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Ego

 

EN LA CONQUISTA DE LA ARMONIA INTERIOR

 

IVAN DARIO QUINTERO

Zerión

 

Copyright:

ISSN 0123—2185

Reservados todos los derechos

 

“El sentido espiritual de la vida es el faro que nos guía en todos nuestros actos y nos permite la conquista de nuestra naturaleza humana para convertirla en divina”.

 

 

INTRODUCCION

 

El ser humano ha perdido su ruta… ¿o es que nunca la ha tenido?  La creciente ola materialista que subyuga  al mundo nos ha alejado del conocimiento de lo espiritual, ligándonos a la materia, creyendo que lo único verdaderamente importante es la vida trivial que diariamente llevamos.

Algún filósofo decía que lo más importante es lo que no vemos, a lo que le replicaba el materialista que lo más importante es lo que vemos; pero el filósofo le respondió:

—¿Has visto un pensamiento?  ¿Alguien ha pesado el amor?

—“Es la fuerza de la emoción la que nos impulsa a actuar; es el poder de la imaginación lo que promueve los descubrimientos científicos y el avance de la ciencia, y es el sentido fraternal del amor lo que mueve al filántropo a ayudar a los que sufren.  Por eso lo más importante es lo que no vemos”.

Debemos tener una ruta, seguir un camino, pero un camino conscientemente recorrido pensando en el bien y en la felicidad comunes, porque lo que no beneficie a todos, realmente no beneficia a nadie.

 

 

EN LA CONQUISTA DE LA ARMONIA INTERIOR

 

En la búsqueda del sentido espiritual de la existencia, se hace necesario no solamente el conocimiento de la fisiología del ser humano, sino también el conocimiento de lo anímico, con la ayuda de la psicología esotérica.  En este campo, eminentes psiquiatras han tratado de profundizar en la naturaleza  psíquica del ser humano, para encontrar explicaciones a la complejidad del alma.

Sigmund Freud trascendente entre todos aquellos que se dedicaron a investigar la naturaleza del alma, encontró que el sufrimiento del hombre se debe en gran parte a problemas de naturaleza psicosexual, al darse cuenta exacta que todos los seres humanos tenemos en el fondo de nuestro ser más o menos con alguna intensidad, sembradas este tipo de imágenes.

Según el psicoanálisis, pasamos por diversas fases psicofisiológicas desde el mismo momento en el cual nacemos: oral, anal, los complejos de Edipo y de Electra y asi sucesivamente, evolucionando hasta llegar a niveles superiores de consciencia, en los cuales tampoco logramos liberarnos completamente de los traumas causados por los psicopatologismos del sexo, porque el ser humano está vinculado íntimamente a la imagen de la otra polaridad, del otro sexo.

No existe un solo varón en la completa acepción del término, que pase un solo día de su vida sin que en su psique tenga la imagen de lo femenino. De igual forma, no existe una sola mujer que no tenga en algún momento la imagen de lo masculino.

Cuando niños, tenemos los varones la imagen de nuestras madres, y las niñas, la imagen de  sus padres.  Al llegar a la adolescencia y la edad  adulta, surge con mayor fuerza la imagen de la otra polaridad al relacionarnos con los demás.  Es porque estamos vinculados desde el punto de vista de la energía bipolar a ese otro ser que es la mujer o el varón.

Así han comenzado los grandes traumatismos de la humanidad y de la civilización, sus tristezas y tragedias, lo que ha sido fuente de discordia y de dolor a través de la historia, lo que ha dado origen a guerras y a los escritos de tragedias de amor como los de Cleopatra y Marco Antonio, el rapto de Helena por parte de Paris, las tragedias de Edipo y de Electra, el amor imposible de Romeo y Julieta, etc.

No se nos ha explicado el porqué de nuestro sufrimiento cuando tenemos en la psique la imagen de la otra polaridad.  Es debido a que desconocemos totalmente la sublimación, que es la manera de trascender aquellas imágenes, que ejercen presión sobre nuestra psique.

Dicen que el señor Freud le entregó a la humanidad un bisturí, con  el cual ascultar el alma; enseñó que cuando la imagen  que mantenemos de la otra polaridad, no es bella y armoniosa, nos ocasiona daño en la mayoría de los casos.

Básicamente, el problema es que muchas de las imágenes que se tienen en el diario vivir, son pesimistas, negativas, morbosas y eróticas, que constantemente llevan a que se piense en la satisfacción de los instintos.

El poder de difusión que tienen la televisión, el cine, las revistas y los periódicos, han servido como medio de información para el progreso del intelecto humano, pero infortunadamente también para promocionar la belleza de la mujer como una imagen de placer.  Es lo sugieren constantemente las revistas, el cine y la televisión, y de lo que se habla en las conversaciones triviales del diario vivir, saeteando la psique del varón y de la mujer, de una manera instintiva, diferente a lo que debiera ser: un sentimiento de belleza, de regeneración, de armonía y de espiritualidad, como divino ideal para el perfeccionamiento progresivo de la humanidad.

No somos conscientes que en la semilla germinal está encerrada la vida, que es una energía extraordinaria, porque gracias a su poder como fuerza generadora podemos encarnar, y gracias la energía incalculable que encierra, podemos desarrollar mayor inteligencia, mayor sensibilidad, mayor elocuencia, salud perfecta y una actitud tremenda y positiva para el bien, si realmente aprovechamos ese ingente poder.

¿Y  a que se debe ese poder?  Los psiquiatras hablan de la libido o fuerza del deseo.  Es una energía poderosa, que actuando a medida que entramos en la adolescencia y edad adulta, nos hace sentir plenos de vigor, de fuerza y de armonía; nada nos parece problema, los varones nos sentimos los campeones de la voluntad, y las damas se sienten las más hermosas y magnéticas del mundo.

Es la llama de la vida que subyace en todos los seres, siendo la razón de ser del positivismo, del entusiasmo, de la voluntad, del coraje, de la inteligencia, de la salud, etc.

Pero cuando el joven o la joven descubren la masturbación o llegan a la intimidad sexual abusando de este poder de la naturaleza, resultan los desequilibrios de toda índole.  Aquel joven que hasta esos momentos era muy inteligente y activo, se le observa menguar, no tiene la misma facilidad para asimilar la educación que se le imparte, ni la misma actividad de antes; se le ve perezoso, se levanta tarde y se torna huraño y hosco con sus seres queridos.

