EN LA CONQUISTA DE LA ARMONIA INTERIOR
IVAN
DARIO QUINTERO
Zerión
Copyright:
ISSN 0123—2185
Reservados
todos los derechos
“El sentido espiritual de la vida es
el faro que nos guía en todos nuestros actos y nos permite la conquista de
nuestra naturaleza humana para convertirla en divina”.
El ser humano ha perdido su ruta… ¿o es que nunca la ha tenido? La creciente ola materialista que
subyuga al mundo nos ha alejado del
conocimiento de lo espiritual, ligándonos a la materia, creyendo que lo único
verdaderamente importante es la vida trivial que diariamente llevamos.
Algún filósofo decía que lo más importante es lo
que no vemos, a lo que le replicaba el materialista que lo más importante es lo
que vemos; pero el filósofo le respondió:
—¿Has visto un pensamiento? ¿Alguien ha pesado el amor?
—“Es la fuerza de la emoción la que nos impulsa a actuar; es el poder de la imaginación lo que promueve los descubrimientos científicos y el avance de la ciencia, y es el sentido fraternal del amor lo que mueve al filántropo a ayudar a los que sufren. Por eso lo más importante es lo que no vemos”.
Debemos tener una ruta, seguir un camino, pero un
camino conscientemente recorrido pensando en el bien y en la felicidad comunes,
porque lo que no beneficie a todos, realmente no beneficia a nadie.
EN LA CONQUISTA DE LA ARMONIA INTERIOR
En la búsqueda del sentido espiritual de la existencia, se hace necesario no solamente el conocimiento de la fisiología del ser humano, sino también el conocimiento de lo anímico, con la ayuda de la psicología esotérica. En este campo, eminentes psiquiatras han tratado de profundizar en la naturaleza psíquica del ser humano, para encontrar explicaciones a la complejidad del alma.
Sigmund Freud trascendente
entre todos aquellos que se dedicaron a investigar la naturaleza del alma,
encontró que el sufrimiento del hombre se debe en gran parte a problemas de
naturaleza psicosexual, al darse cuenta exacta que todos los seres humanos
tenemos en el fondo de nuestro ser más o menos con alguna intensidad, sembradas
este tipo de imágenes.
Según el psicoanálisis, pasamos
por diversas fases psicofisiológicas desde el mismo momento en el cual nacemos:
oral, anal, los complejos de Edipo y de Electra y asi sucesivamente,
evolucionando hasta llegar a niveles superiores de consciencia, en los cuales
tampoco logramos liberarnos completamente de los traumas causados por los
psicopatologismos del sexo, porque el ser humano está vinculado íntimamente a
la imagen de la otra polaridad, del otro sexo.
No existe un solo varón en la
completa acepción del término, que pase un solo día de su vida sin que en su
psique tenga la imagen de lo femenino. De igual forma, no existe una sola mujer
que no tenga en algún momento la imagen de lo masculino.
Cuando niños, tenemos los
varones la imagen de nuestras madres, y las niñas, la imagen de sus padres.
Al llegar a la adolescencia y la edad
adulta, surge con mayor fuerza la imagen de la otra polaridad al
relacionarnos con los demás. Es porque
estamos vinculados desde el punto de vista de la energía bipolar a ese otro ser
que es la mujer o el varón.
Así han comenzado los grandes
traumatismos de la humanidad y de la civilización, sus tristezas y tragedias,
lo que ha sido fuente de discordia y de dolor a través de la historia, lo que
ha dado origen a guerras y a los escritos de tragedias de amor como los de
Cleopatra y Marco Antonio, el rapto de Helena por parte de Paris, las tragedias
de Edipo y de Electra, el amor imposible de Romeo y Julieta, etc.
No se nos ha explicado el
porqué de nuestro sufrimiento cuando tenemos en la psique la imagen de la otra
polaridad. Es debido a que desconocemos
totalmente la sublimación, que es la
manera de trascender aquellas imágenes, que ejercen presión sobre nuestra
psique.
Dicen que el señor Freud le
entregó a la humanidad un bisturí, con
el cual ascultar el alma; enseñó que cuando la imagen que mantenemos de la otra polaridad, no es
bella y armoniosa, nos ocasiona daño en la mayoría de los casos.
Básicamente, el problema es
que muchas de las imágenes que se tienen en el diario vivir, son pesimistas,
negativas, morbosas y eróticas, que constantemente llevan a que se piense en la
satisfacción de los instintos.
El poder de difusión que
tienen la televisión, el cine, las revistas y los periódicos, han servido como
medio de información para el progreso del intelecto humano, pero
infortunadamente también para promocionar la belleza de la mujer como una
imagen de placer. Es lo sugieren
constantemente las revistas, el cine y la televisión, y de lo que se habla en
las conversaciones triviales del diario vivir, saeteando la psique del varón y de la mujer, de una manera
instintiva, diferente a lo que debiera ser: un sentimiento de belleza, de
regeneración, de armonía y de espiritualidad, como divino ideal para el perfeccionamiento progresivo de la humanidad.
No somos conscientes que en la
semilla germinal está encerrada la vida, que es una energía extraordinaria,
porque gracias a su poder como fuerza generadora podemos encarnar, y gracias la
energía incalculable que encierra, podemos desarrollar mayor inteligencia, mayor
sensibilidad, mayor elocuencia, salud perfecta y una actitud tremenda y
positiva para el bien, si realmente aprovechamos ese ingente poder.
¿Y a que se debe ese poder?
Los psiquiatras hablan de la libido o fuerza del deseo. Es una energía poderosa, que actuando a
medida que entramos en la adolescencia y edad adulta, nos hace sentir plenos de
vigor, de fuerza y de armonía; nada nos parece problema, los varones nos
sentimos los campeones de la voluntad, y las damas se sienten las más hermosas
y magnéticas del mundo.
Es la llama de la vida que subyace en todos los seres, siendo la razón
de ser del positivismo, del entusiasmo, de la voluntad, del coraje, de la
inteligencia, de la salud, etc.
Pero cuando el joven o la
joven descubren la masturbación o llegan a la intimidad sexual abusando de este
poder de la naturaleza, resultan los desequilibrios de toda índole. Aquel joven que hasta esos momentos era muy
inteligente y activo, se le observa menguar, no tiene la misma facilidad para
asimilar la educación que se le imparte, ni la misma actividad de antes; se le
ve perezoso, se levanta tarde y se torna huraño y hosco con sus seres queridos.
Igual sucede con las
jovencitas, no hay forma de tratarlas, se vuelven bruscas y no quieren que se
les acerquen sus progenitores ni hermanos, ni aceptan los positivos comentarios
que sus mayores quieren y pueden darles.
