías extraordinarias y así acelerar nuestra evolución.

 

Y

El Eros Humano, es la voluntad del genio creador de obras de arte, del pintor, músico y poeta, que con ella beneficia a la humanidad.

 

H.P. Blavatsky

Y

“Solamente el amor y el saber dignifican la vida”.

Raghozini

 

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“El más grande enigma de la naturaleza para la consciencia actualizada, no se halla en lo espiritual, que está más allá del alcance de la inteligencia, ni en el polo materia, relativamente inerte; el gran misterio de la vida subyace en el interior del germen, la semilla, porque allí alienta el fuego cósmico, la voluntad del Padre hecha energía y substancia, para que la vida pueda modelar la materia, guiada por la inteligencia”.

Raghozini.

 

 

Publicación de la

ORDEN ROSA CRUZ KABALISTA

Apartado Aéreo 2656

Santiago de Cali, Colombia

 

 

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