Igual sucede con las jovencitas, no hay forma de tratarlas, se vuelven bruscas y no quieren que se les acerquen sus progenitores ni hermanos, ni aceptan los positivos comentarios que sus mayores quieren y pueden darles.

¿Qué ha pasado?  Que han puesto en movimiento energías tremendas de naturaleza psicosexual, las cuales al no ser dirigidas adecuadamente a través de la imaginación creadora y de la sensibilidad estética, ocasionan profundos traumas en el alma que producirán a largo de la vida disgustos, divorcios, tristezas y problemas de toda clase.

Para solucionar esta situación está la sublimación estética, que es la acción sublime de cambiar el impulso genitor usualmente pasional y degradante, por lo que debe ser la verdadera conjugación del hombre y la mujer en éste momento tan especial: un estado de armonía, de paz, de cariño, con dulces y tiernas palabras acompañadas de imágenes estéticas, las que vinculadas a la sensibilidad nos han de proporcionar felicidad, salud y éxito, obteniendo todo lo que queramos lograr en la vida.

Es la dirección que le damos a las energías que actúan en nuestra naturaleza, como pequeños Universos que somos, lo que marca nuestro destino.

C. G. Jung, que en un principio fue seguidor de Freud, se separó de éste para desarrollar su propia teoría: la psicología analítica, más tarde denominada psicología compleja (que distingue dos tipos humanos: el extraverso y el introverso, señalando el impulso creador como predominante). Descubrió que además de la libido, existían otras energías que ejercían influencia sobre la psique del ser humano, las que llamó inconsciente colectivo.

Observó que desde niños y a medida que avanza nuestra vida, somos influenciados por todas las imágenes y preconceptos que los demás inculcan en nuestro ser, diciéndonos que debemos actuar, de esta manera o de la otra “porque así tiene que ser” o porque alguien lo dice así, o porque es la costumbre. Esto se hace, porque posiblemente no se conocen todas aquellas fuerzas maravillosas que están actuando en la interioridad de nuestro ser.

Si aprendiéramos a guiar a los niños por medio de imágenes bellas, enseñándoles acerca de la fraternidad con toda vida, de la sensibilidad, de la acción fecunda para la realización de nuestros anhelos, de la veracidad y del servicio desinteresado, tendríamos una humanidad superior, porque lo que sembramos en el alma de los niños desde su más tierna infancia, es lo que les va a marcar su camino en la vida.

También encontró Jung que el inconsciente tiene que ver con la parte sensible y mística que puede ser cultivada, si al ser humano se le enseña a amar; pero no lo que se entiende comúnmente por amor, como la conjugación física de dos seres para la satisfacción de un instinto.  Es mucho más; es armonía interior, es paz, felicidad y plenitud, que logramos cultivar  e irradiar, porque somos seres con vibración psíquico-espiritual, generada mediante nuestros pensamientos, emociones, sentimientos y actos, produciendo una fuerte irradiación electromagnética hacia todos aquellos que entran en contacto con nosotros.

Según sea nuestra vibración, así será el “mensaje” subconsciente, que les entregamos a otros.  Por lo tanto deberíamos cultivar armonía y sensibilidad que nos proporcionan paz interior, salud y felicidad, para que los demás perciban esa vibración y puedan ser beneficiados.

Alfred Adler, uno de los primeros discípulos de Freud, cuyas teoría psicoanalítica modificó para crear frente a ellas la “psicología individual”, encontró que la humanidad también sufre debido a fenómenos de plusvalía y minusvalía; es decir que a veces nos sentimos que valemos más y otras veces que valemos o somos menos que otras personas.

¡Que problema tan tremendo para nuestro estado interior, sentirnos en esas situaciones anómalas de nuestra psique!

La razón de esa situación son las imágenes que nos han inculcado desde nuestros primeros años, lo que lleva a esos estados negativos desde el punto de vista psicológico.

No tenemos porque sentirnos más, ni tampoco menos que nadie, porque todos los seres, hemos sido emanados por la misma energía que originó el Universo, la cual se ha concretado dentro de la forma, evolucionando durante cientos de miles de millones de años, para que finalmente hoy mostremos distintos estados de consciencia, lo que hace que seamos diferentes de los demás en grado de evolución, pero iguales en esencia por formar parte de la misma Causa Raíz: el Alma del Mundo, la Vida Cósmica.

Por eso no somos más ni menos que nadie; porque aunque alguien puede saber más que uno en el campo de las matemáticas -por ejemplo- uno puede saber más que aquél en el campo de la filosofía.  Por eso compararnos con otros sólo nos sirve para ocasionarnos problemas y tristeza.

Debemos ser naturales; he allí la clave para relacionarnos con los demás.  Si fuéramos a tomar contacto con alguna persona muy importante en la esfera intelectual, gubernamental, etc., ¿qué debemos hacer?  Utilizando la imaginación, sentirnos en plena armonía con esa persona, puesto que somos parte de la Unidad de la Vida Infinita, de la cual también ella forma parte.

El señor Jesús eminente sabio en la historia del tiempo pronunció las palabras que como mantrams maravillosos nos enseñan a armonizarnos con los demás y a sentirnos iguales a ellos: "Yo soy vosotros y vosotros soy yo en el espíritu de caridad y amor que es Dios".

Esta frase nos indica que somos una unidad maravillosa con la Vida Cósmica, que nos permite estar cerca de cualquier ser, sin importar su condición social, económica o intelectual, porque sabiendo que todos somos en esencia de la misma naturaleza espiritual, nos llevará a compartir nuestra vida interior.

El ser humano sufre por falta de afecto y este es realmente uno de los grandes problemas del mundo.  El afecto que no recibimos de otros, nos produce tristeza; pero si somos inteligentes, si somos conscientes comprenderemos que la causa de ello es porque no hemos dado afecto, cariño y ternura; debemos aprender a entregar el afecto, el cariño y la ternura, que se sintetizan en una palabra: Amor.

Cuán maravillosa y distinta sería la vida si entregáramos más de nosotros a los demás; así podríamos decir que la vida es hermosa, natural y feliz.

Son las enseñanzas dejadas por Jesús, Buda, Krisna, Rama, Zoroastro, Orfeo y Platón.  Las hemos heredado de los más eminentes sabios de todos los tiempos, pero no queremos darnos cuenta de aquellos conocimientos maravillosos de la ciencia de la vida.