¿Qué ha pasado? Que han puesto en movimiento energías
tremendas de naturaleza psicosexual, las cuales al no ser dirigidas
adecuadamente a través de la imaginación
creadora y de la sensibilidad
estética, ocasionan profundos traumas en el alma que producirán a largo de
la vida disgustos, divorcios, tristezas y problemas de toda clase.
Para solucionar esta situación
está la sublimación estética, que es
la acción sublime de cambiar el
impulso genitor usualmente pasional y degradante, por lo que debe ser la
verdadera conjugación del hombre y la mujer en éste momento tan especial: un
estado de armonía, de paz, de cariño, con dulces y tiernas palabras acompañadas
de imágenes estéticas, las que vinculadas a la sensibilidad nos han de
proporcionar felicidad, salud y éxito, obteniendo todo lo que queramos lograr
en la vida.
Es la dirección que le damos a
las energías que actúan en nuestra naturaleza, como pequeños Universos que
somos, lo que marca nuestro destino.
C. G. Jung, que en un
principio fue seguidor de Freud, se separó de éste para desarrollar su propia
teoría: la psicología analítica, más tarde denominada psicología compleja (que
distingue dos tipos humanos: el extraverso y el introverso, señalando el
impulso creador como predominante). Descubrió que además de la libido, existían
otras energías que ejercían influencia sobre la psique del ser humano, las que
llamó inconsciente colectivo.
Observó que desde niños y a medida que avanza nuestra
vida, somos influenciados por todas las imágenes y preconceptos que los demás
inculcan en nuestro ser, diciéndonos que debemos actuar, de esta manera o de la
otra “porque así tiene que ser” o porque alguien lo dice así, o porque es la
costumbre. Esto se hace, porque posiblemente no se conocen todas aquellas
fuerzas maravillosas que están actuando en la interioridad de nuestro ser.
Si aprendiéramos a guiar a los
niños por medio de imágenes bellas, enseñándoles acerca de la fraternidad con
toda vida, de la sensibilidad, de la acción fecunda para la realización de
nuestros anhelos, de la veracidad y del servicio desinteresado, tendríamos una
humanidad superior, porque lo que sembramos en el alma de los niños desde su
más tierna infancia, es lo que les va a marcar su camino en la vida.
También encontró Jung que el
inconsciente tiene que ver con la parte sensible y mística que puede ser
cultivada, si al ser humano se le enseña a amar; pero no lo que se entiende
comúnmente por amor, como la conjugación física de dos seres para la
satisfacción de un instinto. Es mucho
más; es armonía interior, es paz, felicidad y plenitud, que logramos
cultivar e irradiar, porque somos seres
con vibración psíquico-espiritual, generada mediante nuestros pensamientos,
emociones, sentimientos y actos, produciendo una fuerte irradiación
electromagnética hacia todos aquellos que entran en contacto con nosotros.
Según sea nuestra vibración,
así será el “mensaje” subconsciente, que les entregamos a otros. Por lo tanto deberíamos cultivar armonía y
sensibilidad que nos proporcionan paz interior, salud y felicidad, para que los
demás perciban esa vibración y puedan ser beneficiados.
Alfred Adler, uno de los
primeros discípulos de Freud, cuyas teoría psicoanalítica modificó para crear
frente a ellas la “psicología individual”, encontró que la humanidad también
sufre debido a fenómenos de plusvalía
y minusvalía; es decir que a veces
nos sentimos que valemos más y otras veces que valemos o somos menos que otras
personas.
¡Que problema tan tremendo
para nuestro estado interior, sentirnos en esas situaciones anómalas de nuestra
psique!
La razón de esa situación son
las imágenes que nos han inculcado desde nuestros primeros años, lo que lleva a
esos estados negativos desde el punto de vista psicológico.
No tenemos porque sentirnos
más, ni tampoco menos que nadie, porque todos los seres, hemos sido emanados
por la misma energía que originó el Universo, la cual se ha concretado dentro
de la forma, evolucionando durante cientos de miles de millones de años, para
que finalmente hoy mostremos distintos estados de consciencia, lo que hace que
seamos diferentes de los demás en grado de evolución, pero iguales en esencia
por formar parte de la misma Causa Raíz: el Alma del Mundo, la Vida Cósmica.
Por eso no somos más ni menos
que nadie; porque aunque alguien puede saber más que uno en el campo de las
matemáticas -por ejemplo- uno puede saber más que aquél en el campo de la
filosofía. Por eso compararnos con otros
sólo nos sirve para ocasionarnos problemas y tristeza.
Debemos ser naturales; he allí la clave para
relacionarnos con los demás. Si
fuéramos a tomar contacto con alguna persona muy importante en la esfera
intelectual, gubernamental, etc., ¿qué debemos hacer? Utilizando la imaginación, sentirnos en plena armonía con esa
persona, puesto que somos parte de la Unidad de la Vida Infinita, de la cual
también ella forma parte.
El señor Jesús eminente sabio
en la historia del tiempo pronunció las palabras que como mantrams maravillosos nos enseñan a armonizarnos con los demás y a
sentirnos iguales a ellos: "Yo soy
vosotros y vosotros soy yo en el espíritu de caridad y amor que es Dios".
Esta frase nos indica que
somos una unidad maravillosa con la Vida Cósmica, que nos permite estar cerca
de cualquier ser, sin importar su condición social, económica o intelectual,
porque sabiendo que todos somos en esencia de la misma naturaleza espiritual,
nos llevará a compartir nuestra vida interior.
El ser humano sufre por falta de afecto y
este es realmente uno de los grandes problemas del mundo. El afecto que no recibimos de otros, nos
produce tristeza; pero si somos inteligentes, si somos conscientes
comprenderemos que la causa de ello es porque no hemos dado afecto, cariño y
ternura; debemos aprender a entregar el afecto, el cariño y la ternura, que se
sintetizan en una palabra: Amor.
Cuán maravillosa y distinta
sería la vida si entregáramos más de nosotros a los demás; así podríamos decir
que la vida es hermosa, natural y feliz.
Son las enseñanzas dejadas por
Jesús, Buda, Krisna, Rama, Zoroastro, Orfeo y Platón. Las hemos heredado de los más eminentes sabios de todos los
tiempos, pero no queremos darnos cuenta de aquellos conocimientos maravillosos
de la ciencia de la vida.
“Lo que damos a otros, es lo
que recibimos; lo que hacemos por ellos, eso es lo que ellos hacen por
nosotros”. Si nuestra tristeza está en
relación con la falta de entrega de los demás hacia nosotros, busquemos la solución
y remediémoslo: entreguémonos en servicio, en comprensión, en cariño, en afecto
y en armonía, y así realmente recibiremos de ellos por simple ley de acción y
reacción lo que les hemos dado.
San Pablo en Gálatas 6,7.
dice: "No os engañeis; Dios no puede
ser burlado, pues todo lo que el hombre sembrare eso también segará”. Si sembramos en los demás tristeza y dolor,
eso cosecharemos. Si sembramos en
nuestro organismo desequilibrios fisiológicos, descuidándolo y abusando de él,
cosecharemos enfermedades, porque es una eterna ley de secuencia, que es
maravillosa, por ser natural y divina.
Pensamos que la felicidad
tiene que ver con un cuerpo perfectamente sano; claro que ayuda mucho, porque
cuando estamos enfermos se altera nuestro estado emocional, mental, sensorial y
nos tornamos agresivos, tristes o pesimistas, porque el estado de ánimo depende
mucho de la salud física.
La salud no depende solamente
de los alimentos que ingerimos o de aquellas substancias que tomamos para
recuperarla o mantenerla, sino también de energías mucho más sutiles: las
energías del Universo actuando en y alrededor de nuestra naturaleza física para
que podamos tener una salud más o menos adecuada, lo que necesariamente se ha
de concretar en materia-forma, porque el cuerpo físico que tenemos, está en
relación con el nivel de energía liberado por las reacciones atómicas y
moleculares de nuestro organismo.
Pensamos que si consumimos
estos o aquellos alimentos mantendremos una salud perfecta; esto es y no es
cierto. El señor Jesús enseñó "no es lo que entra por la boca lo que
contamina al hombre sino lo que sale de ella" Mt.15.11.
Si ingerimos los alimentos más
perfectos que la naturaleza puede ofrecernos tal como el agua pura, el jugo de
las frutas, una alimentación estrictamente vegetariana y descanso adecuado,
obviamente nuestro organismo no estará intoxicándose con las sustancias que
otros alimentos sí pueden depositar en aquellas tuberías yuxtapuestas que
conforman nuestro organismo.
Pero si estamos intoxicados
emocionalmente por los celos, el odio, la ira, el temor, la incertidumbre,
pasiones de raza, pensamientos negativos y pesimistas o imágenes absurdas,
aquellas energías maravillosas del Cosmos no pueden circular libremente por las
líneas de fuerza formadas por los campos moleculares y atómicos de nuestra
constitución física, impidiendo que todos aquellos alimentos purísimos
regeneren y sanen nuestro organismo o nos den salud, marchando hacia la
enfermedad.
Muchas personas dicen
alimentarse de una manera perfecta,
sin embargo a lo largo de los años su salud ha sido y es precaria, con
problemas de toda índole.
¿Es que la alimentación acaso
no les sirve? Claro que si, pero lo más
importante han sido sus pensamientos, sus sentimientos y sus actos, que les han
ido marcando su destino a través del tiempo; quizás han sido negativos en algún
campo y por lo tanto han impedido la armoniosa actividad de las energías del
Cosmos en su naturaleza interna.
Pensamos que la salud depende
solamente de la nutrición física, pero en realidad lo más importante es que
tengamos una nutrición moral, emocional, mental, sensorial y conscientiva lo
más sanas y armoniosas posibles.
El ser humano antes de
formarse como un organismo diferenciado, dependía de las energías Cósmicas o
como enseñan los Rosacruces de las energías del Logos, que es la fuerza arquetípica de un sistema de mundos, tal
como lo es el Sistema Solar.
En lenguaje filosófico al
Logos Solar se le llama el Cristo y desde un punto de vista más espiritual, es
el Verbo. El Logos o Verbo, es el
Sonido; es la fuerza arquetípica que mantiene la manifestación y cohesión
molecular de la materia densa, para permitir la evolución de la vida, porque el
Cristo o Verbo Cósmico, es la razón de ser de la vida de todos aquellos seres
que estamos evolucionando tanto en el Sistema Solar como en el Universo.
El Ego es el pensador; es el
centro de consciencia que tiene que manifestarse en la evolución en una
gradación infinita de perfeccionamiento sucesivo, que depende en gran
proporción del poder del Verbo interior exteriorizado como lenguaje.
Si a otra persona se le dicen
palabras soeces, se le grita o se le insulta, en ese momento aquella persona
pierde el ritmo de su armonía espiritual y le vemos languidecer, entristecer y
llorar o le vemos ponerse furiosa, pelear y odiar.
Es por eso tan importante que
aprendamos a utilizar adecuadamente el poder del sonido como lenguaje, como
fuerza cósmica naturalizada en el ser humano, que en el nivel de evolución
actual es el único que puede hablar coordinando frases y palabras coherentes,
porque tiene una mente y una laringe más o menos desarrolladas que le permiten
organizar y exteriorizar sus ideas, sus pensamientos y sus sentimientos,
expresándolos en palabras y en hechos.
En la escala biológica
encontramos animales como los loros y los estorninos, que pueden repetir
pasivamente algunas palabras, pero solamente el ser humano tiene la posibilidad
de coordinar las ideas que ha de exteriorizar como palabras, las que le pueden
proporcionar salud o enfermedad.
Podemos mantener armonía,
salud, equilibrio emocional, moral y mental, a través de las palabras
pronunciadas con ritmo, veracidad, belleza y bien.
Cada vez que se pronuncian
palabras o frases obscenas, absurdas y negativas, se está destruyendo no sólo
nuestra armonía interior, sino también la de los demás, generando toda clase de
enfermedades y problemas.
No nos podemos quejar de que
los demás huyan de nosotros porque no tenemos la vibración magnética que nos
haga agradables, para que nos acepten, nos reciban y estén a gusto en nuestra
compañía.
Es la energía del Cristo
Cósmico la que circula maravillosamente en nuestra interioridad a través del
sistema nervioso gran simpático que está en relación con la energía
subconsciente como dice la psicología, o con el transconsciente como enseñan
los filósofos Rosacruces.
Es el lenguaje como
modificación de nuestro Verbo interior, el que produce las modificaciones no
sólo de nuestro organismo, sino también de nuestra vida interna, que se
transformarán posteriormente en salud o enfermedad, en penas o alegrías, en
armonía o desarmonía, en felicidad o tristeza, etc.
Los sonidos disonantes,
psicoeróticos del rock, pop, rap, salsa, etc., despiertan la emotividad y
muchas de las locuras tremendas que agobian a la humanidad; tanto es así que
tan pronto se escucha a gran volumen ese tipo de música, inmediatamente se
estimulan las emociones y la persona comienza a moverse simiescamente, lo cual lleva a una retrogradación de la armonía, de
la sensibilidad y de la naturalidad que el ser humano debe tener en la
evolución.