“Lo que damos a otros, es lo que recibimos; lo que hacemos por ellos, eso es lo que ellos hacen por nosotros”.  Si nuestra tristeza está en relación con la falta de entrega de los demás hacia nosotros, busquemos la solución y remediémoslo: entreguémonos en servicio, en comprensión, en cariño, en afecto y en armonía, y así realmente recibiremos de ellos por simple ley de acción y reacción lo que les hemos dado.

San Pablo en Gálatas 6,7. dice: "No os engañeis; Dios no puede ser burlado, pues todo lo que el hombre sembrare eso también segará”.  Si sembramos en los demás tristeza y dolor, eso cosecharemos.  Si sembramos en nuestro organismo desequilibrios fisiológicos, descuidándolo y abusando de él, cosecharemos enfermedades, porque es una eterna ley de secuencia, que es maravillosa, por ser natural y divina.

Pensamos que la felicidad tiene que ver con un cuerpo perfectamente sano; claro que ayuda mucho, porque cuando estamos enfermos se altera nuestro estado emocional, mental, sensorial y nos tornamos agresivos, tristes o pesimistas, porque el estado de ánimo depende mucho de la salud física.

La salud no depende solamente de los alimentos que ingerimos o de aquellas substancias que tomamos para recuperarla o mantenerla, sino también de energías mucho más sutiles: las energías del Universo actuando en y alrededor de nuestra naturaleza física para que podamos tener una salud más o menos adecuada, lo que necesariamente se ha de concretar en materia-forma, porque el cuerpo físico que tenemos, está en relación con el nivel de energía liberado por las reacciones atómicas y moleculares de nuestro organismo.

Pensamos que si consumimos estos o aquellos alimentos mantendremos una salud perfecta; esto es y no es cierto.  El señor Jesús enseñó  "no es lo que entra por la boca lo que contamina al hombre sino lo que sale de ella" Mt.15.11.

Si ingerimos los alimentos más perfectos que la naturaleza puede ofrecernos tal como el agua pura, el jugo de las frutas, una alimentación estrictamente vegetariana y descanso adecuado, obviamente nuestro organismo no estará intoxicándose con las sustancias que otros alimentos sí pueden depositar en aquellas tuberías yuxtapuestas que conforman nuestro organismo.

Pero si estamos intoxicados emocionalmente por los celos, el odio, la ira, el temor, la incertidumbre, pasiones de raza, pensamientos negativos y pesimistas o imágenes absurdas, aquellas energías maravillosas del Cosmos no pueden circular libremente por las líneas de fuerza formadas por los campos moleculares y atómicos de nuestra constitución física, impidiendo que todos aquellos alimentos purísimos regeneren y sanen nuestro organismo o nos den salud, marchando hacia la enfermedad.

Muchas personas dicen alimentarse de una manera perfecta, sin embargo a lo largo de los años su salud ha sido y es precaria, con problemas de toda índole.

¿Es que la alimentación acaso no les sirve?  Claro que si, pero lo más importante han sido sus pensamientos, sus sentimientos y sus actos, que les han ido marcando su destino a través del tiempo; quizás han sido negativos en algún campo y por lo tanto han impedido la armoniosa actividad de las energías del Cosmos en su naturaleza interna.

Pensamos que la salud depende solamente de la nutrición física, pero en realidad lo más importante es que tengamos una nutrición moral, emocional, mental, sensorial y conscientiva lo más sanas y armoniosas posibles.

El ser humano antes de formarse como un organismo diferenciado, dependía de las energías Cósmicas o como enseñan los Rosacruces de las energías del Logos, que es la fuerza arquetípica de un sistema de mundos, tal como lo es el Sistema Solar.

En lenguaje filosófico al Logos Solar se le llama el Cristo y desde un punto de vista más espiritual, es el Verbo.  El Logos o Verbo, es el Sonido; es la fuerza arquetípica que mantiene la manifestación y cohesión molecular de la materia densa, para permitir la evolución de la vida, porque el Cristo o Verbo Cósmico, es la razón de ser de la vida de todos aquellos seres que estamos evolucionando tanto en el Sistema Solar como en el Universo.

El Ego es el pensador; es el centro de consciencia que tiene que manifestarse en la evolución en una gradación infinita de perfeccionamiento sucesivo, que depende en gran proporción del poder del Verbo interior exteriorizado como lenguaje.

Si a otra persona se le dicen palabras soeces, se le grita o se le insulta, en ese momento aquella persona pierde el ritmo de su armonía espiritual y le vemos languidecer, entristecer y llorar o le vemos ponerse furiosa, pelear y odiar.

Es por eso tan importante que aprendamos a utilizar adecuadamente el poder del sonido como lenguaje, como fuerza cósmica naturalizada en el ser humano, que en el nivel de evolución actual es el único que puede hablar coordinando frases y palabras coherentes, porque tiene una mente y una laringe más o menos desarrolladas que le permiten organizar y exteriorizar sus ideas, sus pensamientos y sus sentimientos, expresándolos en palabras y en hechos.

En la escala biológica encontramos animales como los loros y los estorninos, que pueden repetir pasivamente algunas palabras, pero solamente el ser humano tiene la posibilidad de coordinar las ideas que ha de exteriorizar como palabras, las que le pueden proporcionar salud o enfermedad.

Podemos mantener armonía, salud, equilibrio emocional, moral y mental, a través de las palabras pronunciadas con ritmo, veracidad, belleza y bien.

Cada vez que se pronuncian palabras o frases obscenas, absurdas y negativas, se está destruyendo no sólo nuestra armonía interior, sino también la de los demás, generando toda clase de enfermedades y problemas.

No nos podemos quejar de que los demás huyan de nosotros porque no tenemos la vibración magnética que nos haga agradables, para que nos acepten, nos reciban y estén a gusto en nuestra compañía.

Es la energía del Cristo Cósmico la que circula maravillosamente en nuestra interioridad a través del sistema nervioso gran simpático que está en relación con la energía subconsciente como dice la psicología, o con el transconsciente como enseñan los filósofos Rosacruces.

Es el lenguaje como modificación de nuestro Verbo interior, el que produce las modificaciones no sólo de nuestro organismo, sino también de nuestra vida interna, que se transformarán posteriormente en salud o enfermedad, en penas o alegrías, en armonía o desarmonía, en felicidad o tristeza, etc.