En cambio cuando escuchamos un
vals quisiéramos danzar con armonía; es el poder del sonido influyendo
decisivamente en nuestra vida. Por eso
el ser humano debe buscar cada vez más la armonía en su Ser y no la desarmonía
y disonancia para su vida. ¡Que prodigioso
es el poder del sonido de las grandes composiciones musicales para los oídos
plenos de espiritualidad y de sentido estético!
La música clásica solaza
nuestros sentidos y da armonía a todas las funciones de nuestro organismo y se
ha comprobado científicamente que cuando un enfermo escucha determinada clase
de música clásica, puede recuperar su salud de una manera rápida y efectiva.
El sonido puede darnos salud o
enfermarnos; en una sola palabra, puede proporcionar felicidad, salud física y
moral, o desarmonía, tristeza y enfermedad.
Cuando escuchamos decir a
alguien a quien queremos, que nos ama, que le hacemos falta, que nos extraña,
es como un bálsamo maravilloso, no solamente para nuestro sentido del oído sino
también para nuestro sensorium,
nuestro ser anímico, proporcionándonos plenitud y felicidad.
Y si somos inteligentes,
debemos también decirle palabras cariñosas: -te he extrañado, me agrada tanto
estar en tu compañía, que bueno verte, estoy tan feliz de verte sano, en que
puedo servirte, etc. Estas son palabras
que llevan un ritmo de belleza proporcionado por la entonación que le damos al
sonido exteriorizado como lenguaje.
Uno de los senderos más
rápidos para acelerar el progreso espiritual despertando cualidades y
facultades ignoradas por el común de la humanidad, es a través del uso adecuado
del lenguaje, porque cuando las palabras son armoniosas, rítmicas, bellas y
espirituales, se está perfeccionando en la vida y en la evolución.
Se dice que somos seres
racionales, pero si observamos la humanidad cuidadosamente nos damos cuenta que
realmente no lo somos. ¿Cómo va a ser
racional alguien que constantemente está intoxicando sus pulmones fumando o
destruyendo su sistema nervioso, sanguíneo y digestivo, al ingerir licor y
fármacos? Es imposible que alguien así
sea un ser racional.
¿Cómo puede ser racional quien
destruye la armonía de su hogar a través de la violencia, con gritos, con
desplantes y desaires de toda clase?
Debemos ser verdaderamente conscientes de nuestras imágenes, pensamientos,
emociones, actos y muy especialmente de nuestras palabras, porque generalmente
somos inconscientes de todo aquello.
Lo que aflora en nuestras
palabras, en nuestros actos, en nuestra vida, por lo regular surge de la esfera
subjetiva del ser como actos fallidos, como diría el psicoanálisis o del
inconsciente como diría la escuela de Jung.
Pero en la esfera subjetiva
actúa en toda su maravillosa complejidad el transconsciente, aquella zona que
está más allá de nuestra relativa consciencia, pero que está en simpatía con
las energías del Universo.
Es aquella energía
transconsciente la que permite (aunque no seamos conscientes), que al ingerir
un banano, por ejemplo, esa maravillosa actividad subjetiva de nuestra
naturaleza interna pueda separar los elementos constitutivos biogenésicos
naturales de ese alimento, llevando el fósforo a los huesos y al sistema
nervioso, el calcio al esqueleto, el hierro a la sangre, etc.
El fisiólogo diría: “esos son
simples fenómenos bioquímicos”; claro que sí, pero son fenómenos que no se
pueden repetir en ningún laboratorio del mundo si no está allí la Vida de un organismo produciendo estos
fenómenos maravillosos.
Es el subconsciente quien nos
pone en contacto con el Universo; los seres excepcionales que la humanidad ha
conocido de vez en cuando a lo largo de la evolución, es porque han puesto a
trabajar su consciencia vigílica a tono con la Consciencia Cósmica.
Muchas personas saben y así lo
han demostrado los genios, los pro-hombres de la raza, que cuando se tiene una
inquietud como la de mejorar la salud, conocer algún misterio de la naturaleza,
solucionar problemas del diario vivir o armonizar con nuestros seres queridos,
debemos antes de quedarnos dormidos, entregarle a la Inteligencia Cósmica, que
está en relación directa con el transconsciente, las imágenes del problema que
tenemos.
Como resultado, después de
algunos días se activa la respuesta en el transconsciente, iluminando la
conciencia racional, recibiendo la información necesaria bien sea en meditación
o a través de nuestros sueños, para así aprovechar mejor nuestra existencia.
El Señor Jesús le mostró a la
humanidad la manera de tomar contacto consciente con el Cristo, que es la
Inteligencia Cósmica, diciendo: “En que os améis los unos a los otros,
probaréis que sois mis discípulos”, discípulos del Cristo, es decir discípulos
del Amor Universal. Es el sendero que
debemos seguir para espiritualizar nuestros vehículos.
Al hablar de nuestros vehículos no se hace referencia
solamente al cuerpo material o denso, formado por una serie de materiales
derivados de los alimentos que ingerimos; los otros vehículos o cuerpos son:
uno que nos da vitalidad (Cuerpo Vital), otro que nos impele a la emoción y a
la acción fecunda (Cuerpo Emocional, llamado también astral), otro que nos permite
discernir con más o menos lógica y comprender (Cuerpo Mental), otro que nos
lleva a trabajar con la imaginación (Imaginación creadora), otro que está en
relación con la armonía interior que muy pocas veces llegamos a sentir
(Sensibilidad estética) y el centro de consciencia llamado Ego.
Para comprender mejor la
constitución psico-física y espiritual del hombre, siendo el hombre en sí mismo
el Espíritu o Ego, tenemos:
Espíritu o
centro de consciencia.
Sensorialidad
(vehículo de la Sensibilidad estética).
Imaginación
(vehículo de la Imaginación Creadora).
Estos tres aspectos constituyen el Ego, la Individualidad; es el Ser Per sé, mientras que los siguientes
vehículos constituyen la personalidad,
es decir la máscara con la que hipócritamente nos relacionamos con los
demás:
Mente
(vehículo del Pensamiento y de la razón).
Emoción
(vehículo de los deseos y emociones).
Vitalidad
(vehículo de la salud y de la energía).
Cuerpo
físico (Receptáculo de la vida).
La actividad de estos vehículos tiene mucho que
ver con la forma como vivimos, actuamos, pensamos, imaginamos y sentimos.
Las energías más sutiles
llamadas emoción, mente racional, imaginación, sensibilidad, intuición,
consciencia y ultraconsciencia, son las que moldean la materia física, y son
más importantes que el cuerpo denso, porque éste no sólo depende del oxígeno,
del agua y de los alimentos que ingerimos, sino también de las energías
subjetivas, metafísicas, dirigidas por nuestro Ego, que son las que nos impelen
constantemente a la acción.
El cuerpo denso le presenta resistencia a las energías internas para
que el centro de consciencia, el Ego, pueda derivar las experiencias físicas
que a través del discernimiento han
de permitirle satisfacer todos aquellos deseos, anhelos, ambiciones e imágenes
que ha ido teniendo a través de la evolución.
Es el poder interno que todos
tenemos; la fuerza maravillosa de nuestras energías internas que modelan
constantemente la materia densa para permitir que nuestro Ego evolucione y
pueda adquirir las experiencias que necesita.
La vitalidad, es la razón de ser de la salud si ella no ha sido
agotada por la emocionalidad, la tristeza o los desvaríos eróticos.
El vehículo emocional o cuerpo de deseos, tiene que ver con la energía para la acción,
aunque por falta de cultivo interno nos doblega con odios, temor, pesimismo,
celos, incertidumbre, ira, etc.
Generalmente la fuerza
emocional nos lleva a desear cosas ordinarias, intrascendentes, triviales y a
satisfacer nuestros instintos. Debemos
guiar la emoción cual potro soberbio para conquistar
los más lejanos reinos y todo lo que necesitemos en nuestra vida.
La fuerza emocional debe ser
guiada por medio de la acción fecunda
y el entusiasmo, cultivando un ideal, para que así nuestra vida sea digna de
vivirse; porque si no tenemos un ideal para guiar nuestra vida, no podremos
vivirla a plenitud ni podremos lograr nuestros deseos, sino en muy raras
ocasiones.
Si vamos por el mundo inconscientes, ciegos y sordos de
nuestro destino espiritual de perfección progresiva, interesados solamente en
satisfacer nuestros impulsos primarios, nuestra vida será insignificante,
vacía, llena de problemas y sin ningún sentido para vivirla.
Pero si tenemos un ideal, bien
sea el de conquistar salud, estética, estabilidad económica o el de cultivarnos
intelectualmente creciendo en inteligencia y en sabiduría para servir a los
demás, para compartir nuestros conocimientos, maravilloso, o si tenemos el
ideal de guiar a la humanidad por el sendero de la fraternidad y de la
espiritualidad, extraordinario.
Por eso cada quien debiera
tener en la vida un ideal, una meta, para hacer de su vida algo prodigioso.
La mente, de la que tanto nos enorgullecemos, ha servido para llevar a
la civilización hasta los niveles actuales de progreso, pero ella sólo nos
ayuda a comparar lo que estamos observando y conociendo en relación con otras
cosas que hemos derivado del pasado como información.
La mente es comparativa, es
lógica, es racional y existe la creencia generalizada que la mente es la que
tiene el poder; por eso se habla “de los poderes de la mente” y existen muchos
libros de psicología trascendente que
dicen que con la mente podemos lograr lo que queramos.
La mente no es realmente la
que nos lleva a perfeccionarnos; ella es relativamente insignificante en su
accionar para conquistar lo que deseamos.
Para comprenderlo, veamos el
caso de alguien que quiere ser rico: piensa
en ello desde el momento en que se despierta hasta llegar la noche, y sigue
toda la vida tan pobre como siempre. Si
sólo con pensar en ser ricos
lográramos serlo, no existiría la pobreza. Igual podemos decir de la salud, de
la alegría, de la armonía conyugal, de la sabiduría, etc., no basta solo con pensar en lograrlas; debemos
esforzarnos por conquistarlas.
Y así nos pasamos la vida
siendo tal como somos y no de otra manera porque “los poderes de la mente” no
son el secreto para obtener salud, la riqueza, la felicidad ni del éxito. Pero si realmente
queremos lograr todo lo que deseamos y necesitamos, debemos imaginarnos sanos, felices, armoniosos,
activos, volitivos, prósperos.
Imaginar es ver, pensar
es comparar. Imaginar es visualizar con los ojos del espíritu todo aquello
que anhelamos; por eso se le llama a esta facultad la imaginación creadora, porque es un poder creador del Espíritu. Nos
ligamos definitivamente a lo que imaginamos, aunque muchas personas dicen que
somos lo que pensamos, pero la verdad es mucho más sutil somos lo que imaginamos y según sean nuestras imágenes, eso es lo que
llegaremos a ser.
Si en nuestra infancia
imaginamos ser abogados, médicos, mecánicos, artistas, etc., y esa imagen vivió
en nuestra sensibilidad y fue guiada por la energía volitiva de nuestro Ego en
una dirección adecuada, muy seguramente que todos habremos ido logrando todo
aquello que imaginamos.
Tenemos que imaginarnos sanos,
felices, armoniosos, prósperos, exitosos y sabios. Pero también tenemos que aprovechar el discernimiento y el poder
de la acción fecunda actuando a través del entusiasmo, para que el ideal que cultivamos
en nuestra vida se concrete en el mundo de la forma.
Más sutil aún que la
imaginación está la sensibilidad,
razón de ser de la estética, del arte, de la poesía, de la fraternidad, del
altruismo y del sentido Crístico. La
imaginación unida a la sensibilidad es la clave de la magnitud de los sabios,
de los genios, de los artistas, de los poetas, de los prohombres de la raza.
Bajo la acción de la
imaginación unida a la estética en un momento de armonía y de elación mística,
brotan las palabras con belleza y con ritmo, surgiendo la poesía, la música, la
pintura y el arte, en aquellos que saben sentir y comprender la vida, para que
puedan extasiarse todos los que han de admirar aquellas obras prodigiosas que
han salido de las manos del artista.
Pero esas manos han sido
guiadas por la imaginación y por la sensibilidad, para plasmarlas en bellos
cuadros, en prodigiosas esculturas, en musicales como estéticas poesías o para
pulsar maravillosamente los instrumentos musicales que han de solazar el
sentido del oído.
La humanidad suele transitar
por los senderos de la mente, de la emoción y del instinto, ignorando el
esplendoroso camino de perfeccionamiento a través de la imaginación creadora,
la sensibilidad, la intuición y la consciencia.
La imaginación y la
sensibilidad de seres de gran evolución como Buda, Hermes, Krishna y el señor
Jesús, ya comulgaban con su divina intuición y con la consciencia.
La intuición, permite que
derivemos de lo interno de nuestro ser todo el saber que está almacenado en el
transconsciente, que ha sido acumulado a través de encarnaciones sucesivas y
que puede y debe llevarse a la esfera conscientiva.
A la intuición debe vincularse
la inteligencia, pero ser inteligente no significa leerse multitud de volúmenes
o aprenderlos de memoria; eso solo es intelectualidad. Ser inteligente, es conocer instantáneamente
el pro y el contra de las cosas cuando se presenta más de una línea de acción a
seguir.