Los sonidos disonantes, psicoeróticos del rock, pop, rap, salsa, etc., despiertan la emotividad y muchas de las locuras tremendas que agobian a la humanidad; tanto es así que tan pronto se escucha a gran volumen ese tipo de música, inmediatamente se estimulan las emociones y la persona comienza a moverse simiescamente, lo cual lleva a una retrogradación de la armonía, de la sensibilidad y de la naturalidad que el ser humano debe tener en la evolución.

En cambio cuando escuchamos un vals quisiéramos danzar con armonía; es el poder del sonido influyendo decisivamente en nuestra vida.  Por eso el ser humano debe buscar cada vez más la armonía en su Ser y no la desarmonía y disonancia para su vida.  ¡Que prodigioso es el poder del sonido de las grandes composiciones musicales para los oídos plenos de espiritualidad y de sentido estético!

La música clásica solaza nuestros sentidos y da armonía a todas las funciones de nuestro organismo y se ha comprobado científicamente que cuando un enfermo escucha determinada clase de música clásica, puede recuperar su salud de una manera rápida y efectiva.

El sonido puede darnos salud o enfermarnos; en una sola palabra, puede proporcionar felicidad, salud física y moral, o desarmonía, tristeza y enfermedad.

Cuando escuchamos decir a alguien a quien queremos, que nos ama, que le hacemos falta, que nos extraña, es como un bálsamo maravilloso, no solamente para nuestro sentido del oído sino también para nuestro sensorium, nuestro ser anímico, proporcionándonos plenitud y felicidad.

Y si somos inteligentes, debemos también decirle palabras cariñosas: -te he extrañado, me agrada tanto estar en tu compañía, que bueno verte, estoy tan feliz de verte sano, en que puedo servirte, etc.  Estas son palabras que llevan un ritmo de belleza proporcionado por la entonación que le damos al sonido exteriorizado como lenguaje.

Uno de los senderos más rápidos para acelerar el progreso espiritual despertando cualidades y facultades ignoradas por el común de la humanidad, es a través del uso adecuado del lenguaje, porque cuando las palabras son armoniosas, rítmicas, bellas y espirituales, se está perfeccionando en la vida y en la evolución.

Se dice que somos seres racionales, pero si observamos la humanidad cuidadosamente nos damos cuenta que realmente no lo somos.  ¿Cómo va a ser racional alguien que constantemente está intoxicando sus pulmones fumando o destruyendo su sistema nervioso, sanguíneo y digestivo, al ingerir licor y fármacos?  Es imposible que alguien así sea un ser racional.

¿Cómo puede ser racional quien destruye la armonía de su hogar a través de la violencia, con gritos, con desplantes y desaires de toda clase?  Debemos ser verdaderamente conscientes de nuestras imágenes, pensamientos, emociones, actos y muy especialmente de nuestras palabras, porque generalmente somos inconscientes de todo aquello.

Lo que aflora en nuestras palabras, en nuestros actos, en nuestra vida, por lo regular surge de la esfera subjetiva del ser como actos fallidos, como diría el psicoanálisis o del inconsciente como diría la escuela de Jung.

Pero en la esfera subjetiva actúa en toda su maravillosa complejidad el transconsciente, aquella zona que está más allá de nuestra relativa consciencia, pero que está en simpatía con las energías del Universo.

Es aquella energía transconsciente la que permite (aunque no seamos conscientes), que al ingerir un banano, por ejemplo, esa maravillosa actividad subjetiva de nuestra naturaleza interna pueda separar los elementos constitutivos biogenésicos naturales de ese alimento, llevando el fósforo a los huesos y al sistema nervioso, el calcio al esqueleto, el hierro a la sangre, etc.

El fisiólogo diría: “esos son simples fenómenos bioquímicos”; claro que sí, pero son fenómenos que no se pueden repetir en ningún laboratorio del mundo si no está allí la Vida de un organismo produciendo estos fenómenos maravillosos.

Es el subconsciente quien nos pone en contacto con el Universo; los seres excepcionales que la humanidad ha conocido de vez en cuando a lo largo de la evolución, es porque han puesto a trabajar su consciencia vigílica a tono con la Consciencia Cósmica.

Muchas personas saben y así lo han demostrado los genios, los pro-hombres de la raza, que cuando se tiene una inquietud como la de mejorar la salud, conocer algún misterio de la naturaleza, solucionar problemas del diario vivir o armonizar con nuestros seres queridos, debemos antes de quedarnos dormidos, entregarle a la Inteligencia Cósmica, que está en relación directa con el transconsciente, las imágenes del problema que tenemos.

Como resultado, después de algunos días se activa la respuesta en el transconsciente, iluminando la conciencia racional, recibiendo la información necesaria bien sea en meditación o a través de nuestros sueños, para así aprovechar mejor nuestra existencia.

El Señor Jesús le mostró a la humanidad la manera de tomar contacto consciente con el Cristo, que es la Inteligencia Cósmica, diciendo: “En que os améis los unos a los otros, probaréis que sois mis discípulos”, discípulos del Cristo, es decir discípulos del Amor Universal.  Es el sendero que debemos seguir para espiritualizar nuestros vehículos.

Al hablar de nuestros vehículos no se hace referencia solamente al cuerpo material o denso, formado por una serie de materiales derivados de los alimentos que ingerimos; los otros vehículos o cuerpos son: uno que nos da vitalidad (Cuerpo Vital), otro que nos impele a la emoción y a la acción fecunda (Cuerpo Emocional, llamado también astral), otro que nos permite discernir con más o menos lógica y comprender (Cuerpo Mental), otro que nos lleva a trabajar con la imaginación (Imaginación creadora), otro que está en relación con la armonía interior que muy pocas veces llegamos a sentir (Sensibilidad estética) y el centro de consciencia llamado Ego.

Para comprender mejor la constitución psico-física y espiritual del hombre, siendo el hombre en sí mismo el Espíritu o Ego, tenemos:

Espíritu o centro de consciencia.

Sensorialidad (vehículo de la Sensibilidad estética).

Imaginación (vehículo de la Imaginación Creadora).

Estos tres aspectos constituyen el Ego, la Individualidad; es el Ser Per sé, mientras que los siguientes vehículos constituyen la personalidad, es decir la máscara con la que hipócritamente nos relacionamos con los demás: 

Mente (vehículo del Pensamiento y de la razón).