No estamos en este mundo
material por capricho de la evolución Cósmica o de la Divinidad —sin importar
el concepto de cada quien–. No es
nuestro destino sufrir o gozar; estamos en este mundo tridimensional para evolucionar, adquiriendo Senso-Consciencia a través de las
experiencias de la vida. Por eso si
guiamos nuestra vida consciente, sensible e inteligentemente, podremos
realmente ser felices.
Esto es lo que vinieron a
enseñar los instructores de todas las razas y de todas las épocas. El señor
Jesús, gran sabio y divino instructor del mundo, con su inmenso amor y
sabiduría, vino a mostrarnos como espiritualizarnos y progresar, pero no lo
hemos comprendido.
No vino a decir que era un
Dios y es admirable que viendo proféticamente lo que iban a hacer de su
personalidad, poniéndola como culto inconsciente por sectas y religiones que
cristalizan la conciencia con dogmas que exigen creer impidiendo que la
humanidad pueda aprovechar aquellas enseñanzas para perfeccionarse, dijo: “las
zorras tienen guaridas, y las aves de los cielos nidos; mas el Hijo del Hombre,
no tiene donde recostar la cabeza” Lc.9.58.
Habló de sí mismo como el Hijo del Hombre, para que no le
fueran a rendir un culto dogmático rayado en la idolatría, tal como
precisamente ha ocurrido. En cambio nos
enseñó a buscar la verdad y “a ser perfectos como nuestro Padre que está en los
cielos es perfecto”.
Pero no modificamos nuestra
forma de vida; seguimos con nuestros grandes peros en el diario vivir: emotividad, pereza, crítica destructiva
(la crítica jamás puede ser buena aunque creamos
que lo sea), celos, envidia, discordia, mentira, engaño, odio, ira, temor, y la
creencia ciega y el dogmatismo que impiden cultivar la sensibilidad y educir la
consciencia, haciéndonos creer que sólo nuestra religión es la buena, la legítima y que por eso “nosotros somos los buenos y los demás no
son nada y están perdidos para la salvación eterna”.
¡Cuán inconscientes solemos
ser creyendo lo que los demás dicen, porque no nos hemos tomado el trabajo de
pensar! Formamos parte de la misma Vida
Cósmica y en la medida en que cada uno de nosotros progrese y se perfeccione,
ayudará al progreso y perfeccionamiento de la colectividad.
Nada en la naturaleza da
saltos y por eso no es posible lograr nuestra perfección en una sola vida
aunque caprichosamente así lo digan pastores, sacerdotes, maestros y gurúes.
La perfección se logra tras un
largo proceso evolutivo que tarda millones de años y la ciencia esotérica
enseña que sólo vamos en la mitad de ese proceso. Por lo tanto, no nos engañemos pensando en una hipotética e inmediata
salvación o en un inmediato perfeccionamiento, pero tampoco nos descorazonemos
pensando que la relativa perfección en el esquema evolutivo humano es
inalcanzable.
Somos y tenemos en
el momento actual de la evolución sólo aquello que nos merecemos, porque lo
hemos conquistado tras miles de encarnaciones en todo el proceso histórico de
evolución, porque somos hijos de nuestros pensamientos, sentimientos, emociones
y actos, que han generado nuestro destino a través del tiempo y del espacio.
Tenemos derecho a la
felicidad, a la salud y a la alegría, y el camino a seguir es cultivando la
acción fecunda, la armonía, la veracidad y la consciencia; amando a todos los
seres sin excepción, sirviéndoles y cuidando nuestra salud, nutriendo
adecuadamente nuestro organismo, sin intoxicarlo ni abusar de él. El resultado por la ley inflexible de causa
y efecto (acción y reacción dice la ciencia), es recibir justamente lo que nos
merecemos.
Por lo tanto, si en un momento
de gran necesidad le hemos prestado algún beneficio a otra persona, como por
ejemplo, ayudarle a conseguir trabajo, a recuperar la salud, etc., algún día si
uno tuviera algún problema, esa persona muy probablemente intentará ayudarnos o
prestarnos un servicio, porque dar y recibir es una ley cósmica.
Es también una ley natural que
si cuidamos nuestro cuerpo físico nutriéndolo adecuadamente, podrá resistir las
enfermedades y estará más o menos sano, hasta cuando llegue el momento en que
por ley natural debamos abandonarlo, porque
nosotros no somos el cuerpo denso; éste es simplemente un vestido que el
espíritu utiliza para adquirir y ganar experiencia.
Siendo los Rosacruces
renacentistas, se comprende que enseñen que con nuestras obras, emociones,
palabras, pensamientos y sentimientos estamos sembrando inexorablemente nuestro
destino.
Si yo quiero en el mañana ser
más feliz, debo sembrar felicidad, si quiero ser más sano, debo cuidar mi
organismo, si quiero ser más inteligente, debo estudiar esforzándome en
comprender, luchando por saber; entonces por la ley inexorable, eterna de
causación, he de cosechar justamente lo que he sembrado, no solamente en esta
etapa de evolución llamada encarnación, sino también en el futuro.
Muchos se preguntan: ¿Qué pasa con aquellos que nacen con
mutaciones, sin algún miembro, ciegos, tontos, etc.? Son seres que han sembrado en otras vidas tristeza y dolor o que
no han cuidado sus energías y su cuerpo, y ahora por secuencia natural de la
ley de causa y efecto, están cosechando
lo que sembraron.
Esta ley Cósmica, la enseñó el
señor Jesús cuando dijo: "No hagas a otros lo que no quieres que hagan
contigo"; también dijo: "Con la vara que midiereis seréis
medido". Platón decía: "Has a
otros lo que quieres para ti". Y
el señor Buda dijo: "El efecto sigue a la causa como la sombra sigue al
cuerpo o como la rueda al caballo que lleva el coche".
El señor Buda cuyo nombre fue
Siddhartha Gautama, a pesar de ser un soberbio príncipe que tenía todas las
comodidades que le podía ofrecer su posición social de aquel entonces, decidió
conocer el por qué del sufrimiento humano.
Deambuló por bosques, ciudades
y aldeas buscando a los sabios y a los ascetas para que lo instruyeran, para
que le enseñaran el por qué unos nacen ricos, sanos y felices, en cambio otros
pobres, enfermos e infelices.
Sus padres le habían impedido
que conociera cualquier tipo de tristeza y de dolor. Durante toda su educación y su primera infancia, jamás le
permitieron que saliera del palacio y siempre tenía un auriga (un instructor)
que lo acompañaba y le enseñaba.
Siddhartha preguntaba:
—¿por qué no puedo salir de
palacio?
Y su auriga le respondía:
—porque el Rey no lo permite
El Rey había ordenado que al
príncipe no se le podía dejar ver en ningún momento la pobreza, la miseria, el
dolor, la fealdad, porque ya un sabio del reino había predicho que aquel niño
traía una inmensa sensibilidad y que por lo tanto sufriría más que cualquier
otro con el dolor ajeno.
Algún día, siendo Siddhartha
un adolescente, le pidió permiso al rey, su padre, para salir del palacio y
conocer el mundo, siendo concedido el permiso.
Siddharha se paseó por la
ciudad con su auriga y en un lado del camino encontraron un viejo. Al ver el príncipe aquel cuerpo inclinado,
aquel rostro arrugado y con un surco de dolor entre las cejas, preguntó:
—¿Quién es ese? Su cabeza es blanca, sus ojos languidecen y
tiene el cuerpo maltrecho. ¡Apenas
puede sostenerse con el auxilio de un bastón!
El auriga le respondió:
—Esas son las señales de la
vejez. Ese hombre fue antes un niño de
pecho, luego un adolescente lleno de ardor para el placer; pero han llegado los
años y ahora su belleza, vigor y virilidad se han ido.
Luego apareció a un lado del
camino un enfermo, desfigurado el cuerpo, convulso y gimiendo de dolor.
El príncipe preguntó:
–¿Qué clase de hombre es éste?
—Es un hombre enfermo. Todos estamos sujetos a semejante estado:
ricos y pobres, sabios e ignorantes.
Todas las criaturas que tienen un cuerpo están sujetas al mismo mal.
Pronto observaron a varias
personas llevando un cadáver, y el príncipe, estremeciéndose a la vista del
cuerpo privado de vida, preguntó:
—¿Qué es lo que llevan
ésos? Veo banderolas y guirnaldas de
flores, pero las personas que van marchan abrumados de pena.
—Es un cadáver; su cuerpo está
rígido, la vida ha escapado de él y el pensamiento se ha extinguido. Su familia
y los que le amaron llevan ahora su cuerpo al sepulcro.
Y el príncipe lleno de dolor
preguntó:
–¿Esto es una excepción o
también en el mundo hay otros ejemplos de ello?
Con el corazón oprimido
contestó el auriga:
—Para todos es igual, el que
comienza la vida tiene que acabarla.
Nadie puede escapar a la muerte.
Siddhartha profundamente
afligido, suspiró a causa del sufrimiento de la gente con la vejez, las
enfermedades y la muerte. Todos los
pensamientos le parecieron gastados; sintió disgusto por los placeres de la
vida y pensó:
—¡Que placer pueden
experimentar los hombres cuando saben que pronto la vejez les hará padecer y
caminar lánguidamente! ¡En todas partes
encuentro las huellas de la mudanza; eso me oprime el corazón! Los hombres enferman, envejecen y
mueren. ¿No es eso bastante para
destruir la dicha de vivir?
Volvió el Príncipe a palacio y
durante un tiempo estuvo lleno de tristeza, no sabía que hacer con su vida.
—¿Por qué estoy yo rodeado de
salud, de riqueza, de armonía y de belleza y los demás están rodeados de
tristeza y de dolor? No me lo explico.
¿Por qué la Divinidad hace tales injusticias?
Huyó entonces del
palacio. Al encontrar a los ascetas y a
los posibles sabios que deambulaban por la India en aquella época preguntó:
—“¿Por qué la lepra, por qué
la tristeza, por qué la muerte, por qué las enfermedades y los dolores de toda
clase?”
Ellos le instruyeron según su
capacidad, pero al joven no le satisfacían aquellas respuestas.
—“Tiene que haber algo más profundo,
se dijo, no puede ser simplemente caprichos de los dioses”.
Empezó a buscar en el fondo de
su ser, en su transconsciente, tomando contacto finalmente con la sabiduría que
había ido cultivando a través de encarnaciones sucesivas y que estaba a punto
de exteriorizarse como consciencia.
Y descubrió que todas las
penas y alegrías del ser humano, dependen de una ley inflexible, de una ley
natural Cósmica y divina: la ley de causa y efecto, llamada karma por los orientales.
Es la ley eterna de acción y reacción;
esa es la razón de por qué todos los actos de la humanidad generan reacciones y
problemas, pero también enseña cómo solucionarlos.
Son enseñanzas maravillosas,
pero si lo queremos desligar totalmente de la filosofía y de la religión e ir a
la ciencia, podemos llamarla ley de
acción y reacción que se describe así: “con la fuerza que el péndulo va
hacia la derecha, con esa misma fuerza se regresa hacia la izquierda”.
Quienes sufren hambre,
enfermedades, dolor, tristeza y miseria de toda índole, es porque en otras
vidas han sembrado lo que ahora están cosechando. Si fuéramos observadores y
esa observación la lleváramos a través de muchos años en este momentum de la evolución que estamos
pasando, comprenderíamos la exactitud de la ley de causa y efecto.
Observemos a nuestros
familiares, amigos y a aquellos conocidos a quienes pudimos ver hace 15, 20 o
más años; al observar sus vidas de aquel entonces, como por ejemplo el
matrimonio, la concepción de su primer hijo, etc., observaremos que ahora sus
hijos por ley de causalidad, van repitiendo muchas de las cosas que sus padres
hicieron en aquellas etapas de sus vidas, para que los padres aprendan
lecciones que necesitan, y para que los hijos cancelen deudas pre-existentes.
También podremos observar que
estamos percibiendo el resultado de muchas de las cosas que hicimos en esta
vida hace algunos años.
Si llegáramos a ser
conscientes de la ley de causa y efecto en nuestras vidas, nos liberaríamos de
la tristeza y del dolor, de los problemas, de las enfermedades, de la miseria
física, moral y anímica y estaríamos transitando el sendero de la armonía
espiritual. Así podríamos convertirnos
en seres verdaderamente útiles a la evolución planetaria.
¿Y cómo servir? Ante todo preparándonos; por eso antes de cualquier
actividad importante que se vaya a verificar como una entrevista, una
conferencia, un examen o cualquier tipo de suceso, se debiera dedicar algunos
minutos a aislarse, relajarse, respirar con la mayor mística posible y llenarse
de armonía.
Al armonizarse,
el aura o campo electromagnético se torna agradable y al tomar contacto con el
aura de los demás, se provoca una reacción simpática afín dando como resultado
el que todo nos resulte bien.
Lo más
importante en la evolución, por lo menos en la etapa actual, es el cultivo del
alma, el cultivo de la esencia Crística en nosotros, lo cual podemos conseguir
dedicando diariamente por lo menos entre unos quince minutos a media hora en la
mañana y en la noche, a la meditación.