Emoción (vehículo de los deseos y emociones).

Vitalidad (vehículo de la salud y de la energía).

Cuerpo físico (Receptáculo de la vida).

La actividad de estos vehículos tiene mucho que ver con la forma como vivimos, actuamos, pensamos, imaginamos y sentimos.

Las energías más sutiles llamadas emoción, mente racional, imaginación, sensibilidad, intuición, consciencia y ultraconsciencia, son las que moldean la materia física, y son más importantes que el cuerpo denso, porque éste no sólo depende del oxígeno, del agua y de los alimentos que ingerimos, sino también de las energías subjetivas, metafísicas, dirigidas por nuestro Ego, que son las que nos impelen constantemente a la acción.

El cuerpo denso le presenta resistencia a las energías internas para que el centro de consciencia, el Ego, pueda derivar las experiencias físicas que a través del discernimiento han de permitirle satisfacer todos aquellos deseos, anhelos, ambiciones e imágenes que ha ido teniendo a través de la evolución.

Es el poder interno que todos tenemos; la fuerza maravillosa de nuestras energías internas que modelan constantemente la materia densa para permitir que nuestro Ego evolucione y pueda adquirir las experiencias que necesita.

La vitalidad, es la razón de ser de la salud si ella no ha sido agotada por la emocionalidad, la tristeza o los desvaríos eróticos.

El vehículo emocional o cuerpo de deseos, tiene que ver con la energía para la acción, aunque por falta de cultivo interno nos doblega con odios, temor, pesimismo, celos, incertidumbre, ira, etc.

Generalmente la fuerza emocional nos lleva a desear cosas ordinarias, intrascendentes, triviales y a satisfacer nuestros instintos.  Debemos guiar la emoción cual potro soberbio para conquistar los más lejanos reinos y todo lo que necesitemos en nuestra vida.

La fuerza emocional debe ser guiada por medio de la acción fecunda y el entusiasmo, cultivando un ideal, para que así nuestra vida sea digna de vivirse; porque si no tenemos un ideal para guiar nuestra vida, no podremos vivirla a plenitud ni podremos lograr nuestros deseos, sino en muy raras ocasiones.

Si vamos por el mundo inconscientes, ciegos y sordos de nuestro destino espiritual de perfección progresiva, interesados solamente en satisfacer nuestros impulsos primarios, nuestra vida será insignificante, vacía, llena de problemas y sin ningún sentido para vivirla.

Pero si tenemos un ideal, bien sea el de conquistar salud, estética, estabilidad económica o el de cultivarnos intelectualmente creciendo en inteligencia y en sabiduría para servir a los demás, para compartir nuestros conocimientos, maravilloso, o si tenemos el ideal de guiar a la humanidad por el sendero de la fraternidad y de la espiritualidad, extraordinario.

Por eso cada quien debiera tener en la vida un ideal, una meta, para hacer de su vida algo prodigioso.

La mente, de la que tanto nos enorgullecemos, ha servido para llevar a la civilización hasta los niveles actuales de progreso, pero ella sólo nos ayuda a comparar lo que estamos observando y conociendo en relación con otras cosas que hemos derivado del pasado como información.

La mente es comparativa, es lógica, es racional y existe la creencia generalizada que la mente es la que tiene el poder; por eso se habla “de los poderes de la mente” y existen muchos libros de psicología trascendente que dicen que con la mente podemos lograr lo que queramos.

La mente no es realmente la que nos lleva a perfeccionarnos; ella es relativamente insignificante en su accionar para conquistar lo que deseamos.

Para comprenderlo, veamos el caso de alguien que quiere ser rico: piensa en ello desde el momento en que se despierta hasta llegar la noche, y sigue toda la vida tan pobre como siempre.  Si sólo con pensar en ser ricos lográramos serlo, no existiría la pobreza. Igual podemos decir de la salud, de la alegría, de la armonía conyugal, de la sabiduría, etc., no basta solo con pensar en lograrlas; debemos esforzarnos por conquistarlas.

Y así nos pasamos la vida siendo tal como somos y no de otra manera porque “los poderes de la mente” no son el secreto para obtener salud, la riqueza, la felicidad ni del éxito.  Pero si realmente queremos lograr todo lo que deseamos y necesitamos, debemos imaginarnos sanos, felices, armoniosos, activos, volitivos, prósperos.

Imaginar es ver, pensar es comparar. Imaginar es visualizar con los ojos del espíritu todo aquello que anhelamos; por eso se le llama a esta facultad la imaginación creadora, porque es un poder creador del Espíritu. Nos ligamos definitivamente a lo que imaginamos, aunque muchas personas dicen que somos lo que pensamos, pero la verdad es mucho más sutil somos lo que imaginamos y según sean nuestras imágenes, eso es lo que llegaremos a ser.

Si en nuestra infancia imaginamos ser abogados, médicos, mecánicos, artistas, etc., y esa imagen vivió en nuestra sensibilidad y fue guiada por la energía volitiva de nuestro Ego en una dirección adecuada, muy seguramente que todos habremos ido logrando todo aquello que imaginamos.

Tenemos que imaginarnos sanos, felices, armoniosos, prósperos, exitosos y sabios.  Pero también tenemos que aprovechar el discernimiento y el poder de la acción fecunda actuando a través del entusiasmo, para que el ideal que cultivamos en nuestra vida se concrete en el mundo de la forma.

Más sutil aún que la imaginación está la sensibilidad, razón de ser de la estética, del arte, de la poesía, de la fraternidad, del altruismo y del sentido Crístico.  La imaginación unida a la sensibilidad es la clave de la magnitud de los sabios, de los genios, de los artistas, de los poetas, de los prohombres de la raza.

Bajo la acción de la imaginación unida a la estética en un momento de armonía y de elación mística, brotan las palabras con belleza y con ritmo, surgiendo la poesía, la música, la pintura y el arte, en aquellos que saben sentir y comprender la vida, para que puedan extasiarse todos los que han de admirar aquellas obras prodigiosas que han salido de las manos del artista.

Pero esas manos han sido guiadas por la imaginación y por la sensibilidad, para plasmarlas en bellos cuadros, en prodigiosas esculturas, en musicales como estéticas poesías o para pulsar maravillosamente los instrumentos musicales que han de solazar el sentido del oído.