Antes de
cualquier práctica de concentración, de meditación, de sanación, de
auto-sanación, etc., debemos aprender a relajarnos.
Para que la
relajación sea completa, evitar recostarse en el espaldar de la silla,
manteniendo la columna vertebral recta con la cabeza ligeramente inclinada
hacia adelante, formando un eje vertical entre la coronilla y la base de la
columna vertebral. Los pies juntos como
en posición de firmes y las manos descansando la una sobre la otra o
entrelazando los dedos.
Otra posición
relajada para muchas personas al hacer la meditación es la que se observa en
las estatuas de Buda.
Luego, hacer
unas tres respiraciones profundas inhalando profundo por la nariz y exhalando
por la boca, pero sin forzar la respiración, con el fin de relajar el cuerpo y
sosegar la mente.
Después
imaginamos diminutos átomos de luz que en número de millones conforman el
cuerpo astral o de deseos, que es el que nos impele a movernos y que está
interpenetrando el cuerpo denso.
Imaginamos que
esos millones de átomos luminosos salen de los dedos nuestros pies, arco
plantar, talones, pantorrillas, rodillas, muslos, abdomen, tórax, cintura,
espalda, nuca y cuello, quedando relajados todos nuestros músculos y
articulaciones.
Al mismo
tiempo sentimos como van quedando flojas, pesadas y relajadas, las partes del
cuerpo correspondientes: pies, piernas, glúteos, caderas, abdomen, zona lumbar
y dorsal, tórax, hombros, trapecios, nuca, brazos, antebrazos y manos.
Visualizamos
como del cuello y de la nuca hacia abajo, todo el cuerpo áurico está opaco,
porque está relajado, mientras que del cuello hacia arriba sigue luminoso.
Con nuestra
imaginación relajamos el maxilar inferior, cuidando que las arcadas dentales no
se toquen entre sí, luego seguimos con la nariz, ojos, párpados, frente,
occipucio y todo el cráneo.
De nuevo al
observar imaginalmente el aura, debemos visualizar la uniformidad del color
opaco en todo nuestro cuerpo áurico astral, haciendo así una relajación
completa. Estando en relajación,
nuestra respiración se armoniza y se torna imperceptible.
El secreto de
la concentración y de la meditación, está en la armonización del aliento; en
respirar con la mayor suavidad, armonía y mística posibles, siempre por la
nariz.
La inhalación
debe ser más con la imaginación que con esfuerzo físico, visualizando como
entra con cada inhalación luz blanca por el entrecejo, que se acumula
inicialmente en la medula oblonga (situada en la cima de la espina dorsal),
para luego interpenetrar todo nuestro cuerpo con ésta luz.
Al exhalar
imaginamos como aumenta el voltaje de la energía blanca y luminosa de la medula
oblonga. Esta es la energía que viene
del Cosmos, la energía paternal del Universo llamada la Luz Astral.
Ya en
meditación, después de haberse relajado y de haber practicado la respiración de
luz blanca, podemos ayudar como sanadores, para mejorar la salud física y
anímica de otros.
Si alguien
está triste, deprimido, angustiado, preocupado, de luto, matrimonios en
discordia, personas que se han enemistado, con la imaginación podemos verlos al
frente de nosotros en nuestra meditación;
luego, después de inhalar luz blanca por el entrecejo y dirigirla hacia
la medula oblonga, la llevamos hacia el corazón, donde la luz blanca se
transmuta en luz dorada, para luego dirigir un rayo de esa luz con el mayor
sentimiento de amor, hacia el corazón de esas personas que están sufriendo
moralmente.
Luego
inundamos su aura con la luz dorada, deseándole paz, armonía, felicidad. Si es que estamos enemistados con esa
persona, podemos imaginar cómo de corazón a corazón se unifican éstos rayos
dorados y luego en una sola aura de luz dorada somos uno con él.
Si es un
amigo, imaginemos darle un apretón de manos, un abrazo fraterno, que le
hablamos con cariño y que él también se muestra afectuoso con nosotros.
Si es un ser
muy querido imaginamos también como le abrazamos y hacemos fluir amor desde
nuestro corazón hacia el corazón de esa persona, para hacerle sentir que
realmente le amamos.
Después
utilizando nuestro verbo interno, digámosle con la lengua del pensamiento que
le amamos, que le deseamos lo mejor, pidiendo que nos disculpen por nuestros
actos. De esta manera hacemos un
trabajo mágico-espiritual, pero con la única condición que lo refrendemos en lo
físico.
Cuando
físicamente estemos frente a esas personas, debemos acercarnos a ellas y
hacerles sentir nuestro aprecio, nuestro cariño, nuestro amor. Primero hicimos fluir el campo magnético
hacia ellos, pero luego el intercambio físico sella el acto espiritual que
hemos verificado.
Siendo el
corazón el templo de la energía del Cristo, del amor universal, en la
naturaleza del hombre, imaginemos que el sentimiento del amor hacia todos los
seres, hacia toda vida, nace de él, y como luz diáfana, dorada, inunda nuestro
cuerpo y luego nuestra aura.
Después imaginémonos que somos el centro mismo del Universo, como un Sol ingente de luz, de amor y de poder, irradiando este inmenso amor que día tras día crece en nosotros, como mensaje de vida, de paz, de armonía, de progreso, de espiritualidad y de fraternidad hacia toda la creación, y deseando al mismo tiempo con la lengua del pensamiento, paz y amor a todos los seres.
Conferencias públicas:
Lunes, Martes, Miércoles 7:00 P.M.
Sábados 9:00A.M.
Calle 24A Norte # 8-22 Cali
MARAVILLOSAS OBRAS PARA SU
ENNOBLECIMIENTO Y SUPERACION
LOGO-SOPHIA. Israel Rojas R.
CULTURA INTIMA DEL JOVEN. Israel Rojas R.
EL SENTIDO IDEAL DE LA VIDA. Israel Rojas R.
EL SECRETO DE LA SALUD Y LA
CLAVE DE LA JUVENTUD. Israel Rojas R.
CONCEPTO ROSACRUZ DEL COSMOS Max Heindel.
EL VELO DEL DESTINO. Max Heindel.
MEDICINA OCULTA. Franz Hartmann.
ROSA ESOTERICA. Krumm Heller.
LAS LLAVES DEL REINO. Jorge Adoum.
EN ARMONIA CON EL INFINITO. R. W. Trine.
LA LEY DE LA VIDA. R. W. Trine.
SIMBOLOS DE TRANSFORMACION. C. G. Jung.
TEORIA SEXUAL. S. Freud.
Este libro se publica con cooperaciones voluntarias, y su distribución es
gratuita.