La humanidad suele transitar por los senderos de la mente, de la emoción y del instinto, ignorando el esplendoroso camino de perfeccionamiento a través de la imaginación creadora, la sensibilidad, la intuición y la consciencia.

La imaginación y la sensibilidad de seres de gran evolución como Buda, Hermes, Krishna y el señor Jesús, ya comulgaban con su divina intuición y con la consciencia.

La intuición, permite que derivemos de lo interno de nuestro ser todo el saber que está almacenado en el transconsciente, que ha sido acumulado a través de encarnaciones sucesivas y que puede y debe llevarse a la esfera conscientiva.

A la intuición debe vincularse la inteligencia, pero ser inteligente no significa leerse multitud de volúmenes o aprenderlos de memoria; eso solo es intelectualidad.  Ser inteligente, es conocer instantáneamente el pro y el contra de las cosas cuando se presenta más de una línea de acción a seguir.

No estamos en este mundo material por capricho de la evolución Cósmica o de la Divinidad —sin importar el concepto de cada quien–.  No es nuestro destino sufrir o gozar; estamos en este mundo tridimensional para evolucionar, adquiriendo Senso-Consciencia a través de las experiencias de la vida.  Por eso si guiamos nuestra vida consciente, sensible e inteligentemente, podremos realmente ser felices.

Esto es lo que vinieron a enseñar los instructores de todas las razas y de todas las épocas. El señor Jesús, gran sabio y divino instructor del mundo, con su inmenso amor y sabiduría, vino a mostrarnos como espiritualizarnos y progresar, pero no lo hemos comprendido.

No vino a decir que era un Dios y es admirable que viendo proféticamente lo que iban a hacer de su personalidad, poniéndola como culto inconsciente por sectas y religiones que cristalizan la conciencia con dogmas que exigen creer impidiendo que la humanidad pueda aprovechar aquellas enseñanzas para perfeccionarse, dijo: “las zorras tienen guaridas, y las aves de los cielos nidos; mas el Hijo del Hombre, no tiene donde recostar la cabeza” Lc.9.58.

Habló de sí mismo como el Hijo del Hombre, para que no le fueran a rendir un culto dogmático rayado en la idolatría, tal como precisamente ha ocurrido.  En cambio nos enseñó a buscar la verdad y “a ser perfectos como nuestro Padre que está en los cielos es perfecto”.

Pero no modificamos nuestra forma de vida; seguimos con nuestros grandes peros en el diario vivir: emotividad, pereza, crítica destructiva (la crítica jamás puede ser buena aunque creamos que lo sea), celos, envidia, discordia, mentira, engaño, odio, ira, temor, y la creencia ciega y el dogmatismo que impiden cultivar la sensibilidad y educir la consciencia, haciéndonos creer que sólo nuestra religión es la buena, la legítima y que por eso “nosotros somos los buenos y los demás no son nada y están perdidos para la salvación eterna”.

¡Cuán inconscientes solemos ser creyendo lo que los demás dicen, porque no nos hemos tomado el trabajo de pensar!  Formamos parte de la misma Vida Cósmica y en la medida en que cada uno de nosotros progrese y se perfeccione, ayudará al progreso y perfeccionamiento de la colectividad.

Nada en la naturaleza da saltos y por eso no es posible lograr nuestra perfección en una sola vida aunque caprichosamente así lo digan pastores, sacerdotes, maestros y gurúes.

La perfección se logra tras un largo proceso evolutivo que tarda millones de años y la ciencia esotérica enseña que sólo vamos en la mitad de ese proceso.  Por lo tanto, no nos engañemos pensando en una hipotética e inmediata salvación o en un inmediato perfeccionamiento, pero tampoco nos descorazonemos pensando que la relativa perfección en el esquema evolutivo humano es inalcanzable.

Somos y tenemos en el momento actual de la evolución sólo aquello que nos merecemos, porque lo hemos conquistado tras miles de encarnaciones en todo el proceso histórico de evolución, porque somos hijos de nuestros pensamientos, sentimientos, emociones y actos, que han generado nuestro destino a través del tiempo y del espacio.

Tenemos derecho a la felicidad, a la salud y a la alegría, y el camino a seguir es cultivando la acción fecunda, la armonía, la veracidad y la consciencia; amando a todos los seres sin excepción, sirviéndoles y cuidando nuestra salud, nutriendo adecuadamente nuestro organismo, sin intoxicarlo ni abusar de él.  El resultado por la ley inflexible de causa y efecto (acción y reacción dice la ciencia), es recibir justamente lo que nos merecemos.

Por lo tanto, si en un momento de gran necesidad le hemos prestado algún beneficio a otra persona, como por ejemplo, ayudarle a conseguir trabajo, a recuperar la salud, etc., algún día si uno tuviera algún problema, esa persona muy probablemente intentará ayudarnos o prestarnos un servicio, porque dar y recibir es una ley cósmica.

Es también una ley natural que si cuidamos nuestro cuerpo físico nutriéndolo adecuadamente, podrá resistir las enfermedades y estará más o menos sano, hasta cuando llegue el momento en que por ley natural debamos abandonarlo, porque nosotros no somos el cuerpo denso; éste es simplemente un vestido que el espíritu utiliza para adquirir y ganar experiencia.

Siendo los Rosacruces renacentistas, se comprende que enseñen que con nuestras obras, emociones, palabras, pensamientos y sentimientos estamos sembrando inexorablemente nuestro destino.

Si yo quiero en el mañana ser más feliz, debo sembrar felicidad, si quiero ser más sano, debo cuidar mi organismo, si quiero ser más inteligente, debo estudiar esforzándome en comprender, luchando por saber; entonces por la ley inexorable, eterna de causación, he de cosechar justamente lo que he sembrado, no solamente en esta etapa de evolución llamada encarnación, sino también en el futuro.

Muchos se preguntan:  ¿Qué pasa con aquellos que nacen con mutaciones, sin algún miembro, ciegos, tontos, etc.?   Son seres que han sembrado en otras vidas tristeza y dolor o que no han cuidado sus energías y su cuerpo, y ahora por secuencia natural de la ley de causa y efecto,  están cosechando lo que sembraron.

Esta ley Cósmica, la enseñó el señor Jesús cuando dijo: "No hagas a otros lo que no quieres que hagan contigo"; también dijo: "Con la vara que midiereis seréis medido".  Platón decía: "Has a otros lo que quieres para ti".  Y el señor Buda dijo: "El efecto sigue a la causa como la sombra sigue al cuerpo o como la rueda al caballo que lleva el coche".

El señor Buda cuyo nombre fue Siddhartha Gautama, a pesar de ser un soberbio príncipe que tenía todas las comodidades que le podía ofrecer su posición social de aquel entonces, decidió conocer el por qué del sufrimiento humano.

Deambuló por bosques, ciudades y aldeas buscando a los sabios y a los ascetas para que lo instruyeran, para que le enseñaran el por qué unos nacen ricos, sanos y felices, en cambio otros pobres, enfermos e infelices.

Sus padres le habían impedido que conociera cualquier tipo de tristeza y de dolor.  Durante toda su educación y su primera infancia, jamás le permitieron que saliera del palacio y siempre tenía un auriga (un instructor) que lo acompañaba y le enseñaba.

Siddhartha preguntaba:

—¿por qué no puedo salir de palacio?

Y su auriga le respondía:

—porque el Rey no lo permite

El Rey había ordenado que al príncipe no se le podía dejar ver en ningún momento la pobreza, la miseria, el dolor, la fealdad, porque ya un sabio del reino había predicho que aquel niño traía una inmensa sensibilidad y que por lo tanto sufriría más que cualquier otro con el dolor ajeno.

Algún día, siendo Siddhartha un adolescente, le pidió permiso al rey, su padre, para salir del palacio y conocer el mundo, siendo concedido el permiso.

Siddharha se paseó por la ciudad con su auriga y en un lado del camino encontraron un viejo.  Al ver el príncipe aquel cuerpo inclinado, aquel rostro arrugado y con un surco de dolor entre las cejas, preguntó:

—¿Quién es ese?  Su cabeza es blanca, sus ojos languidecen y tiene el cuerpo maltrecho.  ¡Apenas puede sostenerse con el auxilio de un bastón!

El auriga le respondió:

—Esas son las señales de la vejez.  Ese hombre fue antes un niño de pecho, luego un adolescente lleno de ardor para el placer; pero han llegado los años y ahora su belleza, vigor y virilidad se han ido.

Luego apareció a un lado del camino un enfermo, desfigurado el cuerpo, convulso y gimiendo de dolor.

El príncipe preguntó:

–¿Qué clase de hombre es éste?

—Es un hombre enfermo.  Todos estamos sujetos a semejante estado: ricos y pobres, sabios e ignorantes.  Todas las criaturas que tienen un cuerpo están sujetas al mismo mal.

Pronto observaron a varias personas llevando un cadáver, y el príncipe, estremeciéndose a la vista del cuerpo privado de vida, preguntó:

—¿Qué es lo que llevan ésos?  Veo banderolas y guirnaldas de flores, pero las personas que van marchan abrumados de pena.

—Es un cadáver; su cuerpo está rígido, la vida ha escapado de él y el pensamiento se ha extinguido. Su familia y los que le amaron llevan ahora su cuerpo al sepulcro.

Y el príncipe lleno de dolor preguntó:

–¿Esto es una excepción o también en el mundo hay otros ejemplos de ello?

Con el corazón oprimido contestó el auriga:

—Para todos es igual, el que comienza la vida tiene que acabarla.  Nadie puede escapar a la muerte.

Siddhartha profundamente afligido, suspiró a causa del sufrimiento de la gente con la vejez, las enfermedades y la muerte.  Todos los pensamientos le parecieron gastados; sintió disgusto por los placeres de la vida y pensó:

—¡Que placer pueden experimentar los hombres cuando saben que pronto la vejez les hará padecer y caminar lánguidamente!  ¡En todas partes encuentro las huellas de la mudanza; eso me oprime el corazón!  Los hombres enferman, envejecen y mueren.  ¿No es eso bastante para destruir la dicha de vivir?

Volvió el Príncipe a palacio y durante un tiempo estuvo lleno de tristeza, no sabía que hacer con su vida.

—¿Por qué estoy yo rodeado de salud, de riqueza, de armonía y de belleza y los demás están rodeados de tristeza y de dolor?  No me lo explico. ¿Por qué la Divinidad hace tales injusticias?

Huyó entonces del palacio.  Al encontrar a los ascetas y a los posibles sabios que deambulaban por la India en aquella época preguntó:

—“¿Por qué la lepra, por qué la tristeza, por qué la muerte, por qué las enfermedades y los dolores de toda clase?”

Ellos le instruyeron según su capacidad, pero al joven no le satisfacían aquellas respuestas.

—“Tiene que haber algo más profundo, se dijo, no puede ser simplemente caprichos de los dioses”.

Empezó a buscar en el fondo de su ser, en su transconsciente, tomando contacto finalmente con la sabiduría que había ido cultivando a través de encarnaciones sucesivas y que estaba a punto de exteriorizarse como consciencia.

Y descubrió que todas las penas y alegrías del ser humano, dependen de una ley inflexible, de una ley natural Cósmica y divina: la ley de causa y efecto, llamada karma por los orientales.

Es la ley eterna de acción y reacción; esa es la razón de por qué todos los actos de la humanidad generan reacciones y problemas, pero también enseña cómo solucionarlos.

Son enseñanzas maravillosas, pero si lo queremos desligar totalmente de la filosofía y de la religión e ir a la ciencia, podemos llamarla ley de acción y reacción que se describe así: “con la fuerza que el péndulo va hacia la derecha, con esa misma fuerza se regresa hacia la izquierda”.

Quienes sufren hambre, enfermedades, dolor, tristeza y miseria de toda índole, es porque en otras vidas han sembrado lo que ahora están cosechando. Si fuéramos observadores y esa observación la lleváramos a través de muchos años en este momentum de la evolución que estamos pasando, comprenderíamos la exactitud de la ley de causa y efecto.

Observemos a nuestros familiares, amigos y a aquellos conocidos a quienes pudimos ver hace 15, 20 o más años; al observar sus vidas de aquel entonces, como por ejemplo el matrimonio, la concepción de su primer hijo, etc., observaremos que ahora sus hijos por ley de causalidad, van repitiendo muchas de las cosas que sus padres hicieron en aquellas etapas de sus vidas, para que los padres aprendan lecciones que necesitan, y para que los hijos cancelen deudas pre-existentes.

También podremos observar que estamos percibiendo el resultado de muchas de las cosas que hicimos en esta vida hace algunos años.

Si llegáramos a ser conscientes de la ley de causa y efecto en nuestras vidas, nos liberaríamos de la tristeza y del dolor, de los problemas, de las enfermedades, de la miseria física, moral y anímica y estaríamos transitando el sendero de la armonía espiritual.  Así podríamos convertirnos en seres verdaderamente útiles a la evolución planetaria.

¿Y cómo servir?  Ante todo preparándonos; por eso antes de cualquier actividad importante que se vaya a verificar como una entrevista, una conferencia, un examen o cualquier tipo de suceso, se debiera dedicar algunos minutos a aislarse, relajarse, respirar con la mayor mística posible y llenarse de armonía.

Al armonizarse, el aura o campo electromagnético se torna agradable y al tomar contacto con el aura de los demás, se provoca una reacción simpática afín dando como resultado el que todo nos resulte bien.

Lo más importante en la evolución, por lo menos en la etapa actual, es el cultivo del alma, el cultivo de la esencia Crística en nosotros, lo cual podemos conseguir dedicando diariamente por lo menos entre unos quince minutos a media hora en la mañana y en la noche, a la meditación.

Antes de cualquier práctica de concentración, de meditación, de sanación, de auto-sanación, etc., debemos aprender a relajarnos.

Para que la relajación sea completa, evitar recostarse en el espaldar de la silla, manteniendo la columna vertebral recta con la cabeza ligeramente inclinada hacia adelante, formando un eje vertical entre la coronilla y la base de la columna vertebral.  Los pies juntos como en posición de firmes y las manos descansando la una sobre la otra o entrelazando los dedos.

Otra posición relajada para muchas personas al hacer la meditación es la que se observa en las estatuas de Buda.

Luego, hacer unas tres respiraciones profundas inhalando profundo por la nariz y exhalando por la boca, pero sin forzar la respiración, con el fin de relajar el cuerpo y sosegar la mente.

Después imaginamos diminutos átomos de luz que en número de millones conforman el cuerpo astral o de deseos, que es el que nos impele a movernos y que está interpenetrando el cuerpo denso.

Imaginamos que esos millones de átomos luminosos salen de los dedos nuestros pies, arco plantar, talones, pantorrillas, rodillas, muslos, abdomen, tórax, cintura, espalda, nuca y cuello, quedando relajados todos nuestros músculos y articulaciones.

Al mismo tiempo sentimos como van quedando flojas, pesadas y relajadas, las partes del cuerpo correspondientes: pies, piernas, glúteos, caderas, abdomen, zona lumbar y dorsal, tórax, hombros, trapecios, nuca, brazos, antebrazos y manos.

Visualizamos como del cuello y de la nuca hacia abajo, todo el cuerpo áurico está opaco, porque está relajado, mientras que del cuello hacia arriba sigue luminoso.

Con nuestra imaginación relajamos el maxilar inferior, cuidando que las arcadas dentales no se toquen entre sí, luego seguimos con la nariz, ojos, párpados, frente, occipucio y todo el cráneo.

De nuevo al observar imaginalmente el aura, debemos visualizar la uniformidad del color opaco en todo nuestro cuerpo áurico astral, haciendo así una relajación completa.  Estando en relajación, nuestra respiración se armoniza y se torna imperceptible.

El secreto de la concentración y de la meditación, está en la armonización del aliento; en respirar con la mayor suavidad, armonía y mística posibles, siempre por la nariz.

La inhalación debe ser más con la imaginación que con esfuerzo físico, visualizando como entra con cada inhalación luz blanca por el entrecejo, que se acumula inicialmente en la medula oblonga (situada en la cima de la espina dorsal), para luego interpenetrar todo nuestro cuerpo con ésta luz.

Al exhalar imaginamos como aumenta el voltaje de la energía blanca y luminosa de la medula oblonga.  Esta es la energía que viene del Cosmos, la energía paternal del Universo llamada la Luz Astral.

Ya en meditación, después de haberse relajado y de haber practicado la respiración de luz blanca, podemos ayudar como sanadores, para mejorar la salud física y anímica de otros.

Si alguien está triste, deprimido, angustiado, preocupado, de luto, matrimonios en discordia, personas que se han enemistado, con la imaginación podemos verlos al frente de nosotros en nuestra meditación;  luego, después de inhalar luz blanca por el entrecejo y dirigirla hacia la medula oblonga, la llevamos hacia el corazón, donde la luz blanca se transmuta en luz dorada, para luego dirigir un rayo de esa luz con el mayor sentimiento de amor, hacia el corazón de esas personas que están sufriendo moralmente.

Luego inundamos su aura con la luz dorada, deseándole paz, armonía, felicidad.  Si es que estamos enemistados con esa persona, podemos imaginar cómo de corazón a corazón se unifican éstos rayos dorados y luego en una sola aura de luz dorada somos uno con él.

Si es un amigo, imaginemos darle un apretón de manos, un abrazo fraterno, que le hablamos con cariño y que él también se muestra afectuoso con nosotros.

Si es un ser muy querido imaginamos también como le abrazamos y hacemos fluir amor desde nuestro corazón hacia el corazón de esa persona, para hacerle sentir que realmente le amamos.

Después utilizando nuestro verbo interno, digámosle con la lengua del pensamiento que le amamos, que le deseamos lo mejor, pidiendo que nos disculpen por nuestros actos.  De esta manera hacemos un trabajo mágico-espiritual, pero con la única condición que lo refrendemos en lo físico.

Cuando físicamente estemos frente a esas personas, debemos acercarnos a ellas y hacerles sentir nuestro aprecio, nuestro cariño, nuestro amor.  Primero hicimos fluir el campo magnético hacia ellos, pero luego el intercambio físico sella el acto espiritual que hemos verificado.

Siendo el corazón el templo de la energía del Cristo, del amor universal, en la naturaleza del hombre, imaginemos que el sentimiento del amor hacia todos los seres, hacia toda vida, nace de él, y como luz diáfana, dorada, inunda nuestro cuerpo y luego nuestra aura.

Después imaginémonos que somos el centro mismo del Universo, como un Sol ingente de luz, de amor y de poder, irradiando este inmenso amor que día tras día crece en nosotros, como mensaje de vida, de paz, de armonía, de progreso, de espiritualidad y de fraternidad hacia toda la creación, y deseando al mismo tiempo con la lengua del pensamiento, paz y amor a todos los seres.

 

 


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